El perdón

Tanto se habla del perdón,
pero son tan pocos
los que perdonan de corazón.

Y es en ese detalle que,
el perdón se transforma
en una disculpa temporera que,
significa sólo una cosa:
"mientras no vuelvas a lastimarme,
todo estará bien".
El perdón y la confianza
son dos cosas muy diferentes,
que cuando están presentes ambas,
hacen de la vida
un paraíso terrenal,
pero la una depende de la otra,
aunque es difícil
esa unión entre ellas.
Aquí está el fallo
del verdadero perdón,
a un "perdón disfrazado".

El perdón verdadero
olvida por completo la ofensa;
brinda una segunda oportunidad
a ese "comenzar de nuevo".

Esto es lo más difícil
en cualquier relación,
ya que, en la mayoría de los casos,
se vive en un perdón disfrazado,
que no es otro que el de
"Te perdono, pero no olvido".
Es éste el más común,
pues somos humanos
y no siempre se está dispuesto
a colocar la otra mejilla
para que nos peguen.

Pero si te das cuenta,
en este tipo de perdón,
la mente y la razón
van por encima del corazón.
Es como cuando pensamos:
"Te quiero porque me quieres,
pero sabes que si me lastimas,
el amor no será igual."

Es en esa diferencia,
en ese pequeño detalle,
en el cual entra
el corazón al juego.
Es ese cofre precioso
que todos llevamos dentro,
el que se ocupa de controlar la mente
y combinar con sabiduría,
el arte de analizar
con el arte de dejar fluir.


Es en esta mágica aleación,
que se produce por un lado,
el deseo de ofrecer ese perdón anhelado
para sentir auto-liberación.


Mientras por otro lado,
ese falso orgullo de:
"no puedo permitirme el lujo
de volver a caer en tu trampa."
¡Cómo puedes ver,
el perdón y el olvido
van tomados de la mano...!

Está en ti
tomar esa decisión,
de arrastrar a cuestas
un perdón a medias,
que te hará vivir a medias,
con la felicidad también a medias...
o decidir perdonar de corazón,
donde las ataduras ya no existirán,
pues te habrás liberado
de esa carga tan pesada llamada:
"malos recuerdos"
y que es la culpable de que el "perdón"
no pueda ser pleno.
Perdona
con tu corazón abierto de par en par,
y podrás vivir en libertad espiritual.

Esto no quiere decir que pierdas
tu dignidad; que pisotées tu orgullo...
pues obviamente
¡somos seres humanos...!
Lo que quiero decir es que,
si tomas la decisión de perdonar,
no lo hagas a medias.

Hay un proverbio muy hermoso
que me impactó mucho al leerlo:
"Si me lastimas la primera vez,
la culpa es tuya;
si me lastimas la segunda,
la culpa será mía".
Perdonar de corazón te libera.
Olvidar, ayuda a esa liberación,
pero hay que tener la sabiduría
de saber distinguir
hasta dónde brindar confianza;
ya que, aunque van tomados de la mano,
deben permanecer
en sus respectivos niveles;
dependiendo el grado
al que han sido expuestos.
¡Perdonar es igual a olvidar,
pero no igual a confiar...!

Niveles de Poder

por Prof. Graciela Perez

En nuestra cultura conviven tres niveles de poder, el grupal (tribal), el personal (individual) y el simbólico (espiritual). Corresponde, desde el punto de vista de las eras astrológicas, a la era de Aries, que representa el poder físico; la era de Piscis, que se caracteriza por el poder del padre (etapa paternalista), y la era de Acuario, representando el poder del pensamiento como energía, respectivamente.

La era de Acuario le da el poder al grupo, exalta el compañerismo y destaca el "holismo" (la noción de "todo es uno"). Todos tenemos el poder para enfermarnos así como para curarnos. Disponemos del poder del pensamiento y del poder del sentimiento. En este mundo de polaridades, tenemos el poder de elegir. Al poder elegir, también podemos crecer. Si una persona se encuentra fuertemente influenciada por el poder tribal, sus elecciones serán tomadas por reacciones o por hábitos.
En la etapa de evolución personal, buscar el poder individual implica conocer nuestra sombra (defectos, incapacidades) e integrarla para tener la totalidad de nuestro ser y recuperar el poder. Aquí lo importante no es la elección en sí misma sino el porqué se eligió.

Tener poder sobre uno mismo brinda fortaleza y conduce a la verdad. En la etapa del poder simbólico, las preguntas serán: ¿dónde voy?, ¿quién vendrá conmigo?.
En las relaciones donde existe la dependencia, uno de los miembros está ejerciendo el control y por lo tanto, se ha quedado con el poder.
La fortaleza significa independencia y conduce a tener el poder de elegir, luego se ha perdido el miedo a la soledad.

Las manos y la boca expresan las necesidades y los deseos. Se trata del poder básico de la voluntad. Existe una relación muy estrecha entre el segundo banco de datos y el quinto, ubicado en la zona de la garganta.
Nuestros primeros ensayos con el poder están en nuestras relaciones con las demás personas. Buscando tener poder sobre ellos, vamos descubriendo que esto es agradable. Si nuestra evolución personal sigue el curso natural, pasará luego a una etapa en la que el objetivo estará puesto en tener poder sobre uno mismo, el poder básico de la voluntad. Lograr ejercer este nivel de poder nos brinda mayores satisfacciones internas. Dejaremos de sentirnos vulnerables y débiles. Tendremos la capacidad de saltar todos los obstáculos, abandonaremos la mayoría de nuestros temores.
En una etapa posterior, comprenderemos que tener poder significa saber entregarlo a tiempo.

La vida con alegría

Todos tenemos malos días, pero no permitas que arruine de cómo te sientes acerca de ti o los demás.

1. Haz una lista de todo en su vida de lo cual esta muy agradecido y porque le hace feliz. Pon humor en tu vida! Aprenda a reírse de ti o alquilar tus vídeos divertidos. No haga ninguna grandes decisiones mientras está en este estado. Espere hasta que usted se está sintiendo mejor para que pueda racionalmente pesar de los altibajos de sus decisiones. Hacer algo que le guste o que le mantendrán ocupado, al igual que la limpieza de su casa, voluntarios, o leer su libro favorito.

2. Trate de hacer planes con tus amigos. Es probable que tengas toneladas de diversión.

No esperes demasiado de ti mismo. Enfrentarte a las cosas que estás temiendo. Una vez que lo hagas, te empezaras a sentir mucho mejor. Cómprate un regalo para ti o para alguien mas. Relájate. Toma un largo paseo solitario para pensar mejor las cosas, toma un baño de burbujas, o escucha música relajante. Asegúrate de que duermas lo suficiente al ir a dormir y despertar en un momento mas razonable. Estar cansado te hace sentir más estresado y molesto.

3. Dale a alguien un abrazo. A todos les gusta un abrazo, y a todos les hace sentir bien. Sabiendo lo que te está pasando es muy común. Habla con alguien de confianza acerca de lo que sientes – te pueden ayudar a través de tus emociones.

4. Hacer algo de ejercicio. Cuando hace ejercicio, su cuerpo produce más químicos especiales llamados endorfinas que ayudan a mejorar tu estado de ánimo. El ejercicio regular también ayudará a mantener un apetito y buen sueño – ambos son importantes para tu estado mental también. Práctica ejercicios de relajación profunda. Reza o lee algo de inspiración. No insistas en tus debilidades o errores. Piense en las cosas que te gusta de ti mismo o que ha hecho para ayudar a alguien. se orgullo de ti y de tus logros.

5. Prepararte para las pruebas antes de tiempo. Come comidas y bocadillos saludables. Una buena dieta le ayuda tanto física como mentalmente.
6. Establece metas realistas. Siempre toma las cosas paso a paso. Deja de preocuparte por las cosas que puede que nunca suceda. Encuentra. Involucrarse con las cosas que te gusta hacer. Lleve un diario. Su diario puede actuar como alguien que siempre se puede evitar al juez y no usted. Tómese un tiempo para la diversión.

7. Haz algo totalmente incondicional y anónimo – participa como voluntario en un refugio local o instalación de tratamiento. Reflexiona sobre cuánto tienes si tienes un techo, comida para comer y eres saludable.

8. No intentes deshacerse de tus malos pensamientos, especialmente en la pérdida de un ser querido al luchar contra ellos cuando vengan a tu mente. Deja que ellos se mueven a través de tu cabeza, piensa en ellos, pero no los dejes tomar el control de tu mente. Organízalos, por ejemplo, si estas en el trabajo, déjalos para un mejor momento para pensar. Luchando para deshacerte de ellos solamente los hará mas fuertes.

9. Recuerda que tu mente es un campo de batalla y tu eres el que tiene que escribir la historia de esa batalla. Si solucionas cualquier problema dentro de tu cabeza, ya no es de importancia que la verdad es el modo que te gusta o no. ¿Hay algo que pasa en el mundo real cuando no se sabe de él. Explicando en otras palabras como las de la mejor obra de Jean Baudrillard el filósofo francés, si un árbol cae en el bosque y nadie está ahí, el árbol le ha caído a todos?



Reflexiona sobre esto y recuerda que tienes derecho a ser feliz, así que sacude la tristeza!

Las enseñanzas de la Era de Acuario

La astrología plantea que así como cada individuo está regido por un signo zodiacal, del mismo modo cada Era o Etapa de la Historia está dominada por una de tales casas cósmicas. Esto quiere decir que, según el peculiar aspecto del Zodíaco que esté influyendo, cada ciclo histórico tendrá un ritmo físico o espiritual diferente.

Aries: La Era de la Acción Heroica

Según el criterio antes esbozado, la época del culto al Minotauro, que se desarrolló en la isla de Creta hacia el año 600 a.C., pertenecía a la Era de Aries, primer signo de fuego.

Esta casa zodiacal abre la puerta de comunicación de las fuerzas cósmicas que, una vez liberadas, fluyen con todo su poder vivificante hacia el Hombre. Es a través de Aries que el mandato divino entra en nosotros: no obstante, el ser humano que prosperó en aquella época aún no estaba consciente de esta gran potencialidad. Por ello, los hijos e hijas de la Era de Aries fueron grandes hombres y mujeres de acción, más dotados para la lanza y la hazaña que para la meditación y la plegaria.

La energía simbolizada en Aries resulta esencial en toda empresa que se inicia, porque aporta a ella su inquebrantable entusiasmo, su confianza en el resultado final, su formidable voluntad de triunfo. Aries fue la Era de la Acción Heroica, donde se construyeron algunos de los más grandes imperios guerreros de la historia, como los de Alejandro Magno (Grecia), Rómulo y Remo (Roma) y Darío (Persia).

La Era de Piscis llegó con el cristianismo

Luego, con la llegada del cristianismo, se inició la Era de Piscis, encarnada en el símbolo del Pez que tanto usaron los perseguidos discípulos de Jesús en su código privado.

Una de las principales características de este signo es su profunda emotividad y la búsqueda de sabiduría a través de las profundas aguas que sumergen al Pez. Por tal motivo, la humanidad perteneciente a la Era de Piscis buscó la manera de llegar al conocimiento través de la actividad espiritual formal (las grandes religiones monoteístas, el acentuado misticismo de la Edad Media) y la ciencia (el Renacimiento, el Siglo de las Luces, la Revolución Industrial), pero ciertamente no logró manejar adecuadamente sus emociones y, por ello, muchas circunstancias escaparon a su discernimiento.

De esta manera, la Era de Piscis, que se inició con el amoroso apostolado de Cristo, desembocó en la intolerancia de la Inquisición, continuó con el severo deterioro del medio ambiente que causaron los excesos de nuestra tecnología y finalizó con sendas guerras mundiales.

