Eres real o eres irreal





Hay cinco mil millones de imbéciles en el mundo. Es algo que no había ocurrido nunca; es algo completamente nuevo. Vives en un mundo muy especial, en el que cinco mil millones de personas no saben nada de sí mismas. La ignorancia no ha sido jamás tan tremenda ni la noche tan larga como en la actualidad. Pero aparte de lo que pase en el mundo, cada individuo es capaz de salir de esa oscuridad. Lo primero que ha de comprender es que no se conoce a sí mismo, y que lo único que sabe de sí mismo son las opiniones que le imponen los demás.

Alguien te dice: «Eres muy inteligente», y te resulta tan gratificante creértelo que te lo crees. Hace falta un enorme valor para desvincularte de lo que has creído ser.

Tú eres el ego; por consiguiente, te resulta difícil dejarlo a la puerta de tu casa. Como no conoces nada de ti salvo el ego, si lo dejas fuera te dejarás fuera a ti mismo. Podrás dejarlo a la puerta únicamente si comprendes su estructura.

Mantenerte ocupado, haciendo cosas es un falso sustituto para no tener tiempo, para no tener fuerzas, no tener necesidad de buscar tu auténtico ser. En resumidas cuentas, eres completamente falso.
Yo no creo en los términos medios. O eres real o eres irreal, no cabe posibilidad de una mitad de ti sea real y la otra mitad sea irreal. Lo real y lo irreal no pueden coincidir. No e posible que cierto porcentaje de ti sea real y el resto irreal. Es imposible. La ley de la consciencia no lo admite. Lo real y lo irreal jamás coinciden.

¿Has visto alguna vez que coincidan la luz y la oscuridad? O hay luz o hay oscuridad; no pueden estar al mismo tiempo en tu habitación, la una a este lado y la otra al otro lado para que puedas disfrutar de la luz y de la oscuridad al mismo tiempo.

El meditador entra en su mente y se pone a observar cómo funciona. El hecho mismo de observar la mente le hace consciente de que él no es la mente, que no es parte de la mente. El meditador es una entidad lejana, cualitativamente distinta, un simple observador: en otras palabras, un simple espejo que solo refleja la realidad pero en el que no deja huella ninguna realidad.

Si se presenta ante él la cara fea, muestra sin juzgar la cara fea en todos sus detalles, sin condenarla. Y cuando aparece la cara hermosa, tampoco la evalúa ni la reconoce. Refleja la cara fea y la cara hermosa por igual, como un testigo imparcial, lejano, como un espejo.

OSHO (C)

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