Qué importa lo que dicen los demás



Si sientes que tu actitud no ha sido del todo buena, ¿quién soy yo para juzgarte?

Si sientes que tu actitud ha sido recta, ¿quién soy yo para valorarte?

Es tu responsabilidad creer en ti, y si tu proceder no ha sido bueno es tu trabajo remediarlo.

Tu cuerpo amuralla tu alma y todo lo que te arrojen para dañarte rebotará sin remedio al que te daña.

¡Cuánta niebla cubre nuestros ojos al evidenciar los errores de nuestros semejantes!

¡Cuánto valor para hacerlo! ¡Y cuánto gusto nos causa!

Y después, la reflexión, el arrepentimiento, y las ganas de dar disculpas que no llegan nunca al perjudicado.

El orgullo nos atrapa las palabras que se niegan a salir de nuestras bocas, pero hay otra opción que está en nuestras manos que saben decir también cosas provenientes del corazón por medio de la escritura, no las estrujemos y dejémoslas libres para decir lo que la boca no nos deja decir.

Y al terminar de escribir, nuestras manos estarán listas para extenderse ofreciéndolas a nuestros hermanos sin condicionar, estrechándose y escuchándose el sonido de la paz que tanta falta nos hace, e introducir las palabras escritas en una ostra en donde germinará la gran perla de la amistad.

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