Cómo implantar el pensamiento positivo con mensajes subliminales
Tener una actitud proactiva en la vida,
no dejarse hundir por las circunstancias y encarar los obstáculos y
adversidades con entereza, es fundamental para mejorar tu vida. Una de las
mejores herramientas para hacer ese cambio, para mantener el pensamiento
positivo en todo momento, son los mensajes subliminales.
A muchas personas se les hace cuesta arriba mantener la mente enfocada
de una manera provechosa. Cualquiera que sea la situación que enfrenten, su
conducta deriva en pesimismo, en aceptar lo negativo. Se dejan llevar por
sentimientos que se traducen en pensamientos como: “no sé”, “siempre me va
mal”, “otra vez no”, “no lo conseguiré”, “esto es un desastre”, “no debería
haberlo hecho”, “porque a mí”, “me viene grande, no soy capaz”. Y así, hasta el
infinito.
Y esto ocurre independientemente de la acción en sí. La convicción de
que las circunstancias son superiores a sus fuerzas está arraigada
profundamente en ellos. En esto, como en todo, hay gradaciones. Pero el efecto
es el mismo. Ante la adversidad, en menor o mayor medida, la sensación de
impotencia, inseguridad o inferioridad aparece en quien lo cree. Y en eso está
el error, en creerlo. En tener una manera de pensar en la que están
convencidos, en la que creen firmemente de manera inconsciente en su debilidad.
Llamémosle bloqueos. Por muy diversas razones, a lo largo de la vida,
han ido aceptando un determinado comportamiento. Mensajes subconscientes han
ido albergándose en su cerebro. Un niño no se cuestiona si aprenderá a ir en
bici, y aunque caiga cien veces, continuará y no lo podrá en duda. Por eso,
porque aún no ha creado bloqueos. Si un niño cada vez que se cae pensase, “no
seré capaz”, no llegaría ni a caminar. Su subconsciente no está contaminado por
ideas negativas. Por suerte para todos, sino aún tendrían que limpiarnos la caquitas
(ahora cacotas, perdón).
Aunque es de niños cuando se empieza el lavado de cerebro. Es entonces
cuando se va acostumbrando al “no sirves para nada” y todas esas porquerías.
Cuando empieza a formarse el modelo de conducta dominante. Y la costumbre crea
el hábito. Es un terrible círculo vicioso. Todo influye, la repetición, las
circunstancias emocionalmente impactantes, la secreción de neurotransmisores y
hormonas relacionadas con la emoción, pero el conjunto confluye en la
culminación del proceso, la aceptación. Y quien acepta no es otro que el
subconsciente.
Tanto da a los seis que los sesenta. Si el inconsciente, como ya hemos
visto en otros artículos, ante una situación, activa una determinada cadena
neuronal, un determinado comportamiento de bloqueo, este se “encenderá” cada
vez que se repitan las condiciones. Y para cambiarlo hay que “crear” un nuevo
proceder ante el mismo hecho. Y entonces, “convencer” al subconsciente para que
lo apruebe. Si se consigue, al volver a darse las mismas condiciones, se
activará la nueva conducta.
Estar convencido es la clave. Que tu mente acepte que eres capaz, es lo
único necesario. Aquella persona que desde pequeña, por algún triunfo, fue
convenciéndose de que en algo era el mejor, después no importa con quien se enfrente.
El creé firmemente que es así, sin importarle las condiciones objetivas. “Se
come el mundo”. Pero para conseguirlo, el problema es como hacer llegar estas
ideas a nuestra mente subconsciente. Si tenemos creencias limitantes, aunque
voluntariamente digamos y pensemos “soy capaz”, nuestra voz interior susurrará
“nunca he podido”, “es una fantasía”. No nos lo acabamos de creer. Y así es
como se guardará en el subconsciente. La idea afirmativa, se graba en negativo.
Y aquí es donde aparecen los mensajes subliminales. Son afirmaciones
positivas que se repiten continuamente para consolidar todo tipo de conductas.
“Tengo confianza en mí mismo”, “mi mente es positiva”, “mi vida es importante”,
“alcanzo mis metas”, “yo me quiero y me acepto”, “me encanta hacer ejercicio
cada día”, “controlo mis antojos”, “me desagradan los cigarrillos”, cualquier
campo puede ser influenciado. Aunque hay que seguir unos patrones de los que
hablaremos próximamente.
Pero tienen una sutil diferencia sobre nuestros pensamientos, que es lo
que los hace tan poderosos y efectivos. El nombre subliminal significa por
debajo del umbral de la consciencia. O sea, tanto las frases escritas, como las
acústicas, no son percibidas de manera consciente. Y al no darnos cuenta de
recibirlas, nuestras creencias internas no pueden decir que no es cierto.
Impactan directamente nuestra mente oculta sin interferencias. Llegan
“limpias”.
Para cambiar tu comportamiento y mantener un pensamiento positivo, has
de esforzarte en tu vida diaria en querer hacerlo. En creerlo. Y si en tu
interior se van almacenando estas afirmaciones, la ayuda, el convencimiento de
que eres capaz, fluirá desde dentro. La creencia de que es posible surgirá de
modo reflejo. Así el desánimo no hará mella con facilidad, y te permitirá ser
constante. Y con la constancia, antes o después, llega la victoria. El empujón
de los mensajes subliminales puede ser determinante.
Tú tienes capacidad para hacerlo. “Si quieres una mano dispuesta a
ayudarte, la encontrarás al final de tu brazo”. O puedes escoger otro camino y
pensar aquello de “nacemos desnudos, húmedos y hambrientos. Después la cosa
empeora”. Y si hay que vivir, creo que es preferible hacerlo de la manera más
positiva posible. Que me quiten lo bailado y a ser buenos.
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