La mente universal
Aunque no nos damos cuenta de ello, existen muchos planos de existencia. Todos coincidimos en algunos planos debido a determinados aspectos de nuestro ser, pero en otros aspectos estamos considerablemente distanciados. La mente tiene sus grados. Hay una mente universal se encuentra en un plano absoluto. Las mentes individuales permanecen en planos relativos y sólo alcanzan el plano absoluto cuando totalmente purificadas y desarrolladas, conquistan la mente universal. Pero las mentes individuales están más próximas o lejanas del plano absoluto según su grado de entrenamiento y progreso. Hay muchas escalas, desde la mente más primitiva a la mente más evolucionada, desde la mente esclava de lo órganos sensoriales hasta la mente que se guía por la luz de la intuición. Además podríamos decir que hay una mente física, una mente emocional y una mente intelectual, según el nivel en que actúe la mente. Y por encima de todas ellas, la mente supramundana o mente superior, que ya no está sujeta a las ataduras del cuerpo, las emociones o los pensamientos.
Para acercarnos a la mente universal para conquistarla se necesita trabajar mucho. Trabajando mucho. No dejando de trabajar ni un solo instante de nuestra vida. Debemos aspirar a la unidad. Dentro de esa multiplicidad aparente que somos todos nosotros, hay una unidad parte de la unidad universal, que es la única verdad, la verdad real en el plano absoluto.
Nosotros somos parte de esa unidad. Sólo por culpa de nuestra ignorancia nos sentimos separados de esa unidad. Tenemos que realizarnos en el cosmos, tenemos que experimentar que el alma universal inunda todos los poros de nuestro ser.
Nuestra mente tiene que ser lo suficientemente purificada como para que pueda percibir que más allá de nuestros pensamientos, sensaciones y deseos, somos una naturaleza divina y luminosa. Sigamos el camino del conocimiento, del autocontrol y de la austeridad. No nos identifiquemos con nuestra multiplicidad emociones, tendencias, deseos, formaciones mentales-, sino con nuestra divina unidad.
Si creemos que somos la mente, o las emociones o las sensaciones, muestra ignorancia. También lo es si nos dejamos atrapar por todo aquello que alcanza a nuestros órganos sensoriales y que forma parte de nuestra mente sensorial. El hombre es mezquino porque permanece inconsciente de su grandeza y porque nos resignamos a las limitaciones de nuestra mente ordinaria.
En tanto seamos una consciencia dividida y encadenada, no podremos experimentar la unidad, esa unidad que es quietud, integración, poder, luz. Tenemos que ampliar al máximo nuestro conocimiento. EI conocimiento verdadero y elevado es siempre felicidad, gozo permanente no sujeto a los acontecimientos externos. Es samadhi, es nirvana, es paz.
Trabajemos nuestro conocimiento a través de la purificación y perfeccionamiento de nuestro discernimiento. Conocimiento es distinguir entre lo real y ilusorio; es saber de nuestra propia naturaleza más real y de la mente universal; es utilizar sabiamente nuestra fuerza interior, nuestra energía; es aprender a distinguir adecuadamente y a ser, a existir.
Ese conocimiento no puede ser alcanzado por la mente sensorial ni por la mente emocional o intelectual. Ese conocimiento escapa a todo análisis intelectual, a todo razonamiento discursivo. Ese conocimiento mora dentro del hombre y dentro del hombre debe ser buscado y hallado. Hay que lograr una alta concentración mental, para que la mente pueda ser canalizada hacia lo más profundo del ser, traspasando toda barrera, y establecerse en la naturaleza divina.
La práctica del yoga es esencial. Pero cada persona debe saber encontrar su camino y, sobre todo, esa autoridad, ese instructor que todos llevamos.
Despertemos nuestros poderes internos, saltemos de la servidumbre a la libertad, abandonemos los objetos sensoriales para saber de la luz que hay en nuestra naturaleza esencial. Somos consciencia pura y lo sabremos cuando seamos dueño de nuestra mente, cuando hagamos de toda nuestra vida una experiencia espiritual en busca de la realidad, cuando trabajemos integralmente sobre nosotro mismos, ya sea peregrinando, como hago yo, ya sea en una ermita o en una gran ciudad. Donde quiera que estemos, la unidad está con nosotros.
Donde quiera que estemos esa unidad es nuestra eterna unidad, motivo y meta de nuestra búsqueda, respuesta a nuestra llamada, impulso para encontrar la vía que nos conduzca a la perenne libertad a la que todos tenemos derecho si somos honestos y amantes de la verdad.
El silencio de la mente es deseable. La vacuidad mental no representa vacío interior como pudiera creerse, sino por el contrario, plenitud, gozo total e imperturbable. Si la mente no es silenciada, ¿cómo podremos escuchar la voz de nuestro Sí-mismo? Claro que es deseable el silencio mental y por ello en el yoga se insiste en la canalización de las energías mentales, evitando así el divagar de la mente. Pero conseguir el control de la mente exige tiempo, sobretodo cuando la forma de vida que se lleva es inadecuada y constantemente se es perturbado por los factores negativos del exterior. Ha habido grandes sabios que se aislaron durante años para poder sustraerse a los factores negativos del exterior y avanzar así en su evolución interior. La mente es un problema hasta que no se consigue el dominio sobre ella. Para hacer posible ese dominio se requiere también el dominio sobre los órganos sensoriales, que tanto alteran y deterioran la mente cuando permanecen descontrolados. Cuando conseguimos silenciar nuestra mente, nos establecemos en su testigo y obtenemos la visión de la realidad y la imperturbabilidad de todo nuestro ser. Ese vacío maravilloso que todo hombre puede conquistar se llena de amor y de sabiduría. ¿Y podemos desear más que el amor y la sabiduría?
