Desarrollo en el aura
Nacimiento
El nacimiento se produce en un momento único para el alma que llega. En este punto, el alma pierde su útero etéreo protector y queda sujeto por primera vez a las influencias de su entorno. 'También por primera vez, se encuentra sola en el mar de energía que nos rodea. Es tocada por ese campo. Los campos más grandes y fuertes de los cuerpos celestes influyen además, por primera vez, sobre el nuevo campo energético, que se suma al mayor y lo enriquece. Es como si se hiciera sonar otra nota añadiéndola a la sinfonía de la vida ya existente.
El nacimiento se produce en un momento único para el alma que llega. En este punto, el alma pierde su útero etéreo protector y queda sujeto por primera vez a las influencias de su entorno. 'También por primera vez, se encuentra sola en el mar de energía que nos rodea. Es tocada por ese campo. Los campos más grandes y fuertes de los cuerpos celestes influyen además, por primera vez, sobre el nuevo campo energético, que se suma al mayor y lo enriquece. Es como si se hiciera sonar otra nota añadiéndola a la sinfonía de la vida ya existente.
Infancia
El proceso del lento despertar al mundo físico prosigue después del nacimiento. El lactante duerme con frecuencia durante este tiempo, y el alma ocupa sus campos energéticos más elevados. Deja sueltos los cuerpos físico y etéreo y les permite realizar el trabajo de construcción del cuerpo.
En las fases iniciales de la vida, el niño tiene la tarea de ir acostumbrándose a las limitaciones de la sensación física y al mundo en tres dimensiones. He visto a muchos recién nacidos que se debaten en este proceso. Todavía tienen cierta conciencia del mundo espiritual, y he visto cómo luchan por abandonar las figuras de sus compañeros de juego y padres espirituales y transferir sus afectos a sus nuevos progenitores. Los recién nacidos que he observado tienen chakras de corona muy abierta , que se esfuerzan por comprimirse dentro de los límites del diminuto cuerpo del bebé.
Cuando los veo abandonar el cuerpo físico, en sus cuerpos más elevados, con frecuencia presentan la apariencia de espíritus de unos de 3,60 m de estatura. Luchan enconadamente por abrir el chakra de la raíz inferior y conectar con la Tierra.
Un ejemplo de lo que digo fue un niño que nació un mes después de lo que se esperaba. Tras el rápido alumbramiento se encontraba en estado febril. Los médicos le practicaron una punción de médula ósea para ver si sufría encefalitis. La punción se realizó en la región del chakra sacro. El niño luchaba por expulsar a dos compañeros de juego y a un espíritu femenino que tampoco quería dejarlo marchar. En su lucha se abría y conectaba con la Tierra allí donde se encontraba presente su guía. Estaba perdiendo el contacto con su guía, veía a sus compañeros de juego y a la mujer espiritual y luchaba entonadamente entre los dos mundos. En esos momentos sentía más afinidad por el espíritu femenino que por su propia madre física. En su afán por no encarnarse, expulsaba energía por el chakra sacro y por el derecho para evitar que crecieran raíces hacia abajo a través del chakra de raíz (primer chakra).
Podía hacerlo parcialmente gracias al orificio aura[ que había dejado la punción de médula. Tras cierto tiempo de lucha, conectaba de nuevo con su guía y se calmaba, abría la raíz y se reiniciaba el proceso de entrada.
Comencé la sesión de curación. La primera vez aceptó algo, pero luego se negó. Siempre que intentaba enviar energía a su aura se alborotaba. Sabía lo que yo pretendia y no me dejaba acercarme. Lo que yo intentaba hacer era coser el orificio de su chakra sacro en la séptima capa de su aura y reencauzar la energía hacia abajo. Pero no me dejaba. Incluso me acerqué a él mientras estaba profundamente dormido. Cuando me encontraba a unos treinta centímetros de distancia, se despertó y empezó a gritar de manera desaforada. No cabía duda de que su lucha era tremenda y de que no quería ayuda de nadie. Uno de los problemas físicos secundarios de este combate básico fue un trastorno intestinal producido por el constante abuso del chakra del plexo solar relacionado con sus gritos y llantos. Se le trató este desarreglo después de que, finalmente, decidió mantenerse en el plano físico. La carta astral de este niño demuestra con claridad que es un líder en potencia.
Por tanto, el alma que llega suele entrar en el cuerpo y salir de él por el chakra corona como si empezara a trabajar para abrir el chakra raíz y penetrar con las raíces en el plano físico. En esta fase, el chakra raíz parece un embudo muy estrecho, y el chakra corona tiene el aspecto de un embudo muy ancho. Los otros chakras parecen tacitas poco profundas con una línea estrecha de energía que conduce de vuelta al interior del cuerpo hasta llegar a la espina dorsal. El campo general de un lactante es amorfo y deforme y tiene un color azulado o grisáceo.
