Dios aprieta pero no ahorca

El patrón mental "Dios aprieta pero no ahorca.
Por Alejandro Ariza.

La inmensa mayo­ría de nosotros vivimos "esperando" que alguien venga a sal­vamos cuando pasamos por momentos de dificultad. Muchos vivimos aguardando "la llegada del salvador", y en esa espera nos posicionamos en una cómoda circunstancia, pasiva, sedentaria, inactiva y aguardando un milagro, haciendo nada por nosotros mismos.
Cuando digo "salvador" me refiero a figuras tales como: el papá, la mamá, el hermano mayor, el amigo generoso y de gran bondad, la lotería nacional, el novio, el suegro, su jefe en el trabajo, el Espíritu Santo, un billete de alta denominación que nos encontramos tirado, algún error del cajero del banco donde no se nos cobró el excedente de nuestra tarjeta de crédito, el sacerdote, el abo­gado, el ángel de la guarda, el gobierno, Dios ó como usted lo conozca, el líder sindical, el esposo, la abuelita millo­naria, el maestro corrupto que con un dinero nos ayuda, el hijo pródigo, el jefe que reconozca cuánto trabajo, etcétera.
¿Qué es lo primero (lo primerísimo) que piensa cuando tiene algún problema? Insisto, sea sincero, al fin que nadie está viendo lo que piensa. ¿Acaso piensa en "alguien"? Si su respuesta es afirmativa, lo felicito por sincero, usted pertenece a la inmensa mayoría de personas que está esperando a un salvador (novio, padre, amigo, etcétera).
No se sienta mal si piensa así. Le puedo garantizar que ya es parte de un inconsciente colectivo. Dése cuenta de que usted no necesita que alguien venga para que salga adelante. Lo único que necesita saber es que usted es el único responsable de sus actos y que dentro de usted se encuen­tra la suficiente fuerza para iniciar la acción que lo dirigirá al éxito que busca. Le puedo garantizar que cuando usted se "dé cuenta" plenamente de este gran secreto para triunfar, aparecerá en su vida un enorme y desbordante placer por saber que todo depende exclusivamente de usted. De nadie más. Ese placer es el resultado de saberse el autor exclusivo de su propia vida y los resultados que tiene el día de hoy. Si no le gusta lo que tiene, o sea lo que ha creado, no hay problema puede usar su poder de co-creación para crear otra cosa. Comparemos la filosofía de vida de una persona de baja autoestima común con la de una persona de alta autoestima común, por tomar un ejemplo contrastante que nos clarifique aún más el aprendizaje. La persona de baja autoestima suele vivir esperando a que le llegue la buena suerte, comúnmente espera a que alguien venga a ayudarlo, mientras que en la cultura de alta autoestima común, nunca espera a que alguien venga en su auxilio para iniciar la acción, él hace las cosas necesarias para encontrarse con la buena suerte.
El sabe que nadie va a venir, luego entonces inicia la acción que lo sacará avante de inmediato. Me gustaría explicarle una teoría que tengo en cuanto al surgimiento de este inconsciente colectivo de pasividad (el que vive esperando, la cultura del embarazo) de esta actitud de espera. Una es la religión y otra es el sistema de gobierno. Sin embargo, antes de explicarle mi teoría, me permitiré aclarar enfáticamente que no tengo nada en contra de nuestra religión o de las diferentes formas de gobierno. Simplemente es un análisis objetivo de lo que pudiera ser la causa del inconsciente colectivo de pasivi­dad en el que vivimos la mayoría.
Primero la religión:. Usted sabe, al igual que yo, que la religión nos ha inculcado una muy vasta red de creencias, la cual a muchos los logra atrapar irreflexivos y no pueden salir de ella. Para salir de esta red de creencias, lo único que hay que hacer es cuestionarse acerca de ellas, y de esa forma nos podemos dar cuenta de si nos han servido para crecer o nos han limitado en nuestro desarrollo. Así, en esa forma cuestionante, he podido observar que a muchos de nosotros se nos dijo durante mucho tiempo que "pronto vendrá el Salvador...", o cosas tales como: "ya se acer­ca la segunda venida del Salvador...", y cosas similares.
Es así que se fue forjando (lenta, pero profundamente) en nuestro inconsciente la idea de que alguien va a venir, alguien que nos ayudará, alguien que nos sacará del problema. Esta postura es muy cómoda. La única decepción que nos llevamos la mayoría de nosotros es que no se nos dijo cuándo. Si supiéramos cuán­do vendrá el Salvador, otra cosa estaríamos haciendo en nuestra vida, ¿no cree? Quizás por ello no se nos dijo cuándo. Nada más nos ilusionaron.
Por otro lado, nuestras formas de gobierno durante muchas décadas instalaron un régimen paternalista para el ciu­dadano. Así, todos vivíamos esperando. Era el caso del burócra­ta que esperaba la quincena (aunque no la mereciera), era el caso del alumno de esa escuela de gobierno que esperaba ser aprobado (aunque no lo mereciera), era el caso de los deportis­tas que representaban a nuestra nación y esperaban que se les patrocinaran todos sus gastos durante sus competencias (aunque no lo merecieran), era el caso de usted o yo que esperábamos a que nuestros dirigentes resolvieran nuestros problemas.
Observe su cuer­po. Obsérvelo detenidamente. ¿Le gusta? ¿Le desagrada? Pues bien, sea cual fuere la respuesta que dé, es tan sólo el resultado de lo que ha hecho con él en los años pasados y hasta ahora. Ob­serve su mente, el resultado proviene de lo mismo, de lo que ha hecho con ella hasta hoy en día. Observe su condición económi­ca.
Otra vez, es tan sólo el resultado de su responsabilidad, de lo que ha hecho con sus finanzas hasta hoy. Entender esto, com­prenderlo realmente, nos llevará a responder la pregunta título de esta escrito: "y... ¿por qué yo?" con la siguiente respuesta: por que usted lo eligió y, entonces, sólo usted puede llegar al nivel de un compromiso, del compromiso con el resultado que quiera generar. Esa es la respuesta que surge de un motivo, esa es la respuesta que genera nuestra responsabilidad.
Lo quiero invitar a que incremente su responsabilidad para generar la calidad de vida que siempre ha deseado. Encuentre motivos suficientes y profundamente emocionantes para que inicie la acción ahora mismo y genere el compromiso de seguir adelante. De lo contrario, si no encuentra verdaderos motivos, las razones aparecerán en su vida. Esas razones son las que le pesarán de tal manera que el autosabotaje aparecerá en su vida en menos de lo que se imagina. Será esa dieta que empieza el lunes y la rompe el miércoles siguiente, será esa disciplina que se prometió para hacer ejercicio diariamente, pero que la sus­pende al segundo día por cualquier otra causa y no la vuelve a iniciar.

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