Había una vez una mujer que tenía una preciosa casa con una impresionante vista de la ciudad y las montañas. Pero la casa estaba situada en una colina empinada y ella se cansaba cuando sacaba a pasear al perro.
Un día empezó a desear vivir en una calle agradable y, sobre todo, llana, donde poder sacar al perro sin cansarse, pero entonces se dio cuenta de que tendría que renunciar a su magnifica panorámica, que para ella era una fuente de alegría. Así descubrió que, aunque se cansara subiéndola, la colina era su premio.
Es una buena metáfora de la vida. Todo implica un trueque: Cada reto al que nos enfrentamos tiene su ventaja y cada ventaja, su reto. El Universo sabe que nada es perfecto y que para conseguir una buena vista hay que esforzarse por llegar hasta lo alto de la montaña. Pero el premio no es alcanzar la cima, sino la fuerza que adquirimos durante la subida.
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