Cuando un bebé centra su atención en un objeto en el plano físico, el aura se tensa y abrillanta, especialmente alrededor de la cabeza. Luego, cuando su atención cede, el color del aura se desvanece; sin embargo, retiene parte de la experiencia en forma de color en el aura. Cada experiencia añade un poco de color al aura y aumenta su individualidad. El trabajo de construcción del aura también está en marcha y continúa de este modo a lo largo de toda la vida, de manera que permite encontrar la experiencia vital de cada uno.
Después del nacimiento se mantiene una fuerte conexión energética entre la madre y el hijo, a la que a veces se denomina plasma germinal. Esta conexión tiene su momento más fuerte en el alumbramiento, y se mantiene durante toda la vida, aunque se va haciendo menos pronunciada a medida que crece el niño. Este cordón umbilical psíquico es la conexión a través de la cual los niños se mantienen en contacto con sus padres en el transcurso de los años. En muchas ocasiones, uno de los dos tiene conciencia de las experiencias traumáticas por las que pasa el otro, aunque pueden estar separados a gran distancia en el nivel físico.
El campo del niño está totalmente abierto y es vulnerable al ambiente en el que vive. El niño detecta todo lo que sucede entre sus progenitores, tanto si sus relaciones son claras como si no lo son.
Reacciona constantemente a su entorno energético de forma acorde con su temperamento. Puede sentir vagos temores, tener fantasías o berrinches o estar enfermo. Todo los chakras del niño están abiertos en el sentido de que no cuentan con una película protectora que mantenga al margen las influencias psíquicas que llegan hasta él. Ello hace que el niño sea muy vulnerable e impresionable. Así, aun cuando los chakras no están desarrollados como los de un adulto y experimentan de forma vaga la energía que penetra en ellos, ésta sigue progresando hasta el campo del niño, quien debe ocuparse de ella en cierto modo.
Alrededor de los siete años de edad, sobre las aberturas del chakra se forma una pantalla protectora que filtra muchas de las influencias del campo energético universal. De este modo, el niño pierde su anterior vulnerabilidad. Esta fase se puede observar cuando el niño crece y se individualiza. Es un momento próximo al de la aparición del raciocinio.
Muchas veces es posible ver cómo un niño pequeño se sienta y acurruca en el regazo de su madre o su padre. Está siendo protegido de las influencias exteriores por el campo de su progenitor. Esta vulnerabilidad infantil me hace ser muy conservadora en lo que se refiere a permitir que los niños intervengan en terapias de grupo con adultos. El adulto no tiene idea de lo que esto supone para el niño, a menos que haya regresado a ese estado de vulnerabilidad. He visto a padres que sometían inconscientemente a sus hijos a un schock psíquico innecesario haciéndoles participar en terapias de grupo, por considerar que se trataba de una actitud progresista, o porque cedieron a las presiones del grupo. La ira de un adulto golpea el sistema del niño como un shock psíquico, mientras que la tristeza y la depresión lo envuelven como una niebla.
Además del alimento físico, la lactancia proporciona al niño energía etérea. En cada pezón hay un
pequeño chakra que le aporta energía. Recuérdese que los chakras del bebé no están desarrollados y que, por tanto, no metabolizan todas las energías del campo energético universal que necesita para apoyar su vida.
El proceso del lento despertar al mundo físico prosigue después del nacimiento. El lactante duerme con frecuencia durante este tiempo, y el alma ocupa sus campos energéticos más elevados. Deja sueltos los cuerpos físico y etéreo y les permite realizar el trabajo de construcción del cuerpo.
En las fases iniciales de la vida, el niño tiene la tarea de ir acostumbrándose a las limitaciones de la sensación física y al mundo en tres dimensiones. He visto a muchos recién nacidos que se debaten en este proceso. Todavía tienen cierta conciencia del mundo espiritual, y he visto cómo luchan por abandonar las figuras de sus compañeros de juego y padres espirituales y transferir sus afectos a sus nuevos progenitores. Los recién nacidos que he observado tienen chakras de corona muy abierta , que se esfuerzan por comprimirse dentro de los límites del diminuto cuerpo del bebé.
Cuando los veo abandonar el cuerpo físico, en sus cuerpos más elevados, con frecuencia presentan la apariencia de espíritus de unos de 3,60 m de estatura. Luchan enconadamente por abrir el chakra de la raíz inferior y conectar con la Tierra.
Un ejemplo de lo que digo fue un niño que nació un mes después de lo que se esperaba. Tras el rápido alumbramiento se encontraba en estado febril. Los médicos le practicaron una punción de médula ósea para ver si sufría encefalitis. La punción se realizó en la región del chakra sacro. El niño luchaba por expulsar a dos compañeros de juego y a un espíritu femenino que tampoco quería dejarlo marchar. En su lucha se abría y conectaba con la Tierra allí donde se encontraba presente su guía. Estaba perdiendo el contacto con su guía, veía a sus compañeros de juego y a la mujer espiritual y luchaba entonadamente entre los dos mundos. En esos momentos sentía más afinidad por el espíritu femenino que por su propia madre física. En su afán por no encarnarse, expulsaba energía por el chakra sacro y por el derecho para evitar que crecieran raíces hacia abajo a través del chakra de raíz (primer chakra).