Para acercarnos a la mente universal para conquistarla se necesita trabajar mucho. Trabajando mucho. No dejando de trabajar ni un solo instante de nuestra vida. Debemos aspirar a la unidad. Dentro de esa multiplicidad aparente que somos todos nosotros, hay una unidad parte de la unidad universal, que es la única verdad, la verdad real en el plano absoluto.
Nosotros somos parte de esa unidad. Sólo por culpa de nuestra ignorancia nos sentimos separados de esa unidad. Tenemos que realizarnos en el cosmos, tenemos que experimentar que el alma universal inunda todos los poros de nuestro ser.
Nuestra mente tiene que ser lo suficientemente purificada como para que pueda percibir que más allá de nuestros pensamientos, sensaciones y deseos, somos una naturaleza divina y luminosa. Sigamos el camino del conocimiento, del autocontrol y de la austeridad. No nos identifiquemos con nuestra multiplicidad emociones, tendencias, deseos, formaciones mentales-, sino con nuestra divina unidad.
Si creemos que somos la mente, o las emociones o las sensaciones, muestra ignorancia. También lo es si nos dejamos atrapar por todo aquello que alcanza a nuestros órganos sensoriales y que forma parte de nuestra mente sensorial. El hombre es mezquino porque permanece inconsciente de su grandeza y porque nos resignamos a las limitaciones de nuestra mente ordinaria.
En tanto seamos una consciencia dividida y encadenada, no podremos experimentar la unidad, esa unidad que es quietud, integración, poder, luz. Tenemos que ampliar al máximo nuestro conocimiento. EI conocimiento verdadero y elevado es siempre felicidad, gozo permanente no sujeto a los acontecimientos externos. Es samadhi, es nirvana, es paz.
Trabajemos nuestro conocimiento a través de la purificación y perfeccionamiento de nuestro discernimiento. Conocimiento es distinguir entre lo real y ilusorio; es saber de nuestra propia naturaleza más real y de la mente universal; es utilizar sabiamente nuestra fuerza interior, nuestra energía; es aprender a distinguir adecuadamente y a ser, a existir.
Ese conocimiento no puede ser alcanzado por la mente sensorial ni por la mente emocional o intelectual. Ese conocimiento escapa a todo análisis intelectual, a todo razonamiento discursivo. Ese conocimiento mora dentro del hombre y dentro del hombre debe ser buscado y hallado. Hay que lograr una alta concentración mental, para que la mente pueda ser canalizada hacia lo más profundo del ser, traspasando toda barrera, y establecerse en la naturaleza divina.
La práctica del yoga es esencial. Pero cada persona debe saber encontrar su camino y, sobre todo, esa autoridad, ese instructor que todos llevamos.
Despertemos nuestros poderes internos, saltemos de la servidumbre a la libertad, abandonemos los objetos sensoriales para saber de la luz que hay en nuestra naturaleza esencial. Somos consciencia pura y lo sabremos cuando seamos dueño de nuestra mente, cuando hagamos de toda nuestra vida una experiencia espiritual en busca de la realidad, cuando trabajemos integralmente sobre nosotro mismos, ya sea peregrinando, como hago yo, ya sea en una ermita o en una gran ciudad. Donde quiera que estemos, la unidad está con nosotros.
Donde quiera que estemos esa unidad es nuestra eterna unidad, motivo y meta de nuestra búsqueda, respuesta a nuestra llamada, impulso para encontrar la vía que nos conduzca a la perenne libertad a la que todos tenemos derecho si somos honestos y amantes de la verdad.
El silencio de la mente es deseable. La vacuidad mental no representa vacío interior como pudiera creerse, sino por el contrario, plenitud, gozo total e imperturbable. Si la mente no es silenciada, ¿cómo podremos escuchar la voz de nuestro Sí-mismo? Claro que es deseable el silencio mental y por ello en el yoga se insiste en la canalización de las energías mentales, evitando así el divagar de la mente. Pero conseguir el control de la mente exige tiempo, sobretodo cuando la forma de vida que se lleva es inadecuada y constantemente se es perturbado por los factores negativos del exterior. Ha habido grandes sabios que se aislaron durante años para poder sustraerse a los factores negativos del exterior y avanzar así en su evolución interior. La mente es un problema hasta que no se consigue el dominio sobre ella. Para hacer posible ese dominio se requiere también el dominio sobre los órganos sensoriales, que tanto alteran y deterioran la mente cuando permanecen descontrolados. Cuando conseguimos silenciar nuestra mente, nos establecemos en su testigo y obtenemos la visión de la realidad y la imperturbabilidad de todo nuestro ser. Ese vacío maravilloso que todo hombre puede conquistar se llena de amor y de sabiduría. ¿Y podemos desear más que el amor y la sabiduría?
Extracto del libro de Ramiro Calle "Encuentros con Sabios notables"
Posted at 6:32 a.m. | Etiquetas: Bioenergetica |
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