Soberbia




 

Quien se confunda al levantar vuelo deberá saber planear, resistir y recuperarse


  
Por Eduardo Chaktoura Foto: Alma Larroca Se sube al balcón, a la cima de la montaña y mira. Se siente por encima del otro, de los demás, como si realmente tuviera el poder de volar.
Desde abajo, una hormiga, con su hojita en el lomo, le dice: 'Cuidado, no te vayas a caer'. A diferencia del halcón arrogante, la hormiga, al menos esta hormiga, parece tener los pies sobre la tierra.
En otro tramo de la fila, un grupo de hormiguitas está detenido; admiran inmóviles el esplendor, las plumas y ese pico voraz. Junto a ellas pasa otra hormiga que, molesta de ser insecto, muerde entre dientes algo así como en definitiva, todos nos vamos a morir igual. La hormiga enojada no tolera la vanidad de aquel pájaro creído, que cree volar más alto.
¿Qué es volar más alto? ¿Qué nos hemos creído respecto de eso de que vos sí que vas a llegar lejos?
Quien confunda levantar vuelo con soberbia, en algún momento deberá saber planear, resistir y recuperarse del descenso o, de lo que es peor, la caída. Tampoco sirve de nada insistir con querer tener alas o creer que las alas son las que nos garantizan el poder de volar.
Habrá que saber abrirse al mundo y sentirse igual a pesar de las diferencias. Vuela alto quien al pasar siente la satisfacción de la brisa suave en el rostro; quien no desea más velocidad ni equipaje del necesario; quien vuela en bandada, aunque lidere o haga punta; quien abraza cada uno de esos aleteos que nos llevan, siempre, hacia un destino incierto, del que no tenemos control, sólo nuestro deseo.
¿Cuál es tu hoja de ruta? ¿Cuál, tu velocidad? ¿A dónde estás yendo? ¿A dónde querés llegar y a qué precio?.

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