Podía hacerlo parcialmente gracias al orificio aura[ que había dejado la punción de médula. Tras cierto tiempo de lucha, conectaba de nuevo con su guía y se calmaba, abría la raíz y se reiniciaba el proceso de entrada.
Comencé la sesión de curación. La primera vez aceptó algo, pero luego se negó. Siempre que intentaba enviar energía a su aura se alborotaba. Sabía lo que yo pretendia y no me dejaba acercarme. Lo que yo intentaba hacer era coser el orificio de su chakra sacro en la séptima capa de su aura y reencauzar la energía hacia abajo. Pero no me dejaba. Incluso me acerqué a él mientras estaba profundamente dormido. Cuando me encontraba a unos treinta centímetros de distancia, se despertó y empezó a gritar de manera desaforada. No cabía duda de que su lucha era tremenda y de que no quería ayuda de nadie. Uno de los problemas físicos secundarios de este combate básico fue un trastorno intestinal producido por el constante abuso del chakra del plexo solar relacionado con sus gritos y llantos. Se le trató este desarreglo después de que, finalmente, decidió mantenerse en el plano físico. La carta astral de este niño demuestra con claridad que es un líder en potencia.
Por tanto, el alma que llega suele entrar en el cuerpo y salir de él por el chakra corona como si empezara a trabajar para abrir el chakra raíz y penetrar con las raíces en el plano físico. En esta fase, el chakra raíz parece un embudo muy estrecho, y el chakra corona tiene el aspecto de un embudo muy ancho. Los otros chakras parecen tacitas poco profundas con una línea estrecha de energía que conduce de vuelta al interior del cuerpo hasta llegar a la espina dorsal. El campo general de un lactante es amorfo y deforme y tiene un color azulado o grisáceo.
Cuando un bebé centra su atención en un objeto en el plano físico, el aura se tensa y abrillanta, especialmente alrededor de la cabeza. Luego, cuando su atención cede, el color del aura se desvanece; sin embargo, retiene parte de la experiencia en forma de color en el aura. Cada experiencia añade un poco de color al aura y aumenta su individualidad. El trabajo de construcción del aura también está en marcha y continúa de este modo a lo largo de toda la vida, de manera que permite encontrar la experiencia vital de cada uno.
Después del nacimiento se mantiene una fuerte conexión energética entre la madre y el hijo, a la que a veces se denomina plasma germinal. Esta conexión tiene su momento más fuerte en el alumbramiento, y se mantiene durante toda la vida, aunque se va haciendo menos pronunciada a medida que crece el niño. Este cordón umbilical psíquico es la conexión a través de la cual los niños se mantienen en contacto con sus padres en el transcurso de los años. En muchas ocasiones, uno de los dos tiene conciencia de las experiencias traumáticas por las que pasa el otro, aunque pueden estar separados a gran distancia en el nivel físico.
El campo del niño está totalmente abierto y es vulnerable al ambiente en el que vive. El niño detecta todo lo que sucede entre sus progenitores, tanto si sus relaciones son claras como si no lo son.
Reacciona constantemente a su entorno energético de forma acorde con su temperamento. Puede sentir vagos temores, tener fantasías o berrinches o estar enfermo. Todo los chakras del niño están abiertos en el sentido de que no cuentan con una película protectora que mantenga al margen las influencias psíquicas que llegan hasta él. Ello hace que el niño sea muy vulnerable e impresionable. Así, aun cuando los chakras no están desarrollados como los de un adulto y experimentan de forma vaga la energía que penetra en ellos, ésta sigue progresando hasta el campo del niño, quien debe ocuparse de ella en cierto modo.
Alrededor de los siete años de edad, sobre las aberturas del chakra se forma una pantalla protectora que filtra muchas de las influencias del campo energético universal. De este modo, el niño pierde su anterior vulnerabilidad. Esta fase se puede observar cuando el niño crece y se individualiza. Es un momento próximo al de la aparición del raciocinio.
Muchas veces es posible ver cómo un niño pequeño se sienta y acurruca en el regazo de su madre o su padre. Está siendo protegido de las influencias exteriores por el campo de su progenitor. Esta vulnerabilidad infantil me hace ser muy conservadora en lo que se refiere a permitir que los niños intervengan en terapias de grupo con adultos. El adulto no tiene idea de lo que esto supone para el niño, a menos que haya regresado a ese estado de vulnerabilidad. He visto a padres que sometían inconscientemente a sus hijos a un schock psíquico innecesario haciéndoles participar en terapias de grupo, por considerar que se trataba de una actitud progresista, o porque cedieron a las presiones del grupo. La ira de un adulto golpea el sistema del niño como un shock psíquico, mientras que la tristeza y la depresión lo envuelven como una niebla.
Además del alimento físico, la lactancia proporciona al niño energía etérea. En cada pezón hay un
pequeño chakra que le aporta energía. Recuérdese que los chakras del bebé no están desarrollados y que, por tanto, no metabolizan todas las energías del campo energético universal que necesita para apoyar su vida.
Manos que Curan
Barbara Brennan
Barbara Brennan
Posted at 10:18 a.m. | Etiquetas: Aura |
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