Gestalt: La audacia de vivir

Si tuviera que resumir en una sola expresión cuál es la raíz de todos losmales del alma que afligen a la mayoría de las personas que deciden recurrira la ayuda terapéutica para atravesar algún momento difícil de su vida,diría sin dudarlo un instante que es el miedo. El miedo a vivir en todas susfacetas: miedo al vacío, a no ser queridas, a no dar la talla, a perder lopoco o mucho que creen poseer, a cambiar de trabajo, de casa, de amigos, devida... En definitiva, el miedo a fluir con el presente, a arriesgarse a lodesconocido, a morir...
Sin embargo, quien osa vivir plenamente no tiene miedo a la muerte, pues lamuerte se está produciendo instante a instante con el renovarse de lascélulas, la pérdida del cabello, la irrepetibilidad de una puesta de sol, lafugacidad de los buenos y de los malos momentos, la caída del telón, con osin aplausos, al acabar cada una de las escenas del guión de nuestra vida.
Toda mi vida, como la de cualquiera que haya intentado conocerse un pocomás, desarrollar en lo posible su potencial, aportar su grano de arena a laevolución general de este planeta y de la conciencia, ha sido una carreracontrareloj para vencer distintos miedos: a la oscuridad y a la soledad enla infancia; a no ser adecuado o a carecer de un lugar propio en laadolescencia; a que no se realizasen nunca los sueños de juventud o acometer un error irreparable en la elección de mi destino; a no merecer seramado por el hecho de existir, en los primeros años de vida adulta; a noconseguir la excelencia en el desempeño de mis diferentes profesiones; a nodejar una huella tras mi muerte física...
Cuando cumplí 50 años, tuve un sueño que cambió mi vida por dentro, aunqueno se produjeron signos externos expectaculares:"Desde lo alto de una montaña, veo ascender por una de sus laderas a gentesque se precipitan por alcanzar la cima, dándose codazos, sobrecargadas defardos inútiles, sofocadas y a trompicones... Por la otra, desciendensuavemente otras personas, que se entretienen en oler las flores del camino,disfrutando de cada una de sus vueltas y revueltas, con la mirada dirigidahacia el mar en el que desembocaba el descenso. Dejo mi mochila de trastosinútiles y me uno gozoso a esa especie de hermandad del lento caminar queacabo de descubrir".
Al despertarme, me sentía ligero como el vuelo incesante de las golondrinas,rico como un campo inundado de retama, gozoso como el trino de los pájarosal alba. Muchos miedos empezaron a abandonarme desde entonces a su propioritmo; entre ellos, el miedo al compromiso, a perder el tiempo, a entregarmea cambio de nada, a aceptar una sonrisa gratuita y transparente, a carecerde lo necesario en la vejez, a no llegar a la vejez...
En Occidente suele oponerse la vida a la muerte; en Oriente, es más bien elnacimiento lo opuesto a la muerte, ya que la vida se concibe como unmovimiento perpetuo de cambio: para que nazca el niño, ha de morir el bebé,y la adolescencia supone la muerte del niño. Cuando muere el adolescente,nace el adulto. Para que nazca el viejo sabio, han de haber muerto los añosde plenitud adulta.
Como dice con sencillez y claridad el escritor y guía espiritual ArnaudDesjardins, en su libro de próxima aparición en castellano, "La audacia devivir", (Ediciones La Llave, Vitoria) de donde tomo el título de esteartículo: "Atreverse a vivir es atreverse a morir en cada instante, perotambién atreverse a nacer, es decir, franquear las grandes etapas de laexistencia, en las que aquel o aquella que hemos sido muere para dar lugar aotra persona, con una visión del mundo renovada... hasta llegar a la etapaúltima del Despertar...". Pero también consiste en vencer todos los miedos alo que llevamos en nuestro interior": a nuestro demonio y a nuestro ángelinternos, a nuestro inconsciente reprimido y a nuestro supraconsciente queespera ser revelado y actualizado. Tal vez, la audacia de vivir supongasimplemente responsabilizarnos de la inmensa libertad que tenemos para serfelices a partir de este mismo instante, sin posponerlo siempre para unmañana que nadie nos ha garantizado.
Muchas personas pueden no darse cuenta de cómo han transformado el miedobásico a no existir en otras máscaras y mecanismos de defensa. Creen que lodel miedo no va con ellas. Sin embargo, es posible que se reconozcan en unode sus múltiples disfraces.
1. Hay quienes se apegan al orden, a las normas establecidas, a unaconcepción de lo justo y lo perfecto, para crearse una realidad ideal y huirde la imperfección del mundo que les rodea y de su propio mundo imperfecto.Transforman su miedo a "lo que es en cada instante" en la defensa de lo quedebería ser, de la "justicia" y de la "perfección".
2. Otras personas se crean un mundo de falsa abundancia y deautosuficiencia, para poder ir de salvadoras y donadoras: huyen del miedo asu escasez básica, que es la necesidad compulsiva de recibir lo que dan.