El Hombre de la Era de Piscis fue un individuo que intentó por todos los medios plasmar sus sentimientos –buenos o malos; benignos o feroces- y si bien fue capaz de los actos más altruistas también causó graves desastres. Como sentimental, vivió en un mundo donde prevalecieron las desbordadas emociones del alma sobre los equilibrios psico-espirituales, como aguas de un tsunami abatiendo a ciudades balnearias. Adquirió enormes cantidades de conocimiento… ¡pero no supo manejarlas!

La Era de Acuario: un umbral para el ser humano que sirve a sus semejantes

De acuerdo a diversos especialistas, desde el año 1954 nos encontramos en la Era de Acuario. Este signo está representado por la figura del aguador, quien, según la mitología griega, es Ganímedes, un hermoso joven raptado por Zeus para que sirviera a los dioses.

A través de esta simbología, se puede especular acerca de diversas ideas: si en la Era de Piscis el hombre se encontraba inmerso en las profundidades del conocimiento –representado por el agua- ahora, en Acuario, es capaz de asirlo en una amplia vasija, sirviéndolo mesuradamente según la ocasión.

En Acuario, el pensamiento ha penetrado en el interior del individuo, instaurando en él la ley de la mente y atenuando la ley meramente sentimental que hasta ahora había regido sus actos. Al llegar a Acuario, estamos más cerca de la armonía psíquica y espiritual… ¡pero aún falta mucho trabajo!

En la figura del aguador se puede observar otro elemento clave: los fines del ego no son los más importantes para este nuevo ser humano, porque él es un siervo que está en capacidad de dar y compartir las abundantes aguas del conocimiento.

En ninguna Era precedente, el conocimiento se ha democratizado tanto y en tan poco tiempo como en Acuario. El fenómeno de INTERNET, la mundialización de las comunicaciones y los negocios, revelan un creciente e indetenible proceso de interconexión planetaria.

En los tiempos que corren, todas las culturas se mezclan; las disciplinas científicas y humanísticas se acercan; el saber mágico y el saber tecnológico se funden en armonioso mestizaje; y las religiones y credos espirituales empiezan a ver más sus similitudes que sus diferencias.

Podríamos describir la figura del Hombre de Acuario con estas palabras del maestro Jesús: "El que quiera ser grande entre ustedes, sea servidor de los demás; el que quiera ser el primero, hágase servidor de todos, igual que yo. No he venido a que me sirvan, sino para servir" (Mateo, 10:16).

De esta manera, los seres de Acuario, integradores, eclécticos, poseedores de conocimiento, son además, hombres y mujeres de servicio, capaces de asistir a sus semejantes y manejar inteligentemente sus emociones… como el agua que fluye y es capaz de adaptarse a cualquier espacio.

Una plegaria acuariana

El ánimo de servicio y la sed de conocimiento del Hombre de Acuario no sólo se reflejan en su necesidad de interrelacionarse con el prójimo, sino en una profunda búsqueda espiritual que le acerque a Dios. Poco a poco, el ser acuariano va supeditando sus deseos a los del Yo Superior… hasta que su voluntad y la del Creador se tornen una sola.

Casi cuatro milenios le ha tomado a la Humanidad armonizar el fuego heroico de Aries, el rigor sentimental de Piscis y el espíritu profundamente cooperador de Acuario. En la siguiente plegaria, intentamos sintetizar ese largo periplo de sabiduría existencial:

Amado Creador (o como quieras llamarlo):

Bendice la pasión y el empeño
Que pongo en cada tarea, proyecto e iniciativa
Para mi beneficio y de los que me rodean…

Bendice el caudal de mis afectos y mis emociones
Para que ellas sacien mi acuciante sed de amor
Y la de mis semejantes…

Bendice mi energía y voluntad de servicio;
Bendice mi pasión por el conocimiento
Y así hacer de nuestro mundo
Espléndido hogar para todos los seres…

Capacítame –con Tu bendición y aliento-
Para ser héroe y protagonista de mis sueños…
Sereno amante del prójimo y de mí mismo…
Útil servidor de la Humanidad…
De tal forma que mi deseo y el Tuyo
Se vuelvan un solo fuego indivisible

Amén.

Carmelo Urso.-

Tu y yo somos espejo

Todos somos extensiones del campo universal de energía, distintos puntos de vista de una entidad única. Esto implica ver todas las cosas del mundo, ver a todas las personas del mundo y darnos cuenta de que estamos mirando otra versión de nosotros. Tú y yo somos lo mismo. Todo es lo mismo. Todos somos espejos de los demás y debemos aprender a vernos en el reflejo de las demás personas. A esto se llama espejo de las relaciones. A través del espejo de una relación, descubro mi yo no circunscrito. Por esta razón, el desarrollo de las relaciones es la actividad más importante de mi vida. Todo lo que veo a mi alrededor es una expresión de mí mismo.
Las relaciones son una herramienta para la evolución espiritual cuya meta última es la unidad en la conciencia. Todos somos inevitablemente parte de la misma conciencia universal, pero los verdaderos avances tienen lugar cuando empezamos a reconocer esa conexión en nuestra vida cotidiana.
Las relaciones son una de las maneras más efectivas para alcanzar la unidad en la conciencia, porque siempre estamos envueltos en relaciones. Piensa en la red de relaciones que mantienes: padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, relaciones amorosas. Todas son, en esencia, experiencias espirituales. Cuando estás enamorado, romántica y profundamente enamorado, tienes una sensación de atemporalidad. En ese momento, estás en paz con la incertidumbre. Te sientes de maravilla, pero vulnerable; sientes cercanía pero también desprotección. Estás transformándote, cambiando, pero sin miedo. Te sientes maravillado. Ésa es una experiencia espiritual.
A través del espejo de las relaciones, de cada una de ellas, descubrimos estados prolongados de conciencia. Tanto aquellos a quienes amamos como aquellos por quienes sentimos rechazo, son espejos de nosotros. ¿Hacia quiénes nos sentimos atraídos? Hacia las personas que tienen características similares a las nuestras, pero eso no es todo. Queremos estar en su compañía porque subconscientemente sentimos que al hacerlo, nosotros podemos manifestar más de esas características. Del mismo modo, sentimos rechazo hacia las personas que nos reflejan las características que negamos de nosotros. Si sientes una fuerte reacción negativa hacia alguien, puedes estar seguro de que tú y esa persona tienen características en común, características que no estás dispuesto a aceptar. Si las aceptaras, no te molestarían.
Cuando reconocemos que podemos vernos en los demás, cada relación se convierte en una herramienta para evolución de nuestra conciencia. Gracias a esta evolución experimentamos estados extendidos de conciencia.
La próxima vez que te sientas atraído por alguien, pregúntate qué te atrajo. ¿Su belleza, gracia, elegancia, autoridad, poder o inteligencia? Cualquier cosa que haya sido, sé consciente de que esa característica también florece en ti. Si prestas atención a esos sentimientos podrás iniciar el proceso de convertirte en ti más plenamente.
Lo mismo se aplica a las personas hacia las que sientes rechazo. Al adoptar más plenamente tu verdadero yo, debes comprender y aceptar tus características menos atractivas. La naturaleza esencial del Universo es la coexistencia de valores opuestos. No puedes ser valeroso si no tienes a un cobarde en tu interior; no puedes ser generoso si no tienes a un tacaño; no puedes ser virtuoso si careces de la capacidad para actuar con maldad.
Gastamos gran parte de nuestras vidas negando este lado oscuro y terminamos proyectando esas características oscuras en quienes nos rodean. ¿Has conocido personas que atraigan sistemáticamente a su vida a los sujetos equivocados? Normalmente, aquéllas no comprenden por qué les sucede esto una y otra vez, año tras año. No es que atraigan esa oscuridad; es que no están dispuestas a aprobarlas en sus propias vidas. Un encuentro con una persona que no te agrada es una oportunidad para aceptar la paradoja de la coexistencia de los opuestos; de descubrir una nueva faceta de ti. Es otro paso a favor del desarrollo de tu ser espiritual. Las personas más esclarecidas del mundo aceptan todo su potencial de luz y oscuridad. Cuando estás con alguien que reconoce y aprueba sus rasgos negativos, nunca te sientes juzgado. Esto sólo ocurre cuando las personas ven el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, como características externas.
Cuando estamos dispuestos a aceptar los lados luminoso y oscuro de nuestro ser, podemos empezar a curarnos y a curar nuestras relaciones. Todos somos multidimensionales, omnidimensionales. Todo lo que existe en algún lugar del mundo también existe en nosotros. Cuando aceptamos esos distintos aspectos de nuestro ser, reconocemos nuestra conexión con la conciencia universal y expandimos nuestra conciencia personal.
Las características que distinguimos más claramente en los demás están presentes en nosotros. Cuando seamos capaces de ver en el espejo de las relaciones, podremos empezar a ver nuestro ser completo. Para esto es necesario estar en paz con nuestra ambigüedad, aceptar todos los aspectos de nosotros. Necesitamos reconocer, en un nivel profundo, que tener características negativas no significa que seamos imperfectos. Nadie tiene exclusivamente características positivas. La presencia de características negativas sólo significa que estamos completos; gracias a esa totalidad, podemos acceder más fácilmente a nuestro ser universal, no circunscrito.
Una vez que puedas verte en los demás, será mucho más fácil establecer contacto con ellos y, a través de esa conexión, descubrir la conciencia de la unidad. Éste es el poder del espejo de las relaciones.
Por Deepak Chopra

Una reflexión... para pensar

DE SILVIA FREIRE

Te cuento algo que pasó en clase. Una señora que venía por segunda vez, separada, que tiene una nueva pareja (tambien su ex esta en pareja) contaba llorando que se habia dado cuenta de que en verdad, seguia enamorada de su ex marido, y no de su pareja actual.
Ella se habia separado cuando se dio cuenta de que el habia malversado unos fondos de la empresa donde trabajaba. El mintio y tergiverso todo para ocultarlo. Y hasta el dia de hoy, el lo sigue negando y diciendo que eran fantasias de ella.

Silvia Freire le dijo: -Como era el como papa y como esposo?
Mujer: -El es una excelente persona. Es un buen padre, y fue un esposo fantastico, hasta que yo lo descubri en esto.
Silvia: -A veces pienso que tremendo el ego, lo que nos hace. Una persona conforma con nosotros una familia, y es buen padre, y nos vamos de vacaciones, y lo amamos, y nos ama, durante 20 años está todo bien. Y resulta que un año, al tipo le pasa algo. Se equivoca. Ahi lo echamos. Y los 20 años anteriores?
Ojo, que es muy comun que venga alguien y cuente "si, teniamos 25 años de casados, pero el se mando una macana y lo eché". Y los 20 años anteriores? Y las noches de amor? y la primera vez que vimos a nuestro bebe, juntos? Y todos los cumpleaños que festejamos juntos? Y los proyectos? Al ego no le importa todo lo anterior. Al ego lo unico que le importa es el error que el otro cometio. Condenarlo, juzgarlo y castigarlo. En vez de decirle "mi amor, que paso con esto? que macana te mandaste, a ver como lo arreglamos..." en vez de eso, que es lo que haria el amor, lo que hacemos es juicio, condenacion, castigo.
Entonces, el ego hace lo que quiere y te toma de rehen mientras el amor sigue ahi, amando, esperando. Cuando el ego se cansa de sostener el juicio, a veces, como en tu caso, el amor se despereza y dice "ojo, que yo sigo aca, amando, eh!"
Yo te pedi que le contaras lo que te pasaba. Lo hiciste?
Mujer:- No, porque el no quiso verme. Lo llame por telefono y se nego a que nos encontremos. Me dijo que ya es tarde.
Silvia:- Y me parece muy razonable que este asustado, que no quiera pasar otra vez por todo eso... ademas, si hubiera visto el amor en tus ojos, otra seria la historia. Pero por telefono, vos sos la persona que lo acuso y lo condeno.
En cambio, si te encontras con el y ve tu carita, la carita de la chica que se enamoro de el, ahi es mas probable que te escuche.
Mujer:- Pero el esta en pareja...
Silvia: -Vos estas en pareja, tambien, y estas aca llorando por el. Quiza el esta en un bar contandole a un amigo que aun te quiere. Ademas, lo que el recuerda de vos, es haber sido juzgado, y si era un hombre como el que vos describis es probable que tambien se sintiera culpable. Seguramente frente a tus acusaciones sentia culpa, por mas que lo negara. Lo importante es que vos le puedas decir que no supiste entender, que te equivocaste, que no supiste acompañarlo, que no supiste entenderlo y que aun sentis ese amor. Y eso no significa que formen nuevamente una pareja. No vayas con la expectativa de una reconciliacion. Simplemente, es bueno para vos y para el, que sepa que renunciaste a juzgar, que sabes que estuviste equivocada, y que el amor aun esta.
Mira: una madre va a la carcel a visitar a su hijo que es asesino. Va a la carcel. Esa no es la misma actitud que vos tomaste con tu esposo. Entonces, no se lo digas buscando un resultado, una conciliacion. Decilo, simplemente porque el merece saber esto que te pasa."

