La vejez: una innombrable
POR ANÍBAL VILLA SEGURA / ESPECIAL PARA BUENA VIDA
23/08/12 - 17:30 La historia de la palabra “viejo” es interesante. Surgió hace
varios siglos, como una manera de catalogar las cosechas de años anteriores,
que eran almacenadas como riqueza y reserva. A la producción del vino también
le correspondió la misma denominación como distintivo de calidad y buena
bebida. La noción de “viejo” fue honorable en los pueblos prehistóricos, ya que
el paso de los años en sus miembros era un motivo de orgullo para el clan,
transformándolos en depositarios del saber y la memoria que los contactaba con
los antepasados.
No pasó lo mismo con los tiempos de la Historia. En
Egipto, Grecia y Roma, los viejos tenían dos alternativas. O formaban parte de
una gerontocracia dueña del poder o pasaban a ser materia humana descartable,
ya que a partir de los 40 años eran inútiles para la guerra, los trabajos
rurales o de las grandes “polis”. Con el advenimiento del Cristianismo, la
situación se mantuvo. El viejo, o era parte de las cúpulas eclesiales y reales
o se transformaba en objeto de piedad por su mendicidad.
La historia de Occidente marcó la historia de los viejos,
que fueron cada vez mas excluidos del contexto social. Excepciones fueron
aquellos que se destacaron por su sabiduría. Desde Sócrates, pasando por
Galileo y llegando a Einstein, su condición de vejez fue pasada por alto. Estas
prerrogativas no podían ser trasladadas a un conjunto poblacional que iba en
aumento.
La palabra “viejo” y el mismo concepto de vejez se fueron
llenando de violencia y cuando las palabras, generadoras de sentido por
excelencia, son capturadas por intensas emociones promueven conductas.
Desprecio, exclusión, hastío. Es muy curioso ver cómo los avances
tecno-científicos de los que estamos orgullosos generan al mismo tiempo una
situación insatisfactoria. No parece prestarse atención al hecho de que una
civilización avanzada científicamente promueve que los sujetos y las
poblaciones envejezcan.
Buscando algunas causas, podríamos plantear que el error
cometido bajo la influencia del modelo médico fue concebir la vejez como una
enfermedad o como un ciclo vital cargado de patología propia, cuando ésta no es
sino la acentuación de problemas que ya existen en la edad adulta. Un ejemplo
de ello es que por años se consideró la hipertensión arterial, la
arteriosclerosis y los cánceres como enfermedades degenerativas de los viejos.
Hoy se sabe que estas tres patologías se presentan en todas las edades de la
vida, incluso en la infancia.
Cada vez que las palabras son saturadas, se buscan
equivalentes más benignos. Es el caso de ancianidad o longevidad e incluso se
llega a adscribirles un sentido extra. Así decimos que la ancianidad es igual a
venerabilidad y sabiduría (en particular, en las sociedades orientales), o a
vulnerabilidad y decadencia (preferentemente, en las sociedades occidentales
modernas). Sin embargo, la palabra “viejo” y sus adjetivaciones siguen siendo
un estigma.
En Argentina, las leyes son claras, lo que implica que
las personas mayores son sujetos de derecho y no, solamente, objetos de
protección, por lo tanto, disfrutan de garantías, pero también tienen
responsabilidades respecto de sí mismos, su familia y la sociedad. Sin embargo,
opinamos que esto sólo será efectivo cuando se den profundas transformaciones
culturales. Para esto, es necesario indagar en la gran productividad artística
de nuestro país.
§ Su puesta en escena
En Buenos Aires, el teatro alejado del circuito comercial
constituye un gran ejemplo. Desde el año pasado, la obra Viejo, Puto y Solo
traduce lo que decimos. Esta denominación, desde ya, convoca palabras llenas de
sentido violento y peyorativo; quien pretenda verla no encontrará un mensaje
dulce y salvador. En medio de un clima hostil, la emoción aparece y la
propuesta se construye mostrando, como una fotografía en movimiento, lo que
pasa aquí cerca y la sociedad oculta, calla y acepta. Las víctimas están al
lado nuestro. Excelentemente actuada y dirigida no ofrece soluciones pero
plantea problemas. (1) Amar, en otra sala, sugiere situaciones más genéricas.
Cuando superamos esquemas o palabras que alienan y estructuran nuestro mundo,
cunde la desesperación y frente a ello la salida no se encontraría en la mera
angustia pesimista, sino en aquellos impulsos que nos llevan a construir,
generando nuevos sentidos para el amor, la pareja, los hijos y la vejez. (2) §
¿Qué más podemos esperar del arte?
Siempre podemos pedir y esperar más, como en esa
magnifica y poética canción de Pablo Milanés, que entre nosotros tuvo en
Mercedes Sosa una memorable intérprete, Años:
“ El tiempo pasa,Nos vamos poniendo viejos ya el amor no
lo reflejo, como ayer.En cada conversación, cada beso, cada abrazo, se impone
siempre un pedazo de razón…”
La famosa frase “juventud divino tesoro” la podríamos completar
diciendo, vejez divina reserva… Casi, casi como en la antigüedad.
(1) Viejo, Puto y Solo, Espacio Callejón
(2) Amar, Camarín de las Musas
El autor es psiquiatra, psicoanalista y ex titular de
Ética y Salud Mental de la UBA http://www.clarin.com/
Posted at 1:00 a.m. | Etiquetas: Psicologia |
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