Dialoga con la enfermedad
Nuestro cuerpo es un todo en equilibrio, en el
cual cada célula, cada órgano, cada sistema asume su función, espontánea y
libremente orquestada por el ánima que le da vida. El pensamiento aporta, en
gran medida, la dirección que deben llevar las emociones vividas. Organiza el
resultado de las sensaciones percibidas y elabora una respuesta interna que nos
da la medida del grado de felicidad, serenidad y calma o, en su defecto, de
angustia, desesperación o impotencia que sufrimos. Cada vez cobra mayor fuerza
la evidente relación entre cuerpo y mente, comenzando la ciencia médica, a
admitir dicha incidencia de las emociones en la salud. Si esto es así,
ciertamente, la enfermedad se presenta como respuesta a un desequilibrio que el
cuerpo sufre cuando las coordenadas de desorden interno aparecen. Y lo hacen
mucho más frecuentemente de lo que pensamos. Si cada vez que nos enfadamos supiésemos
realmente el nocivo efecto para nuestra salud, tal vez pensaríamos mejor lo que
decimos o cómo nos sentimos. Repetir estas actitudes continuamente no deja otro
camino que la ruptura del orden sistémico de nuestro cuerpo.
Cuando la enfermedad aparece, debemos preguntarnos qué ha
sucedido o viene sucediendo en nuestra vida para que así sea; otras veces, la
respuesta no está en el porqué, sino en el para qué nos está sucediendo alguna
alteración orgánica. Qué debemos aprender con ello. Tal vez a comer más
sanamente, a no beber alcohol, a reprimir la ira, a mejorar los hábitos de
convivencia… tantas y tantas respuestas como personas somos. La
buena noticia está en poder conectar con lo que nos pasa y dialogar con ello.
No sólo debemos hacer las preguntas que nos lleven a descubrir en qué estamos
alterando nuestro sagrado equilibrio, sino también considerar que podemos sanar
nuestros males con la intención de recomponer nuestra conducta, enviando toda
la energía sanadora de nuestro interior al órgano afectado. Otra noticia
es que debemos perdonar a la enfermedad. El cáncer no es sino una equivocación
de las células al reproducirse. Un error. Un comportamiento anómalo que puede
ser comprendido y sanado desde la compasión por las mismas. ¿No tratamos de perdonar
los errores ajenos? ¿Nos estará poniendo a prueba nuestro cuerpo, para
pulsar nuestra capacidad de perdón? Sanar significa estar en paz. Rescatar la
estabilidad perdida, reconstruir el comportamiento y recuperar la serenidad
interna. Enviemos luz sanadora a lo
que se ha detenido o está funcionando equivocadamente… Hagámoslo… creamos o no…
Funciona, siempre funciona. Y, sobre todo, aprendamos lo que se nos
muestra como una gran lección. Si podemos enfermarnos a nosotros mismos,
podemos sanarnos también. No hay duda.
Posted at 3:00 a.m. | Etiquetas: alternativas |
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