Ojala te sea tan util como a mi.

Quejas... no



¿Alguna vez has pertenecido al club de los que se quejan?...

Yo sí, alguna vez lo he hecho, muchas veces. Y no sólo hablo de quejarse en voz alta con cada uno de los que se me cruzan, aunque eso lo vi, y lo veo muchas veces y lo hice otras tantas. Hablo de algo aún peor, y más lamentable, que es: quejarse sólo. Me da risa mientras lo escribo y me pregunto: ¿Habrá algo más inefectivo que eso?

La verdad, lo dudo. Porque al menos si me quejo con otro quizás tengo la buena fortuna de que el otro en cuestión me acerca un buen consejo que me saque de mi espacio de limitación.

Pero ahora y retomando el tema seriamente quiero proponerte que reflexionemos juntos sobre las quejas. Ya sea que me queje para mis adentros o que me queje con otros, en cualquier circunstancia y por la causa que fuere, quejarme nunca me trae buen rédito, nunca me suma. Al menos yo no lo he visto.

Quejarte de por sí genera una energía negativa en tí y hace que estés poniendo tu energía en algo en lo que no te trae ningún beneficio.

Muchas veces veo a la gente quejarse y reflexiono sobre la impresión que me da: parece que sólo se quejan para descargarse. Como si fuera una forma de sacarse el malestar para seguir luego soportando lo mismo.

Sin la más mínima intención de cambiar eso que les molesta. Listo, me descargué, el otro o los otros me escucharon. En el mejor de los casos, me sentí comprendida, (pobre de mi!!), y ahora estoy lista para volver al círculo de mal-estar de nuevo.

No creo que sea una buena opción ¿tú que crees?

Te voy a decir algo que siempre le digo a los alumnos, pero antes te voy a pedir que hagas un pequeño ejercicio de un minuto: Te pido que mires esta foto que te copio:




¿La estás mirando? … Ahora te pido que la vuelvas a mirar, y veas a la mujer anciana. ¿La has visto? … Ahora te pido que la vuelvas a mirar, y veas a la mujer joven. ¿Lograste verla? …

¿Si? Perfecto. Ahora te voy a pedir algo más: quiero que mires la imagen y veas a la vez a ambas a la mujer anciana y a la joven. ¿Lo estás haciendo? Recuerda, necesito que veas a los dos juntos a la vez … ¿No puedes? … ¿No?!

No puedes, ok. A eso quería llegar no puedes hacer las dos cosas al mismo tiempo, ¿Verdad? Eso mismo pasa en cada espacio y en cada momento de nuestra vida. Si te estás quejando, no estás trabajando para los resultados que te importan, no está dando tu 100 %, no estás eligiendo lo mejor que puedes elegir.

Y créeme que no importa lo que el otro te haya hecho. Nunca tu mejor opción es la queja.

Si quieres seguir eligiendo efectividad y bien-estar en tu vida, te propongo cambiarlos por el pedido y el reclamo hecho ante quien corresponda y del mejor modo en que puedas hacerlo. Sin juicios de valor.

Te propongo cambiarlos por un pedido o un reclamo efectivo, que tiendan a solucionar lo que te pasa, en lugar de la queja que lo único que hace es mantenerte centrado en lo negativo, pero sin buscar con efectividad la solución.

Si no puedes reclamar o hacer un pedido, quizás una buena opción es que lo olvides. Y que recuerdes que mientras le das el tiempo a tus pensamientos, a ti mismo y a tu energía para centrarte en eso que te molesta, no te das el tiempo para hacer y crear.

Cuando avancemos en el trabajo personal, podemos ir más allá, podremos llegar a un lugar de aceptación muy distinto, muy lejano a todo esto de lo que estamos hablando.

La próxima vez que vayas a quejarte con otro o para tus adentros espero que antes puedas pensar en esto y digas:

"Yo ya me di de baja de ese club "

Un abrazo

extraido de EL ARTE DE CREAR

La única razón de tu sufrimiento

La única razón de tu sufrimiento son tus ideas sobre cómo deberían comportarse las personas en relación a ti, creyendo que tus ideas son las más correctas.
No sufres por lo que otros hacen, sino por la expectativa de que ellos se comporten según tus deseos.
Y ellos violan tus expectativas. Son tus expectativas las que te hieren.
Disminuye tu nivel de ansiedad, y de eso surgirán tres maravillosos resultados:
* Quedarás en paz;
* Las personas continuarán actuando de acuerdo con una programación propia,
y esto no te acarreará el más mínimo sufrimiento;
* Tendrás más energía para hacer lo que quieras,
pues no estarás gastando tu tiempo esperando
que los otros vivan de acuerdo con los planes que tú trazaste.
Del libro "Rompe el ídolo"
~ Anthony de Mello ~


Queridos Amigos:
Mi ex jefa siempre decía, dejar que los demás vivan su experiencia, a veces en afán de sobreprotección podríamos tender a querer evitar que pasen por lo que tal vez nosotros pasamos
o por lo que pensamos que podría suceder, sin dar la oportunidad de que cada quien viva de acuerdo al patrón que ha elegido, de esa manera nosotros no vivimos, por estar pendientes de la vida de los demás, de lo que podrían llegar a ser... en fín, una manera de ser felíz es vivir y dejar vivir.

Una chispa de luz

¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué creencias tenemos sobre la vida?

Durante miles de años, encontrar las respuestas a estas interrogantes nos ha exigido "volvernos hacia dentro". ¿Pero qué significa eso?

Yo creo que hay un poder en el interior de cada uno de nosotros capaz de orientarnos amorosamente hacia la salud perfecta, las relaciones perfectas, la profesión perfecta y que nos puede ofrecer prosperidad de todo tipo.

Para obtener estas cosas, primero tenemos que creer que son posibles.

El segundo paso es estar dispuestos a "aflojar" las pautas o hábitos que nos crean situaciones que decimos que no deseamos. ¿Cómo? Entrando dentro de nosotros y llamando a nuestro poder interior, que sabe lo que nos conviene. Si estamos dispuestos a volvernos hacia este poder que llevamos dentro, que nos ama y nos sustenta, lograremos que nuestra vida sea próspera y esté llena de amor.

Pienso que nuestra mente está conectada con la mente única e infinita; por lo tanto, todo el conocimiento y toda la sabiduría están siempre a nuestra disposición.

Estamos conectados a esta mente infinita, a este poder universal que nos ha creado, por medio de una chispa de luz que hay dentro de nosotros: nuestro Yo superior o poder interior. El poder universal ama a todas sus creaciones. Su objetivo es el bien y lo dirige todo en nuestra vida.

No sabe odiar, ni mentir ni castigar. Es puro amor, libertad, entendimiento y comprensión. Es importante que nos volvamos hacia nuestro Yo superior, porque por medio de él recibimos nuestro bien.

Louise L. Hay

Iluminemos el camino de la vida con la llama interna de nuestro ser.

Cómo te ves a ti mismo

de ALEJANDRA VENTURELLI


Como te ves A Ti Mismo?

Una de las lecciones más poderosas que he aprendido es que todos podemos estar haciendo mucho más. Podemos hacer más para ayudar al mundo, más por nuestros seres amados y más por nosotros mismos. La razón por la que no lo hacemos es porque pensamos que somos insignificantes.

Muchos de nosotros nos minimizamos, sentimos que somos sólo dientes pequeñitos en una gran rueda dentada. ¿Cambiar el mundo? Por favor. Eso es para presidentes, líderes del mundo, celebridades y hombres santos. Yo sólo soy una persona. ¿Qué puedo hacer?

Y aún para aquellos de nosotros que sí creemos que podemos marcar la diferencia, la verdad es que no apreciamos lo mucho que podemos hacer.

La realidad es (y esta es una lección profunda) que nuestra percepción de nosotros mismos puede disminuir o aumentar nuestro poder. Somos tan poderosos como creemos serlo. Nuestros pensamientos y visión de nosotros mismos, consciente o inconsciente, determina quienes somos y qué tanto poder ejercemos.

Desafortunadamente, a menudo no nos vemos tan importantes, y esto se manifiesta en nuestras acciones. Tratamos mal a los demás -o a nosotros mismos- porque no pensamos que lo que hacemos importa de manera real o duradera. O no nos empujamos a hacer siquiera pequeñas acciones positivas porque al final del día no conocemos nuestro verdadero poder. Entonces esto se convierte en quienes somos.

En un nivel espiritual, esto significa que la próxima vez que recemos por alguien o busquemos atraer bendiciones y ayuda para nosotros y para los demás, tendremos una capacidad débil para generar el cambio. La Luz nos dice, “¿Recuerdas lo que pensaste ayer? Si no eres tan importante, entonces no eres tan poderoso, y no puedo darte la Luz para crear cambio verdadero. Tus acciones muestran claramente que no te ves a ti mismo como alguien significativo”.

Cuando sabemos que tenemos un propósito, que somos poderosos y poseemos la habilidad para influir en otros, entonces no nos permitimos caer en las trampas insignificantes del actuar pequeño. Tenemos cuidado incluso en evitar la más leve acción negativa porque sabemos que nuestras acciones minúsculas son significativas. Por el contrario, nos esforzamos por hacer pequeñas acciones positivas porque sabemos que para un alma tan magnífica como la nuestra, cualquier acción es grande.

Cuando nos vemos de esta manera, la Luz del Creador nos ve e interactúa con nosotros de manera similar. Y así nuestras palabras, oraciones, bendiciones y acciones se vuelven poderosas y capaces de crear cosas grandiosas. De nuevo, esto es porque como nos vemos a nosotros mismos es como el Creador nos ve. Cuando nos vemos como poderosos y determinados, nuestras palabras y acciones se imbuyen de fuerzas espirituales grandiosas.

Esta semana, si sientes que estás apunto de hacer algo negativo y pequeño, detente y recuerda tu importancia. Si estás luchando con la decisión de si hacer o no una acción positiva, incluso una pequeña, repítete a ti mismo, “Necesito hacer esto porque lo que hago tiene consecuencias de largo alcance”.

Practica este proceso de pensamiento y te hará poderoso en el sentido más verdadero, así también creará un cambio en quien eres. Recuerda, “Cuando me veo a mí mismo como importante y poderoso, recibo ayuda de la Luz para hacer cambios importantes y poderosos.

Como me veo a mí mismo, soy”.

Autoliberación interior

Extracto del libro "Autoliberación interior"
TONY DE MELLO

1
¡DESPIERTA! ¡LA FELICIDAD ERES TÚ!

Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos impiden la libertad. Esto es la iluminación. Es como la salida del Sol sobre la noche, de la luz sobre la oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma, desnuda de toda forma. Esto es la iluminación. El místico es el hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto.
No quiero que os creáis lo que os digo porque yo lo digo, sino que cuestionéis cada palabra y analicéis su significado y lo que os dice en vuestra vida personal; pero con sinceridad, sin autoengañaros por comodidad o por miedos.
Lo importante es el Evangelio, no la persona que lo predica ni sus formas. No la interpretació n que se le ha dado siempre o la que le da éste o aquél, por muy canonizado que esté. Eres tú el que tiene que interpretar el mensaje personal que encierra para ti, en el ahora. No te importe lo que la religión o la sociedad prediquen.
La sociedad sólo canoniza a los que se conforman con ella. En el tiempo de Jesús y ahora. A Jesús no pudieron canonizarlo y por ello lo asesinaron. ¿Quiénes creéis que lo mataron? ¿Los malos? No. A Jesús lo asesinaron los buenos de turno, los más respetados y creídos en aquella sociedad. A Jesús lo mataron los escribas, los fariseos y sacerdotes; y si no andas con cuidado, asesinarás a Jesús mientras vives dormido.

Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y la libertad.

Estás dormido
¿Y cómo sabré si estoy dormido? Jesús os lo dice en el Evangelio: “¿Por qué decís Señor, Señor, si no hacéis lo que os digo?” Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un Dios “tapa agujeros”, es que estamos dormidos. Lo que importa es responder a Dios con el corazón. No importa ser ateo, musulmán o católico; lo importante es la circuncisión y el bautismo del corazón. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la verdad.
Si estás doliéndote de tu pasado, es que estás dormido. Lo importante es levantarse para no volver a caer. La solución está en tu capacidad de comprensión y de ver otra cosa que lo que te permites ver. Ver lo que hay detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás cómo todo cambia, que el pasado está muerto y el que se duerme en el pasado está muerto, porque sólo el presente es vivo si tú estás despierto en él.
Metanoia quiere decir despertarse y no perderse la vida. Es vivenciar el pre­sente. Para saber esto hay un criterio: ¿Tú sufres? Es que estás dormido. Es igual que sepas muchas cosas y te de­diques a salvar a las personas. "El cie­go que guía a otro ciego" quiere decir que los dos están dormidos. Si sufres es que estás dormido. Me dirás que el dolor existe. Sí, es verdad que el dolor existe, pero no el sufrimiento. El sufri­miento no es real, sino una obra de tu mente. Si sufres es que estás dormido porque, en sí, el sufrimiento no existe, es un producto de tu sueño; y si estás dormido, verás a un Jesús dormido, que tú te has imaginado, que nada tiene que ver con el Jesús real, y eso puede ser muy peligroso.
Calderón dice: "Todo es según el co­lor del cristal con que se mira." Si es­tás dormido no serás capaz de ver más que cosas dormidas, y no te darás cuen­ta hasta que despiertes. Pasará la vida por ti sin que tú la vivas.
Si tienes problemas es que estás dor­mido. La vida no es problemática. Es el yo (la mente humana) el que crea los problemas. A ver si eres capaz de com­prender que el sufrimiento no está en la realidad, sino en ti. Por eso, en todas las religiones, se ha predicado que hay que morir al yo para volver a nacer. Éste es el verdadero bautismo que hace surgir al hombre nuevo. La realidad no hace problemas, los problemas nacen de la mente cuando estás dormido. Tú pones los problemas.
Estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, no como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación.

Despierta
¿Se puede decir que en estos últi­mos días no te has sentido como un hombre libre y feliz, sin problemas ni preocupaciones? ¿No te has sentido así? Pues estás dormido. ¿Qué ocu­rre cuando estás despierto? No cambia nada, todo ocurre igual, pero tú eres el que ha cambiado para entrar en la realidad. Entonces lo ves todo claro.
Le preguntaron a un maestro orien­tal sus discípulos: "¿Qué te ha pro­porcionado la iluminación?" Y con­testó: "Primero tenía depresión y aho­ra sigo con la misma depresión, pero la diferencia está en que ahora no me molesta la depresión."
Estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, ni como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación. Aceptarlo todo porque lo ves claro y ya nada ni nadie te puede engañar. Es desper­tar a la luz. El dolor existe, y el sufri­miento sólo surge cuando te resistes al dolor. Si tú aceptas el dolor, el sufrimiento no existe. El dolor no es inaguantable, porque tiene un sentido comprensible en donde se remansa. Lo inaguantable es te­ner el cuerpo aquí y la mente en el pasa­do o en el futuro.
Lo insoportable es querer distorsio­nar la realidad, que es inamovible. Eso sí que es insoportable. Es una lucha in­útil como es inútil su resultado: el su­frimiento. No se puede luchar por lo que no existe.
No hay que buscar la felicidad en donde no está, ni tomar la vida por lo que no es vida, porque entonces estaremos creando un sufrimiento que sólo es el resultado de nuestra ceguera y, con él, el desasosiego, la congoja, el mie­do, la inseguridad. .. Nada de esto exis­te sino en nuestra mente dormida. Cuando despertemos, se acabó.

Importa la vida
El ir contra la realidad, haciendo problemas de las cosas, es creer que tú importas, y lo cierto es que tú, como personaje individual, no importas nada. Ni tú, ni tus decisiones ni acciones im­portan en el desarrollo de la vida; es la vida la que importa y ella sigue su cur­so. Sólo cuando comprendes esto y te acoplas a la unidad, tu vida cobra sen­tido. Y esto queda muy claro en el Evangelio. ¿Importaron todas las trans­gresiones y desobediencias para la his­toria de la salvación? ¿Importa si yo asesino a un hombre? ¿Importó el que asesinaran a Jesucristo? Los que lo ase­sinaron creían estar haciendo un acto bueno, de justicia, y lo hicieron después de mucho discernimiento.
Jesús era portador de la luz y por ello predicaba las cosas más raras y contra­rias al judaísmo, a sus creencias e in­terpretaciones religiosas: hablaba con las mujeres, comía con los ladrones y prostitutas. Pero, además, interpretaba la Ley en profundidad, saltándose las reglas y sus formas. Los sabios y los poderosos tenían que eliminarlo. ¿Po­día ser de otra manera? Era necesario que muriera así, asesinado y no enfer­mo de vejez.
Cuentan que un rey godo se emocio­nó al oír el relato de Jesús y dijo: "¡De estar yo allí, no lo hubieran matado!"
¿Lo creemos así, como ese rey godo? Dormimos.
La muerte de Jesús descubre la rea­lidad en una sociedad que está dormi­da y, por ello, su muerte es la luz. Es el grito para que despertemos.

No te ates
¿Qué hace falta para despertarse? No hace falta esfuerzo ni juventud ni dis­currir mucho. Sólo hace falta una cosa, la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo nuevo, de ver algo nuevo y de descubrir lo desconocido. Es la capa­cidad de movernos fuera de los esque­mas que tenemos. Ser capaz de saltar sobre los esquemas y mirar con ojos nuevos la realidad que no cambia.
El que piensa como marxista, no piensa; el que piensa como budista, no piensa; el que piensa como musulmán, no piensa... y el que piensa como católico, tampoco piensa. Ellos son pensados por su ideología. Tú eres un esclavo en tanto y en cuanto no puedes pensar por encima de tu ideología. Vives dormido y pensado por una idea. El profeta no se deja lle­var por ninguna ideología, y por ello es tan mal recibido. El profeta es el pionero, que se atreve a elevarse por encima de los esquemas, abriendo camino.
La Buena Nueva fue rechazada por­que no querían la liberación personal, sino un caudillo que los guiase. Tememos el riesgo de volar por noso­tros mismos. Tenemos miedo a la li­bertad, a la soledad, y preferimos ser esclavos de unos esquemas. Nos ata­mos voluntariamente, llenándonos de pesadas cadenas, y luego nos queja­mos de no ser libres. ¿Quién te tiene que liberar si ni tú mismo eres cons­ciente de tus cadenas?
Las mujeres se atan a sus maridos, a sus hijos. Los maridos a sus mujeres, a sus negocios. Todos nos atamos a los deseos y nuestro argumento y justifi­cación es el amor. ¿Qué amor? La rea­lidad es que nos amamos a nosotros mismos, pero con un amor adulterado y raquítico que sólo abarca el yo, el ego. Ni siquiera somos capaces de amarnos a nosotros mismos en libertad. Entonces, ¿cómo vamos a saber amar a los demás, aunque sean nuestros es­posos o nuestros hijos? Nos hemos acostumbrado a la cárcel de lo viejo y preferimos dormir para no descubrir la libertad que supone lo nuevo.

Lo peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir sus sueños con la realidad.

No confundas los sueños
Vosotros estáis dormidos porque, si no, ya no necesitarías venir a este cur­so. Si ya lo vierais todo con ojos nue­vos, ya no necesitaríais venir a desper­taros. Pero, si sois capaces de recono­ceros dormidos, ser conscientes de que no estáis despiertos, ya es un paso. Pues lo peor y más peligroso del que duer­me es creer que está despierto y con­fundir sus sueños con la realidad. Lo primero que necesitáis para despertar, es saber que estáis durmiendo y estáis soñando.
La religión es una cosa buena en sí, pero en manos de gente dormida pue­de hacer mucho daño. Y lo podemos ver muy claramente por la historia de una religión que, en el nombre de Dios, cometió tantas barbaridades creyendo que hacía el bien. Si no sabes emplear la religión en esencia, en libertad, sin fanatismos ni ideologías de un color u otro, puedes hacer mucho daño y, de hecho, se sigue haciendo.
Para despertar hay que estar dispues­to a escucharlo todo, más allá de los cartelitos de buenos y malos, con receptividad, que no quiere decir credu­lidad. Hay que cuestionarlo todo, aten­tos a descubrir las verdades que puede haber, separándolas de las que no lo son. Si nos identificamos con las teo­rías sin cuestionarlas con la razón -y sobre todo con la vida- y nos las tra­gamos almacenándolas en la mente, es que seguimos dormidos. No has sabi­do asimilar esas verdades para hacer tus propios criterios. Hay que ver las ver­dades, analizarlas y ponerlas a prueba, una vez cuestionadas.
"Haced lo que os digo", dice Jesús. Pero no podremos hacerlo si antes no nos transformamos en el hombre nue­vo, despierto, libre, que ya puede amar.
"Aunque diera todo a los pobres, y mi cuerpo a las llamas -dice Pablo­, ¿de qué me serviría si no amo?" Este modo de ver de Pablo se consigue vi­viendo, y este modo de ser nace de es­tar despierto, disponible y sin engaños.
Cuando la relación entre amigos no funciona lo bien que tú quisieras, pue­des aliviarla. Puedes pararte y comen­zar una tregua, pero si no has puesto al aire las premisas que están debajo, el problema sigue en pie, y seguirá gene­rando sentimientos negativos.

