Hacerse un hueso en el corazón


“No puedo más, hasta aquí llegué.”


Hay momentos en que uno ve el dolor del mundo, o el propio dolor, y no desearía seguir adelante.
Esto implica un desafío para la persona lúcida y abierta: los sabios tibetanos le llamaban "hacerse un hueso en el corazón", es decir, un eje que lo mantenga resistente y sensitivo a la vez; ésos son los corazones que hacen falta para que, justamente, haya menos dolor en el mundo.

Des-corazonarse implica, padecer de un mal que algunos pueblos originarios llamaban “pérdida del alma”: la persona se desconecta de su núcleo vital.

Nuestro idioma lo dice claro: se des-anima; y siente impotencia, frustración, descreimiento, desesperanza.

Pero... cuidado!!

La evolución (la propia y la de la Humanidad), se mide en trechos más largos, que lo que ese desánimo nos haga ver.
Y es que... el Camino es, más que un sendero, una escalera: la vamos subiendo trabajosamente, y cada escalón tiene sus propios desafíos, desde un nivel de conciencia más amplio (como quien, al ir escalando una montaña, ve con más perspectiva lo que queda abajo, en el valle).

Cuando ya no nos alcanza el aliento para seguir ascendiendo (o sea, estamos des-alentados) es necesario permitirnos tomar un respiro, pedir ayuda, y estar atentos a no dejarnos envolver por las voces que incitan a detenerse, a volver atrás, a claudicar... Son engañosas!

La vida va hacia adelante, y bajar los brazos es desperdiciar la lucidez y la sensitividad: nuestro patrimonio interno más preciable.
Para conservar resistente ese "hueso en el corazón", necesitamos nutrirlo con las sustancias que segregan los que no han desistido: aquéllos que con su verbo y con su obra, con su coherencia vital y aún con sus actos más cotidianos, nos ofrecen su mano para que sigamos subiendo la escalera, y nos dan ganas de darles a su vez nuestra mano a otros.

0 comentarios:

Premios

Design by Blogger Templates