3. Hay quienes se adaptan al mundo que les rodea, intentando triunfar en él,porque si mirasen dentro se encontrarían con el pánico de no saber quiénesson en realidad. La mirada ajena les cubre el miedo a enfrentarse con suprofundo sentido de desvalorización.
4. El victimismo y la envidia que caracteriza a esas personas que siempre seestán quejando de lo que no tienen y de lo mucho que tienen los demás puedetapar, en realidad, el miedo a afirmarse sobre sus dos pies y sus propiosrecursos, recurriendo constantemente a la compasión y a la ayuda ajenas.
5. Quienes acumulan su tiempo y su energía, viven con el miedo a darse, agastarse, como si el universo fuese escaso. Se encierran en su propio mundo,temerosos de ser tragados por el mundo de los demás.
6. Los hay cerebrales que sopesan todas las posibilidades antes de tomarcualquier decisión, dudan de su propia duda, por temor a equivocarse, pormiedo a fluir ante lo imprevisto. Y los hay que se tiran aparentemente alrío con audacia y sin pensar, por miedo a reflexionar y quedar paralizados.
7 Muchas de las personas optimistas, habladoras y joviales que conocemos,sienten pavor al vacío y al dolor, a las situaciones conflictivas, al ladoproblemático de la existencia. Huyen de profundizar en este lado inevitable,presentando siempre la cara ganadora de la moneda.
8. Hay también quienes huyen de la monotonía -miedo a la cotidianeidad-, enuna búsqueda incesante y, a veces, antisocial, de intensidad. Pueden ir delíderes, pero, sin seguidores y sin público, se encontrarían con el vértigode la falta de sentido de su vida.
9. Por último, los hay también que se entregan con devoción a servir a losdemás, olvidándose incluso de su propia hambre y de su propia sed, por miedoa afirmarse tal como son, por miedo a no existir si abandonan su hábito deservicialidad y su necesidad de ser necesitados.
Tal vez esto suene bastante a cualquiera que se haya adentrado en loseneatipos del Eneagrama. Quien no haya tenido la oportunidad todavía dehacerlo, le aconsejo una primera aproximación a través de los reveladoreslibros de Claudio Naranjo o de un curso introductorio de protoanálisis.El primer paso para empezar a quitarse los diferentes disfraces del miedo,sería reconocer los objetos que éste codicia y las máscaras con que secubre. Aceptar los mensajes que nos brinda. Y... tirarse al río de la vidasin flotadores, o más bien, dejar de intentar nadar a contracorriente y deaferrarse a las ramas de su ribera, pues la corriente nos arrastrairremisiblemente y sólo podemos disfrutar o llenarnos de moraduras yrasguños en nuestro navegar.
Para unas personas será dejar de ahorrar tanto para el futuro y disfrutaralgo más del presente; para otras, dejar de despilfarrar su presente engestos sin sentido y alzar la mirada para ver algo más su horizonte. Habráquien sentirá que es el momento de abandonar una pareja que le maltrata, desalir de casa de sus padres para quererles desde la perspectiva que da ladistancia, de atreverse a dejar un trabajo seguro y mortecino paraaventurarse a vivir de aquello que le permite desplegar su creatividad, dedar un salto en su profesión y, abandonando las técnicas-muleta, aventurarseen esa etapa desconcodia de su conciencia que está pujando por expandirse...Cada cual tiene una sabiduría interna que le dice el qué, el cómo y elcuándo. A veces, sólo se necesita un pequeño acompañamiento, un empujóndefinitivo o, simplemente, atreverse a seguir AQUI Y AHORA el impulso delSER que aflora a cada instante.
Quien identifica su miedo principal, puede dejar para el postre sus miedossecundarios. Lo peor es el miedo indeterminado que se convierte en angustiay que, como muy poéticamente expresa F.M. en su libro de relatos "Ciclos"(Ediciones Lengua de Trapo, Madrid, 2000) "El miedo que germina de lasemilla abstracta de un desastre intangible establece pactos con la muerte.
Quien los sufre en exceso tiende a hacer de su casa un ataúd y de su soledadun infierno. Es un temor que estanca. Nos convence de que el desasosiegoproviene de un pasado inamovible."Mi experiencia me dice que el pasado sólo es inamovible si cristaliza ennuestra sangre y en nuestros huesos, convirtiendo nuestro presente en larepetición de un guión. Un guión, a cuyo protagonista -nosotros mismos-condenamos a morir lenta y repetidamente. Y sólo por no atrevernos a admitirpura y simplemente que somos el guionista, el director y el actor principalde nuestra propia vida, cuando nos decidimos a tener la audacia de vivir. LaVida se convierte entonces en una auténtica Obra de Arte única eirrepetible.
"Boletín de Gestalt", nº 21, 2001 *Gracias Alfonso Colodrón* Mir

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