¡Qué lío!
Mi vida es un lío. ¿Soy capaz de re­conocerlo? Necesito tener receptividad. ¿Estoy dispuesto a reconocer que el su­frimiento y la congoja los fabrico yo mismo? Si eres capaz de darte cuenta, es que comienzas a despertarte.
Ordinariamente, buscamos alivio y no curación. Cuando sufres, ¿estás dis­puesto a separarte de ese sufrimiento lo necesario para analizarlo y descubrir el origen que está detrás? Es preferible dejar que sufras un poco más, hasta que te hartes y estés dispuesto a ver. O des­piertas tú, o la vida te despertará.
Las componendas y alivios son manejos comerciales del buen comportamiento que te ha metido en la mente tu sentido de buena educación. Si los miras, bien despierto, descubri­rás que no son más que utilización, co­mercio de toma y daca y chantaje, más hipocresía. Cuando ves esto, ¿quieres quitarte el cáncer, o tomar un analgésico para no sufrir? Cuando la gente se harta de sufrir es un buen momento para despertar.
Buda dice: "El mundo está lleno de dolor, que genera sufrimiento. La raíz del sufrimiento es el deseo. Si quieres arrancarte esa clase de dolor, tendrás que arrancarte el deseo."
¿El deseo es cosa buena? Es una cuestión de lenguaje, pues la palabra "deseo", en español, abarca deseos buenos, que son estímulos de acción, y deseos estériles, que a nada condu­cen. A estos deseos, para entendernos, vamos a llamarlos apegos.
La base del sufrimiento es el ape­go, el deseo. En cuanto deseas una cosa compulsivamente y pones todas tus ansias de felicidad en ella, te ex­pones a la desilusión de no conseguir­la. De no haber deseado tanto que tu amigo te acoja, te contemple y te ten­ga en cuenta; de no desearlo tanto, no te importaría su indiferencia ni su re­chazo. Donde no hay deseo-apego, no hay miedo, porque el miedo es la cara opuesta del deseo, insepa­rable de él.
Sin esta clase de deseos, nadie te puede intimidar, ni nadie te puede con­trolar o robar, porque, si no tienes deseos, no tienes miedo a que te quiten nada.

No hay pareja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. Sólo es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerables.

El amor no duerme
Donde hay amor no hay deseos. Y por eso no existe ningún miedo. Si amas de verdad a tu amigo, tendrías que poder decirle sinceramente: "Así, sin los cristales de los deseos, te veo como eres, y no como yo desearía que fue­ses, y así te quiero ya, sin miedo a que te escapes, a que me faltes, a que no me quieras." Porque en realidad, ¿qué deseas? ¿Amar a esa persona tal cual es, o a una imagen que no existe? En cuanto puedas desprenderte de esos deseos-apegos, podrás amar; a lo otro no se lo debe llamar amor, pues es todo lo contrario de lo que el amor significa.
El enamorarse tampoco es amor, sino desear para ti una imagen que te imaginas de una persona. Todo es un sueño, porque esa persona no existe. Por eso, en cuanto conoces la reali­dad de esa persona, como no coincide con lo que tú te imaginabas, te des­enamoras. La esencia de todo enamo­ramiento son los deseos. Deseos que generan celos y sufrimiento porque, al no estar asentados en la realidad, viven en la inseguridad, en la descon­fianza, en el miedo a que todos los sueños se acaben, se vengan abajo.
El enamoramiento proporciona cier­ta emoción y exaltación que gusta a las personas con una inseguridad afectiva y que alimentan una sociedad y una cultura que hacen de ello un comercio. Cuando estás enamorado no te atreves a decir toda la verdad por miedo a que el otro se desilusione porque, en el fon­do, sabes que el enamoramiento sólo se alimenta de ilusiones e imágenes idealizadas.
El enamoramiento supone una ma­nipulación de la verdad y de la otra per­sona para que sienta y desee lo mismo que tú y así poder poseerla como un objeto, sin miedo a que te falle. El ena­moramiento no es más que una enfer­medad y una droga del que, por su in­seguridad, no está capacitado para amar libre y gozosamente.
La gente insegura no desea la felicidad de verdad; porque teme el riesgo de la libertad y, por ello, prefiere la dro­ga de los deseos. Con los deseos vie­nen el miedo, la ansiedad, las tensio­nes y..., por descontado, la desilusión y el sufrimiento continuos. Vas de la exaltación al desespero.
¿Cuánto dura el placer de creer que has conseguido lo que deseabas? El primer sorbo de placer es un encan­to, pero va prendido irremediable­ mente al miedo a perderlo, y cuando se apoderan de ti las dudas, llega la tristeza. La misma alegría y exalta­ción de cuando llega el amigo, es pro­porcional al miedo y al dolor de cuan­do se marcha... o cuando lo esperas y no viene... ¿Vale la pena? Donde hay miedo no hay amor, y podéis es­tar bien seguros de ello.
Cuando despertamos de nuestro sue­ño y vemos la realidad tal cual es, nues­tra inseguridad termina y desaparecen los miedos, porque la realidad es y nada la cambia. Entonces puedo decirle al otro: "Como no tengo miedo a perderte, pues no eres un objeto de propiedad de nadie, entonces puedo amarte así como eres, sin deseos, sin apegos ni condiciones, sin egoísmos ni querer poseerte." Y esta forma de amar es un gozo sin límites.
¿Qué haces cuando escuchas una sinfonía? Escuchas cada nota, te delei­tas en ella y la dejas pasar, sin buscar la permanencia de ninguna de ellas, pues en su discurrir está la armonía, siempre renovada y siempre fresca. Pues, en el amor, es igual. En cuanto te agarras a la permanencia destruyes toda la belleza del amor. No hay pare­ja ni amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. El apego mu­tuo, el control, las promesas y el deseo, te conducen inexorablemente a los con­flictos y al sufrimiento y, de ahí, a cor­to o largo plazo, a la ruptura. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles. Sólo es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable.

Disparar gratuitamente
Hay dos tipos de deseos o de de­pendencias: el deseo de cuyo cumpli­miento depende mi felicidad y el deseo de cuyo cumplimiento no depen­de mi felicidad.
El primero es una esclavitud, una cárcel, pues hago depender de su cumplimiento, o no, mi felicidad o mi sufrimiento. El segundo deja abierta otra alternativa: si se cumple me ale­gro y, si no, busco otras compensaciones. Este deseo te deja más o me­nos satisfecho, pero no te lo juegas todo a una carta.
Pero existe una tercera opción, hay otra manera de vivir los deseos: como estímulos para la sorpresa, como un juego en el que lo que más importa no es ganar o perder, sino jugar.
Hay un proverbio oriental que dice: "Cuando el arquero dispara gratuita­mente, tiene con él toda su habilidad." Cuando dispara esperando ganar una hebilla de bronce, ya está algo nervio­so. Cuando dispara para ganar una me­dalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos. Su habilidad no ha cambiado pero el premio lo divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute de disparar. Quedan apegadas allí, en su habilidad, las energías que necesitaría libres para disparar. El deseo del triun­fo y el resultado para conseguir el pre­mio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la armonía y el goce.
El deseo marca siempre una depen­dencia. Todos dependemos, en cierto sentido, de alguien (el panadero, el le­chero, el agricultor, etc., que son necesarios para nuestra organización) . Pero depender de otra persona para tu pro­pia felicidad es, además de nefasto para ti, un peligro, pues estás afirmando algo contrario a la vida y a la realidad.
Por tanto, el tener una dependencia de otra persona para estar alegre o tris­te es ir contra la corriente de la reali­dad, pues la felicidad y la alegría no pueden venirme de fuera, ya que están dentro de mí. Sólo yo puedo actualizar las potencias de amor y felicidad que están dentro de mí y sólo lo que yo con­siga expresar, desde esa realidad mía, me puede hacer feliz, pues lo que me venga desde afuera podrá estimularme más o menos, pero es incapaz de dar­me ni una pizca de felicidad.
Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melo­día la que me hace feliz; y cuando mi amigo se va me quedo lleno con su música, y no se agotan las melodías, pues con cada persona suena otra me­lodía distinta que también me hace fe­liz y enriquece mi armonía. Puedo te­ner una melodía o más, que me agra­den en particular, pero no me agarro a ellas, sino que me agradan cuando es­tán conmigo y cuando no están, pues no tengo la enfermedad de la nostalgia, sino que estoy tan feliz que no añoro nada. La verdad es que yo no puedo echarte de menos porque estoy lleno de ti. Si te echase de menos sería recono­cer que al marcharte te quedaste fuera. ¡Pobre de mí, si cada vez que una per­sona amada se va, mi orquesta deja de sonar!
Cuando te quiero, te quiero inde­pendiente de mí, y no enamorado de mí, sino enamorado de la vida. No se puede caminar cuando se lleva a al­guien agarrado. Se dice que tenemos necesidades emocionales: ser querido, apreciado, pertenecer a otro, que se nos desee. No es verdad. Esto, cuando se siente esa necesidad, es una enfermedad que viene de la inse­guridad afectiva.
Tanto la enfermedad, necesidad de sentirme querido, como la medicina que se ansía, el amor recibido, están basados en premisas falsas. Necesida­des emocionales para conseguir la fe­licidad en el exterior, no hay ninguna; puesto que tú eres el amor y la felici­dad en ti mismo. Sólo mostrando ese amor y gozándote en él vas a ser real­mente feliz, sin agarraderas ni deseos, puesto que tienes en ti todos los ele­mentos para ser feliz.
La respuesta de amor del exterior agrada y estimula, pero no te da más felicidad de la que tú dispones, pues tú eres toda la felicidad que seas capaz de desarrollar. Dios es la Verdad, la Feli­cidad y la Realidad, y Él es la Fuente, dispuesta siempre para llenarnos en la medida que, libremente, nos abramos a Él.

Tú ya eres felicidad
Despertarse es la única experiencia que vale la pena. Abrir bien los ojos para ver que la infelicidad no viene de la realidad, sino de los deseos y de las ideas equivocadas. Para ser feliz no has de hacer nada, ni conseguir nada, sino deshacerte de falsas ideas, ilusiones y fantasías que no te dejan ver la reali­dad. Eso sólo se consigue mantenién­dote despierto y llamando a las cosas por su nombre.
Tú ya eres felicidad, eres la felici­dad y el amor, pero no lo ves porque estás dormido. Te escondes detrás de las fantasías, de las ilusiones y también de las miserias de las que te avergüen­zas. Nos han programado para ser feli­ces o infelices (según aprieten el botón de la alabanza o de la crítica), y esto es lo que te tiene confundido. Has de dar­te cuenta de esto, salir de la programa­ción y llamar a cada cosa por su nombre.
Si te empeñas en no despertar, nada se puede hacer. "No te puedes empe­ñar en hacer cantar a un cerdo, pues perderás tu tiempo y el cerdo se irrita­rá." Ya sabes que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Si no quieres oír para despertar, seguirás programado, y la gente dormida y programada es la más fácil de controlar por la sociedad.

Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melodía la que me hace feliz; y cuando mi amigo se va me quedo lleno de su música

2
¡DESPROGRÁMATE!
¡SÉ TÚ MISMO!

Lo importante es ser capaz de darte cuenta de que no eres más que un yo­yo, siempre de arriba para abajo, según tus problemas, tus disgustos o depre­siones; que eres incapaz de mantener una estabilidad. Darte cuenta de que te pasas la vida a merced de personas, de cosas o situaciones. Que te manipulan o tú puedes manipular. Que no eres dueño de ti ni capaz de mirar las situaciones con sosiego, sin enfados ni ansiedad.
Toda esa actitud sólo depende de tu programación. Estamos programados desde niños por las conveniencias socia­les, por una mal llamada educación y por lo cultural. Vivimos por ello programa­dos y damos la respuesta esperada ante situaciones determinadas, sin pararnos a pensar qué hay de cierto en la situación, y si es consecuente con lo que de verdad somos esa respuesta habitual y mecá­nica.
Tenemos programadas ideas conven­cionales y culturales, que tomamos como verdades cuando no lo son. Como la idea de patria, de fronteras y hábitos culturales que nos llevan a con­flictos cuando nada tienen que ver con la verdad.

Lo que haces como hábito, te hace dependiente porque te lo han programado. Sólo lo que surge de dentro es tuyo y te hace libre.

