Cada vez se hace más necesario revisar nuestras prioridades vitales, saber distinguir entre necesidades y deseos, dar menos importancia a los bienes materiales y más a lo espirituales, el tiempo, las relaciones, la contemplación, el camino hacia un mundo más humano y nos llevará hacia una vida más Plena…
Las necesidades no son demasiadas. Los deseos, Sí. Además, son muchas las industrias dedicadas a multiplicarlos para que los sintamos como necesidades. Tenemos sed cuando el organismo necesita hidratarse.
Si crees que solo se calma con determinada marca de gaseosa o de cerveza, es un deseo. Lo que tu cuerpo necesita es agua ¿sí me captas?
El hambre es una necesidad que se atiende ante todo con pan y alimentos de la tierra. El encaprichamiento por una determinada marca de comida elaborada es un deseo.
Cuando salimos corriendo a satisfacer nuestros deseos más inmediatos, crecen las posibilidades de que dejemos de atender nuestras necesidades, así, muchas veces sentimos hambre, incluso con el estómago lleno, porque hemos comido lo que nos metieron por los ojos, pero no lo que nuestro organismo necesitaba en el momento.
Querido lector, y no solo eso, como la función del deseo no es satisfacer sino desear, siempre habrá uno nuevo.
Tendremos que trabajar más para ganar más, para endeudarnos más, mientras más y más se desea.
Y, así crecerá también la insatisfacción porque, corriendo detrás del deseo, dejamos de lado la tarea de responder a preguntas esenciales que a todos nos aguardan aunque nos hagamos los distraídos.
Por ejemplo, ¿cuál es el sentido de mi vida? ¿qué he de hacer, cómo, con quién y de qué manera he de vincularme, con qué valores y de qué modo, para descubrir ese sentido?
¿Qué necesito para vivir de esa manera? ¿qué cosas de las que necesito están en mí, cuáles debo desarrollar, cuáles pedir y a quién?
Reflexión; hasta donde conozco, las respuestas a estas preguntas existenciales no se relaciona nunca con tener. No es lo que tenemos, ni cuánto tenemos, lo que nos hace ser quienes somos y descubrir el sentido de nuestra existencia.
Pero solemos perder el tiempo y la paz interior, la armonía, la integridad, buscando la respuesta en pos de vellocinos que hoy ni siquiera son de oro, sino de plástico, de silicona, de ladrillo hueco o de otros materiales no menos caros pero insostenible, contaminantes y perecederos.
Tratemos de educar nuestras tareas a nuestro tiempo, y no nuestro tiempo a nuestras obligaciones. Hacer menos y mejor, tener menos y disfrutar más la vida al máximo.