La vida, como toda obra de arte, necesita que uno se detenga frente a ella, necesita ser contemplada, escuchada; también ella quiere decirse, contarse, pero al ritmo de la lentitud con la que crece.
Una vez un hombre estaba contando una historia, y en verdad era una historia muy buena, lo que lo ponía muy contento a él mismo, pero la contó tan rápido que nadie la entendió.
Pasamos años esperando momentos, recorremos kilómetros para llegar a una pequeña franja, una meta, una llegada.
Lo que buscamos está siempre al final de un recorrido, con paso lento o rápido, viviendo o siendo arrastrado.
Recibiendo lo que el camino tiene también de llegada, o con los ojos fijos en el final, ciegos a todo lo que nos mira pasar de largo.
La vida necesita que uno se detenga. En la medida en que se la mira, en que nos detenemos, la vida, las cosas, entregan sus matices, sus detalles, los detalles de lo que está hecho todo.
Los detalles que hacen que nada sea igual, que todo sea diferente, que nada nos sea indiferente.
La vida es ahora, siempre y cuando la viva, no la postergue, no la aplace.
La vida es del orden del ser y no del hacer, pero se la vive haciéndola.
Pero hay que hacerla propia.
Si estás apurado – aconseja un proverbio japonés- camina despacio. Morar, demorarse en la vida, es morar cada paso, estar allí, viviéndolo. No implica inmovilidad.
Tal vez nuestra vida, la historia que contemos y que nos contemos de ella, ese cuento que es cada vida, sea breve, pero como la contaremos lentamente, se entenderá toda, dirá mas.
Iremos menos lejos pero habremos llegado a través de todo el camino.
Una vez un hombre estaba contando una historia, y en verdad era una historia muy buena, lo que lo ponía muy contento a él mismo, pero la contó tan rápido que nadie la entendió.
Pasamos años esperando momentos, recorremos kilómetros para llegar a una pequeña franja, una meta, una llegada.
Lo que buscamos está siempre al final de un recorrido, con paso lento o rápido, viviendo o siendo arrastrado.
Recibiendo lo que el camino tiene también de llegada, o con los ojos fijos en el final, ciegos a todo lo que nos mira pasar de largo.
La vida necesita que uno se detenga. En la medida en que se la mira, en que nos detenemos, la vida, las cosas, entregan sus matices, sus detalles, los detalles de lo que está hecho todo.
Los detalles que hacen que nada sea igual, que todo sea diferente, que nada nos sea indiferente.
La vida es ahora, siempre y cuando la viva, no la postergue, no la aplace.
La vida es del orden del ser y no del hacer, pero se la vive haciéndola.
Pero hay que hacerla propia.
Si estás apurado – aconseja un proverbio japonés- camina despacio. Morar, demorarse en la vida, es morar cada paso, estar allí, viviéndolo. No implica inmovilidad.
Tal vez nuestra vida, la historia que contemos y que nos contemos de ella, ese cuento que es cada vida, sea breve, pero como la contaremos lentamente, se entenderá toda, dirá mas.
Iremos menos lejos pero habremos llegado a través de todo el camino.
Hugo Mujica ( sacerdote y poeta)
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