¡Desprográmate!
Cuando venía hacia aquí, en el avión, me dijeron:
-Mira, ya salimos de la India, ahí está la frontera.
Yo me asomé y por más que miraba no vi ni una línea, ni una barrera natu­ral de separación. ¿Es que existen las fronteras en la naturaleza? No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda cultura no es más que ideas que nos separan.
Hubo un niño blanco que se perdió en la selva y se crió en una tribu con cultura distinta. Cuando creció se casó con una nativa de aquella cultura. Ocu­rrió que a una amiga de su mujer se le murió su marido en la guerra, y aque­lla noche, al pensar en su amiga sola, la mujer nativa le dijo al marido blanco:
-Oye, me gustaría que fueses a consolar a mi amiga, que está sola, y como ya no tiene marido te acostases con ella.
El marido, que recordaba aún rasgos de su cultura, se negaba, horrorizado, pero al final complació a su mujer. Cuando volvió, la mujer le dijo:
-Ya sabía que eras un buen hom­bre y ahora te quiero más, porque eres compasivo y me siento orgullosa de ti.
¡Qué bella su cultura, pero qué difí­cil de entender y seguir para nosotros! No existe separación de razas, sólo dis­tintas culturas programadas en nuestras mentes. En la naturaleza no existen fronteras. El honor, el éxito y el fraca­so no existen, como tampoco la belle­za ni la fealdad, porque todo consiste en una manera de ver de cada cultura. Es lo cultural lo que provoca esas emo­ciones ante el nombre de patria, raza, idioma o pueblo. Son distintas formas de ver que están programadas en nues­tra mente. La patria es el producto de la política, y la cultura es la manera de adoctrinar.
Cuando eres un producto de tu cul­tura, sin cuestionarte nada, te convier­tes en un robot. Tu cultura, tu religio­sidad y las diferencias raciales, nacio­nales o regionales te han sido estam­padas como un sello y las tomas como algo real. Te enseñaron una religiosi­dad y una forma de comportarte que no has elegido, sino que te vinieron im­puestas desde fuera, antes de que tuvie­ses edad o discernimiento para decidir, y sigues así, con ellas colgadas, como una piedra al cuello.
Sólo lo que nace y se decide aden­tro es auténtico y te hace libre. Lo que haces como hábito y que no puedes dejar de hacer porque te domina, te hace dependiente, esclavo de lo que crees, porque te lo han programado. Sólo lo que surge de dentro lo anali­zas, lo pasas por tu criterio y te deci­des a ponerlo en práctica asumiéndo­lo; es tuyo y te hace libre.
Tienes que liberarte de tu historia y su programación para responder por ti mismo y no de personaje a personaje.
Lo mismo ocurre con lo que creemos amor y que no es más que un mo­delo cultural aceptado por la mente. No se puede vivir influenciado por el pa­sado. Lo menos que se puede hacer por el amor es ser sincero, tener claridad de percepción y llamar a cada cosa por su nombre. Ser capaz de dar la respues­ta precisa sin engañar ni engañarte. Por­que te amo te doy la respuesta, desde mi realidad, que te corresponde a ti y a tu realidad, en este momento. Más tar­de no sé lo que puede ocurrir, y por ello no te hago promesas que no sé si po­dría cumplir.
Esto es lo menos que puedes exigirle al amor: sinceridad. La espiritualidad consiste en ver las cosas, no a través de cristales de color, sino tal como son. La espiritualidad ha de nacer de ti mismo; y cuanto más seas tú mismo, serás más es­piritual.

Lo cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo.

No seas fotocopia
No imites a nadie, ni siquiera a Je­sús. Jesús no era copia de nadie. Para ser como Jesús, has de ser tú mis­mo, sin copiar a nadie, pues todo lo auténtico es lo real, como real era Jesús.
La culpabilidad y la crítica no exis­ten más que en la mente de la cultu­ra. Las personas que menos se pre­ocupan de la vida de ahora, de vivir el presente, son las que más se pre­ocupan por lo venidero. Preocúpate por estar despierto, vive ahora y no te importará el futuro. Cuando tu mentalidad cambia, todo cambia para ti, a tu alrededor. Lo que antes te pre­ocupaba tanto, ahora te importa un bledo y, en cambio, vas descubrien­do cosas maravillosas que antes te pasaban inadvertidas.
Lo que más les preocupa a las per­sonas programadas es tener razón. Tie­nen miedo a perder sus ideas, en las que se apoyan, porque les dan pavor el ries­go, el cambio, la novedad, y se agarran a sus viejas ideas porque están fosili­zadas.
Nuestra vida se convierte en un lío porque tomamos por realidad lo que no son más que programaciones que no nos sirven de nada y nos agarramos a ellas porque no sabemos descubrir otra cosa. En el fondo, tenemos una enor­me inseguridad y, para sentirnos mejor, vamos a consultar a los que creemos que saben más que nosotros, creyendo que ellos nos van a solucionar los pro­blemas. Pero los problemas, que sólo existen en nuestra imaginación, sólo despertando los solucionaremos.

Fácil y difícil
Se cuenta que había un gran maes­tro llamado Buso, que vivía con su es­posa y una hija, todos con fama de sa­biduría y santidad. Un día se acercó un hombre al maestro y le preguntó:
-La iluminación, ¿es fácil o difícil?
Y Buso le contestó:
-Es tan difícil como alcanzar la Luna.
No conforme, el hombre se acercó a la mujer de Buso y le hizo la misma pregunta, a lo que ella le contestó:
-Es muy fácil. Es tan fácil como beberse un vaso de agua.
Intrigado se quedó el hombre y, para salir de dudas, le hizo la misma pregunta a la hija del maestro, que le contestó:
-¡Hombre!, si lo haces difícil es di­fícil, pero si lo haces fácil...
Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad, sin engañarse, porque ver significa cambio, nada a qué agarrarse, y esta­mos acostumbrados a buscarnos asi­deros y a andar con muletas. En cuan­to llegas a ver con claridad, tienes que volar; y volar es no tener nada de qué agarrarte. Necesitamos desmontar la tienda en la que nos refugiábamos y seguir por el sendero adelante sin apoyos.
El susto mayor es por la aniquilación de todo miedo, puesto que los miedos han sido el manto en el que te envol­vías para no ver ni ser visto. Dejar las cosas atrás y enfrentarte a la felicidad, cuando no quieres ser feliz a ese pre­cio. Una felicidad que has de expre­sar tú y no esperar a que te la den he­cha. Aunque vas diciendo que buscas la felicidad, lo cierto es que no quie­res ser feliz. Prefieres volver al nido antes que volar porque tienes miedo, y el miedo es algo conocido y la feli­cidad no.
En mi profesión de psicólogo ad­vierto cada día esto. Lo primero que tiene que entender el buen psi­cólogo es que el que viene a él no busca la curación, sino el alivio, la comodidad, pero no quiere cam­biar; es demasiado expuesto y com­prometido.
Es como aquel que está metido en la porquería hasta la boca y que lo único que le preocupa es que no le hagan olas, no que lo saquen de allí. Lo malo es que la mayoría equipara la felicidad con conseguir el objeto de su apego, y no quiere saber que la fe­licidad está precisamente en la ausen­cia de los apegos, y en no estar so­metido al poder de ninguna persona o cosa.

En la naturaleza no existen fronteras. No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda cultura no es más que ideas que nos separan.

Conocerse a fondo
Para despertarse, el único camino es la observación. El ir observándose. El ir observándose uno a sí mismo, sus re­acciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críti­cas, sin justificaciones ni sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad. Es conocerse a fondo.
El indagar e investigar quién es Je­sucristo es muy loable, pero ¿para qué sirve? ¿Te puede servir para algo si no te conoces a ti mismo? ¿Te sirve para algo si estás controlado y manipulado sin saberlo?
La pregunta más importante del mundo, base de todo acto maduro, es: ¿Yo, quién soy? Porque, sin conocerte, no puedes conocer ni a Dios. Conocer­te a ti mismo es fundamental. Sin em­bargo, lo curioso del caso es que no hay respuesta para la pregunta ¿quién soy yo?, porque lo que tienes que averiguar es lo que no eres, para llegar al ser que ya eres.
Hay un proverbio chino que dice: "Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión. Cuando la men­te no está bloqueada, el resultado es la sabiduría, y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el amor."
Hay que quitar las vendas para ver. Si no ves, no puedes descubrir los im­pedimentos que no te están dejando ver.
El observarte a ti mismo es estar atento a todo lo que acontece dentro y alrededor de ti, como si esto le ocurrie­se a otra persona, sin personalizarlo, sin juicio ni justificaciones ni esfuerzos por cambiar lo que está sucediendo, ni for­mular ninguna crítica ni autocompade­certe. Los esfuerzos que hagas por cam­biar son peores, pues luchas contra unas ideas, y lo que hay que hacer es com­prenderlas, para que ellas se caigan por sí solas una vez que comprendas su fal­ta de realidad. Hay que cuestionar todo esto para ver si se comprende como una verdad y entonces te pondrás a obser­varte.

La vida observada
A veces te sientes mal, hecho un lío, no sabes funcionar solo y te vas al psi­cólogo a que te arregle. El psicólogo no puede hacer nada que tú no hagas. No puede conseguir nada que tú no es­tés dispuesto a hacer. Puede escuchar­te y ayudar a que tú mismo vayas acla­rándote mientras hablas. En verdad, lo que haces allí es observarte, y eso es lo que has de hacer tú, pero de con­tinuo. Yo soy psicólogo y puedo de­cirte que la terapia, la mayoría de las veces, lo que hace es un intercambio de problemas: te quita uno, pero te mete otro.
La espiritualidad es la que intenta solucionarte. Busca solucionar el pro­blema del yo, que es el que está gene­rando los problemas que te llevan al psicólogo y al psiquiatra. La espiritua­lidad va directamente a la raíz, a res­catar tu yo, el auténtico, que está aho­gado por barreras que no lo dejan ser libremente.
El hacer esfuerzos por cambiar es contraproducente, pues lo que te va a cambiar es la verdad: observar la ver­dad y comprender que tu programación no te deja ser tú mismo. El observador es lo que te va a cambiar. "La vida no observada, no examinada, no vale la pena vivirla, porque no es vida", decía Sócrates.
Es preciso darse cuenta de todas las reacciones que surgen al mirar a una persona, un paisaje o a uno mismo. Observa cómo sueles reaccionar frente a determinadas situaciones. Mirar con objetividad, como si no fueras tú, to­mando conciencia de lo que pasa den­tro y fuera de ti, estando atento (como cuando conduces). Hacerlo sin juicios valorativos, porque si te pones etique­tas, ya no ves las cosas como son. Caer en la cuenta, sin prejuicios, sólo enten­diéndolo.
Si no cambiamos espontáneamente es porque ponemos resistencia. En cuanto descubramos los motivos de la resistencia, sin reprimirla ni rechazar­la, ella misma se disolverá. Cuando en nosotros hay sensibilidad, no se nece­sita violencia alguna para conseguir las cosas que necesitamos, pues todo se resuelve entendiendo, comprendiendo; y nos sorprendemos al ver cómo todo se resuelve según comprendemos la realidad y no luchemos contra ella.
Tenemos que darnos cuenta de que, con la palabra, o con el pensa­miento, solemos etiquetar las cosas y las personas, y luego, como conse­cuencia de ello, vivimos el personaje de la etiqueta, y no la persona. Po­nerse en contacto con la realidad es mirar ésta sin querer interpretarla, ni cambiar nada, sino dejar que la rea­lidad cambie el orden de las cosas lu­ciendo por sí misma.

Para ser como Jesús, has de ser tú mismo, sin copiar a nadie, pues todo lo auténtico es lo real, como real era Jesús.

Métodos para ser feliz
Darte cuenta del dolor, de la aflic­ción o del desasosiego que sufres y cuál es el motivo; de dónde sale, en verdad,
ese sufrimiento. Si te sientes molesto, darte cuenta en seguida de ello, y de dónde nace este malestar. (Si dices que estás molesto porque alguien se ha por­tado mal contigo, no se puede enten­der que tú te castigues porque otro se comporta mal. Tiene que haber otro motivo más personal y escondido. Ob­sérvalo.)
Darte cuenta de que el sufrimiento o las molestias se deben a tu reacción ante un hecho o una situación concreta y no a la realidad de lo que está ocu­rriendo. (Si vas a ir al campo y llueve, el enfado no está en la lluvia -que es la realidad-, sino en tu reacción por­que se han contrariado tus planes.)
Solemos echar la culpa a la realidad y no queremos darnos cuenta de que son nuestras reacciones programadas las que nos contrarían. Tenemos unos hábitos inculcados, que funcionan como una maquinita automática: a tal pregunta, tal respuesta; a tal contrarie­dad, tal reacción. Y funcionamos como autómatas. La cultura nos inculca unas leyes rígidas, cuya única razón es que así se ha hecho siempre. Y con esta ra­zón tan endeble somos capaces de ma­tarnos por defender: honor, patria, ban­dera, raza, familia, buenas costumbres, orden, ideales, buena fama y muchas más palabras que no encierran más que ideas sin sentido real, que nos han in­culcado como cultura. Y lo mismo ocu­rre con las ideas religiosas.
Lo importante es el ser, y no el fi­gurar. La verdad es que estamos tan metidos en esa programación que ac­tuar con claridad de percepción, desde esa cultura, casi parece un milagro, y más si pretendemos reaccionar sin dis­gusto. Hay que despertarse antes para comprender que lo que te hace sufrir no es la vida, sino tus alucinaciones, y cuando consigues despertar y apartas los sueños, te encuentras cara a cara con tu libertad y con la verdad gozosa.
Lo cierto es que el dolor existe por­que rechazamos que lo único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo. Cuan­do somos capaces de encontrar el ca­mino despejado, para ese amor-felici­dad que somos, nos topamos con el dolor, que no es nada concreto ni sus­tancial por sí mismo, sino la ausencia de la percepción del amor-felicidad. Como la oscuridad, que no existe, sino que es consecuencia de la menor per­cepción de la luz.
La vida es, en sí, un puro gozo y tú eres amor-felicidad como sustancia y potencial para desarrollar. Sólo los obs­táculos de la mente te impiden disfru­tarla plenamente. Son las resistencias que pone tu programación lo que te impide ser feliz. De no tropezar con tu resistencia, ¿dónde estaría el dolor? Habría una armonía en ti, igual a la que existe en la naturaleza. Más aun, pues tú eres rey de esa naturaleza y dotado de una sensibilidad para captar la bon­dad, la felicidad y la belleza, que te hace creativo y capaz ya, no sólo de ser feliz, sino de dar amor-felicidad a ma­nos llenas.
Con sólo observar todo esto ya es­tás dando un paso para tu despertar. Todo depende de tu reacción, y ésta depende de tu programación; y si eres capaz de observar esto y comprender­lo, ya tendrás bastante.
Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente, con sinceridad, sin engañarse, porque ver significa cambio.

La irrupción de lo femenino

Los tiempos hace ya mucho que están cambiando y la Nueva Era tan esperada parece que viene de la mano de valores más integradores, más íntimos y más amorosos. Sin querer caer en estereotipos, la Vieja Era patriarcal parece abocada a un callejón sin salida. Aquella estrategia de conquista y triunfo, de competitividad y crecimiento ilimitado ya no da más de sí en medio de guerras intestinas alrededor del orbe, miseria y hambrunas generalizadas, superpoblación descontrolada, recursos escasos de materias primas, y desastres tras desastre ecológico. Todos estamos diciendo ¡Basta!. A estas alturas, dentro del tercer milenio, nadie discutiría históricamente el paso evolutivo que va del mito al logos, el desarrollo de la razón, de la mente lógica y especulitiva, el ingenio del hombre y su apuesta tecnológica, pero cuando la razón se desconecta de su anclaje que es el corazón produce engendros absurdos que pueden poner en peligro –tal como lo estamos viviendo– la totalidad de la vida y el mismo sentido de la humanidad.

Lo femenino nos reclama a hombres y mujeres aunque es ésta la que está tomando la delantera ya que no tiene nada que perder en el cambio. Ella es, según estudios sociológicos, la que más estudia, la que más viaja, la que más asiste a espacios de crecimiento. Ella es la que asiste con fuerza al mundo público sin abandonar su papel tradicional en el hogar aunque ello conlleve a menudo una esquizofrenia y una rebeldía ante la gran carga que tiene que llevar. No obstante, aunque la liberalización de la mujer en estos momentos no tiene parangón en la historia no olvidemos que los riesgos no son despreciables: la ingenería genética en la fecundación que pretende controlar la propia selección natural; los mismos controles indiscriminados de natalidad; el paro masivo que se ceba en la mujer cuando los tiempos son de crisis; el alejamiento en el ámbito de la educación de sus hijos; la presión sobre su comportamiento y sobre su estética como mujer objeto, y un largo etcétera.

La mujer, al igual que el hombre al mirarse en ella, tiene que recuperar una imagen más completa de ella misma. Para ello tiene que desenmascarar a la historia que la ha dejado a un lado y encontrar aquellos otros tiempos cuando ella era la detentadora del poder más alto, el de comunicarse con lo espiritual, el de bendecir las siembras, los nacimientos, la despedida de los muertos y las ofrendas en el amor. Era la sacerdotisa y su poder era evidente porque daba a luz cuando los dioses se comunicaban con ella. Todo cambió cuando otros pueblos más bárbaros del norte vinieron a revolucionar el Olimpo y a relegar a la Diosa Blanca a una mera consorte y sierva de un primerizo y arrogante dios. Ella no obstante fue víctima de los nuevos tiempos pero también cómplice, y delegó cansada todo el control del universo a su esposo y padre celeste, pero conservó bajo su dominio el viento, el destino y la muerte, cosas en las que no atina la lógica del hombre.

En esa espera, las estrategias de dominación del hombre sobre la mujer fueron múltiples, la mujer tuvo que irse a la casa del marido en su casamiento perdiendo la seguridad de su familia; estuvo controlada –cuando no mutilada–sexualmente; sus hijos perdieron el apellido materno; perdió la voz, la decisión, la libertad y el contacto con otras mujeres posibles de solidaridad. El hombre, siempre temeroso, dividió al mundo en bueno y malo, y puso lo brillante, la palabra, la ley, la razón de su lado y dejó a la mujer el cuerpo pecaminoso, las corazonadas y las habladurías, las intuiciones misteriosas. En ese abismo creado toda mujer sabia, curandera fue tratada de hechicera en comunión con el diablo, y hasta en los concilios le fue negada el alma.

La mujer olvidó por pura supervivencia y se adaptó como bien sabe hacerlo, aunque las nanas y los cuentos que relataba a sus hijos permanecieran los mensajes donde el pequeño batía al gigante, el débil engañaba al poderoso malvado, y el marginado/a se alzaba con el amor del principe o princesa. Mensajes de vida que anteponían a la cultura de muerte, de guerra, de jerarquía y orden estricto social.

A la mujer no le quedó más remedio que ser la vírgen, la madre o la puta cuando no se retiraba del mundo como monja, y el hombre se vivió en cuanto a ella como protector, tutor y controlador temeroso de que sus hijos no fueran suyos, y de que sus secretos se divulgaran, y que su imagen íntima lo delatara, y de que sus decisiones y conocimiento fueran rebatidos, o temor a mostrar su dependencia afectiva, y tantas y tantas cosas que da miedo reconocer. Ahora la mujer ha madurado y el hombre tendrá que hacerlo con ella pues formamos partes de un todo indisociable. El excesivo celo del hombre en cuanto a la mujer no es más que la muestra de lo tremendamente importante que es para él, y también de su envidia de dar vida o quizás de su belleza, aunque éste, muy astuto, lo haya disfrazado proyectando en ella la «envidia de pene».

Sexismo y racismo necesariamente van de la mano pues son lo que son, estrategias depuradas de dominación. Lo que pasa es que el hombre se olvidó que con la dominación y control de todo lo que sentía extraño se quedaría solo en un universo donde el misterio le daba la espalda. No es extraño que nosotros los hombres también deseemos el cambio y aceptemos, aunque a regañadientes, el retorno de la diosa.

Con todo, decíamos que los tiempos han cambiado y ahora lo femenino ya no puede ser confiscado por nadie pues pertenece a la vida, y el mismo mito de la Era de Acuario habla de integración de los valores femeninos y masculinos tanto en el hombre como en la mujer, hacia un modelo de persona más autónomo y solidario con el otro, con los otros, en definitiva con la diferencia. El futuro está en la androginia, no como la pérdida de la diferencia en un ser amorfo sino como la aceptación de que el dar y el recibir, el desear y el ser deseado, el decir y el escuchar, forman parte intrínsicamente de uno y de una. Tenemos mucho que descubrir.

Julio Peragòn.-

Cuál es el límite?

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristocratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejercitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:

-"Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor... Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas...Esa es mi dote..."

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar: -"Tendrás tu oportunidad: Si pasas la prueba, me desposaras".

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos.

Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegria y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: -"¿Qué fué lo te que ocurrió?...Estabas a un paso de lograr la meta...¿Por qué perdiste esa portunidad?... ¿Por qué te retiraste?..."

Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja: -"Mi amada princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento...Ni siquiera una hora... No merecia mi amor...".

Autor: Walter Riso (Colombiano) Titulo: ¿Amar o Depender?

El merecimiento no siempre es egolatría, sino dignidad. Cuando damos lo mejor de nosotros mismos a otra persona, cuando decidimos compartir la vida, cuando abrimos nuestro corazón de par en par y desnudamos el alma hasta el último rincón, cuando perdemos la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos merecemos comprensión. Que se menosprecie, ignore o desconozca firmemente el amor que regalamos a manos llenas es desconsideración o, en el mejor de los casos, ligereza. Cuando amamos a alguien que además de no correspondernos desprecia nuestro amor y nos hiere, estamos en el lugar equivocado.

Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigamos. La cosa es clara: si no me siento bien recibido en algún lugar, empaco y me voy. Nadie se quedaría tratando de agradar y disculpándose por no ser como les gustaría que fuera. No hay vuelta de hoja.

En cualquier relación de pareja que tengas, no te merece quien no te ame, y menos aún, quien te lastime. Y si alguien te hiere reiteradamente sin "mala intencion", puede que te merezca pero no te conviene.

Piensas seguir sobreviviendo?

Un dicho popular reza " La vida dura tres días y dos ya han pasado"

El tiempo pasa tan deprisa a nuestro alrededor que tan sólo nos damos oportunidad de "sobrevivir", somos esclavos de la rutina y pasamos cada uno de nuestros días sumergidos en un mar de problemas y de situaciones triviales que pocos momentos libres nos dejan.

He dedicado algunos instantes a recordar cuando fue la última vez que estando en alguna reunión o simplemente hablado con alguien, haya escuchado algún comentario que dijera algo tan simple, como, "ayer vi un hermoso atardecer", o bien, " vi a un grupo de aves volar hacia el sur ", y aún no puedo recordarlo; píensalo bien y estoy segura que estarás de acuerdo conmigo en que este tipo de comentarios ya no se escuchan fácilmente.

Algunos pensaraá en estos momentos que esos son comentarios superficiales y de gente que no tiene nada sobre lo que hablar, que mucho mejor sería discutir de temas de actualidad como los son las crisis económicas en el mundo o la falta de valores que vive la sociedad, si bien es cierto que estos son temas de interés para todos ya que los vivimos 24 horas al día, todos los días, también es cierto que en el mundo existen muchas cosas más que vale la pena apreciar pero que por decisión propia o de la misma sociedad nos hemos abstraído de ellas.

Vivimos en un mundo en el cual es mas importante saber a cuánto cerró la Bolsa hoy, que como amaneció nuestra madre, o bien, enterarnos sobre todos los detalles del caso gubernamental de turno mejor que preguntar qué tal estará ese amigo que llevo tiempo sin ver.

Con esto quiero decir que hemos puesto a las personas en un segundo plano, que nos hemos vuelto frívolos y egoístas, que sólo nos importa lo que está en "nuestro" mundo y cualquier situación, persona o cosa que no pertenezca a él, no nos importa.

Nos hemos olvidado que somos las personas las que movemos al mundo y no al revés, hemos olvidado el VIVIR para pasar tan sólo a sobrevivir en un mundo regido por el caos y la complejidad.

Cuantificamos nuestro tiempo en dinero, no nos importa pasar algunas horas extras en nuestro trabajo para ganar una mejor posición en la empresa y sentir que así podemos ganar el mundo, pero nunca nos percatamos que al hacer eso estamos perdiendo cosas tan grandes como: la infancia de nuestros hijos, la oportunidad de disfrutar a nuestros padres o de visitar algún amigo.

Lo más irónico de esto es que estas cosas que alimentan y engrandecen al ser humano son gratis y tan sólo nos cuestan un poco de nuestro tiempo.
Estoy absolutamente convencida de que nacimos para VIVIR.

Mira a tu alrededor y ante tanta grandeza, responde ?

¿Piensas seguir sobreviviendo?

Forjar tu ser con felicidad

Eres feliz cuando descubres
el encanto de las cosas sencillas.
En ellas luce la verdadera grandeza.
Eres feliz cuando disfrutas el ahora intensamente,
no te ofuscas por el pasado
ni te angustias por el porvenir.
Eres dichoso cuando eres misericordioso,
pacífico, limpio de corazón.
Cuando te esfuerzas por ser humilde,
amigo de Dios y hermano de los hombres.
Cuando dedicas tu vida a regalar momentos gratos.

El hombre para ser feliz
no necesita riquezas ni dignidades.
La felicidad la llevas contigo
si eres íntegro y bondadoso.
La felicidad está en servir, no en dominar,
nace de compartir, no de acumular.

La base está en los pies

Prevenir y curar enfermedades o molestias corporales.


Puntos de reflexología


Nuestros órganos están conectados con el cerebro y la columna vertebral a través del sistema nervioso.


Las terminaciones de los nervios se encuentran en las extremidades, por eso el pie está lleno de puntos que se vinculan con partes del cuerpo. Si presionamos estos puntos y sentimos alguna molestia, podremos identificar qué órganos tienen algún tipo de alteración, por acumulación de toxinas.




1–Dedos del pie: cabeza, nuca, zonas del rostro (nariz, oído, mandíbula, ojos, etc.) y zonas específicas de la cabeza.


2–El metatarso (bola del pie): pulmones, corazón, pecho, parte superior de la espalda, hombros..


3–Arco pie derecho: hígado y vesícula biliar.


4–Arco pie izquierdo: estómago y bazo. Arco de ambos pies: zona abdominal, páncreas y riñones.


5–Talón: zona pélvica, intestinos, colon y nervio ciático.


6–Borde interior del pie: 26 vértebras de la columna


y los 31 pares de nervios conectados a las vértebras .


7–Lado exterior del pie: rodilla, cadera y región lumbar.


8– Puntos entre hueso tobillo y talón: zonas reproductoras.



Automasaje


Cuando hay alteraciones en el cuerpo, se forman gránulos en las terminaciones nerviosas de los pies.

Son depósitos cristalinos de calcio y ácido úrico, que bloquean la energía.




Este masaje la libera:


1. Sentarse con la espalda erguida, llevando el abdomen hacia la espalda.


2. Las caderas están en línea con las rodillas, y éstas con el tercer dedo del pie.


3. Las rodillas forman un ángulo recto; los dedos de los pies se apoyan sobre un uslero.


4. Ejercer presión con los dedos de los pies sobre el uslero.


5. Rodar el uslero con el pie, presionando cada punto de la planta contra el uslero. Sentir cómo se van disolviendo arenillas o gránulos, hasta llegar al talón.


6. Deslizar en sentido contrario, desde el talón hacia el arco, metatarso y dedos, siempre ejerciendo presión hacia el uslero. Repetir hasta sentir que los gránulos han desaparecido y se siente el pie más relajado.





Cómo se obtienen los cuencos tibetanos

Los cuencos tibetanos se obtienen a partir de la aleación de los siete metales, los cuales cada uno de ellos simboliza a un planeta, así tenemos que:

Oro simboliza al Sol, Plata a la Luna, Mercurio a Mercurio, Cobre a Venus, Hierro a Marte, Estaño a Júpiter y Plomo a Saturno.

Desde la antigüedad el sonido ha tenido un uso “terapéutico”, estimulando las emociones, transmitiendo mensajes ligados a diversos estados físicos y así poder conectarnos con la frecuencia sonora y entrar en la armonía de la música de los Planetas.

El sonido es la fuente de todas las cosas ya sean visibles o invisibles y todas las tradiciones religiosas lo consideran un medio para poner al espíritu en contacto con las esferas celestes o la llamada música de las esferas.

También los místicos de todos los tiempos han atribuido a la música un lugar preponderante, considerando al sonido como una fuente de inspiración para la meditación y una vía directa para acercarse a la divinidad.

Cuando un cuenco tibetano suena se crean fuertes vibraciones que se propagan y se van difundiendo por todo el cuerpo, removiendo y abriendo nuestra energía, por lo que se crea una concordancia entre el cuenco y su poseedor, esto hecho varias veces provoca un estado de unidad y profunda paz, llegando más allá del relajamiento, moviendo la energía eliminamos esa mala energía que tenemos y la reemplazamos por energía positiva. Al ser el cuerpo humano un conjunto de vibraciones y ondas, los órganos sanos vibran con la frecuencia justa y los enfermos tienen una frecuencia alterada que este sonido repara.

A la vez que alineamos nuestra conciencia con estos sagrados instrumentos, nos vamos introduciendo en el Universo sonoro para poder encontrar la ruta de acceso al orden armónico y natural de la vida. Esta repercusión nos beneficia para entrar en la frecuencia sanadora, nos sentimos integrados, armoniosos, nuestra vibración se vuelve fuerte, irradiada de las virtudes que moran en nuestra naturaleza, nos sentimos dichosos y en paz.

En el camino de nuestra armonización nos van cantando nuestra música interna, ayudándonos a centrarnos, a atravesar nuestras disonancias con los diferentes tonos y los distintos toques van moviendo la energía en la dirección adecuada con nuestro macrocosmos y así notaremos una sensación de bienestar físico y espiritual.

La vibración de los cuencos tibetanos estimula al cuerpo, ya que éste al entrar en sintonía con sus frecuencias armónicas le ayuda a encontrar por sí mismo sus propias frecuencias y guiado por estas vibraciones el cuerpo se une a las ondas vibratorias primordiales.

Por eso es tan importante el sonido vibratorio de los cuencos tibetanos.

Debo

DEBO:
APRENDER, ENTENDER, CORREGIR, ACEPTAR Y MEJORAR

DEBO APRENDER: que enamorarme no es obsesionarme ni irme a los extremos.
DEBO APRENDER: que no debo poner toda la motivación de mi vida en una persona.
DEBO APRENDER: que si pretendo tener una relación de adulto, debo comportarme como tal.
DEBO APRENDER: que no es bueno sobrevalorar, endiosar, ni idealizar a nadie. Porque todos somos humanos, y no debo esperar de mi pareja más de lo que puedo esperar de un ser humano.
DEBO APRENDER: que es bueno ser como soy, siempre y cuando esto implique que mis conductas sean aceptadas a quien esté conmigo.
DEBO ACEPTAR: que los planes pueden desaparecer en un instante, porque el futuro se mueve y no como a mí me de la gana. Si éste me permite hacer algunas cosas sobre él, debo estar agradecido y no lamentándome por todo lo que no pude hacer.
DEBO ACEPTAR: que alrededor del amor, la sociedad ha creado muchas cosas que son creencias para todos, pero resulta que al vivirlas son un fraude.
Por eso debo afrontar la cara a la verdad de la relación objetivamente y no continuar una relación por una falsa comodidad o por miedo al dolor.
Si la vida me demuestra que aquello en lo que puse mi corazón es una mentira, debo aceptarlo; llorando, desahogándome y renaciendo como la nueva persona que seré.

DEBO ENTENDER: que no se debe rogar amor y que una relación de pareja no es para vivir angustiado.
DEBO ENTENDER: que la comodidad que me brinda la rutina es falsa porque la vida está en constante cambio, por eso es necesario aprender a tolerar la inseguridad natural que se maneja en la vida cotidiana.

DEBO ACEPTAR: que en el amor, como en cualquier otra cosa de la vida, existen los tropiezos, las caídas y los dolores, esto te produce miedo y lo único que hace es dificultar más las cosas.
DEBO ACEPTAR: que en algunas ocasiones es necesario pasar por un gran dolor para conocer una gran felicidad, ya que a veces el suelo del fondo es el más apto para brincar.

DEBO TENER PRESENTE: que el sentir algo hoy, no implica que lo sienta mañana, y así como me permito disfrutar, también debo permitirme llorar, ya que el dolor es parte de la vida, al igual que el placer.

DEBO MEJORAR: mi AUTOESTIMA.
Para que la partida de quien quiero no me haga sentir despreciado, humillado o rechazado.
Para no ser tan sensible al abandono.
Para que no hiera mi ego.
Para no terminar creyendo que me dejaron por feo o por tonto
Para poder aceptar que simplemente funcionó el tiempo que tuvo que funcionar.
Para no arrastrarme poniéndome de alfombra a los pies de nadie.

DEBO ACEPTAR: que a quien le agrado hoy, no es seguro que le agrade mañana.
Y eso no tiene por qué ofenderme...
Si acepto que a veces las personas no pueden dar más, ni yo mismo
Si acepto que quien esté conmigo tiene derecho a no estarlo y a que yo no le agrade por la convivencia que tuvimos y que no sea aceptado o simplemente tolerado, el tiene ese derecho a disentir
Si acepto que quien amo, tiene derecho a tomar sus propias decisiones, aunque a mi no me satisfagan.

DEBO RECORDAR: que a veces, lo bueno se obtiene esperando y presionando se arruina.
Por eso es necesario tener paciencia, esperar tranquilamente y RECORDAR...

Que la impaciencia es producto de un impulso emocional que tal vez pronto pasará.
Que la impaciencia asfixia a quien está conmigo.
v Que la presión se puede convertir en acciones irrespetuosas.
Que tomar una decisión mientras estoy impaciente es peligroso, porque estoy influido por un estado emocional extremo y pierdo toda objetividad, ahí no va mi verdad, va mi impulso, mi compulsión, y podría hacer algo de lo que me arrepienta.
Además, si soy paciente no veré como sufrimiento el tiempo que estoy en espera.

DEBO APRENDER: a no ser posesivo.
El que alguien se vaya no es perder una pertenencia que me gustaba mucho. Mi pareja no es mía, es prestada, y "su dueño" tiene derecho a llevárselo cuando desee. Y aunque "ser dueño" de alguien brinde más seguridad que tenerlo prestado, debo entender que eso es una ilusión.
Aunque crea que es mía, no lo es, por lo tanto...

No puedo decidir sobre la vida de quien esté conmigo.
No puedo esperar que haga sólo lo que yo desee.
No puedo controlarle, manipularle, adueñarme de ella, ni controlar su destino.
No debo reclamarle a la vida porque me quitó lo que me prestó

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