A propósito del Cáncer

Dr. JOSÉ MARÍA CAMPOS (Clemente)
Médico clínico, investigador, miembro del Consejo de Figueira

Una tarde soleada, un médico neurólogo paseaba por el muelle con su hijo adolescente. De repente, apareció un hombre fuera de sí, que disparaba al azar con un arma de fuego; una bala perdida alcanzó al hijo y lo mató instantáneamente. Esta experiencia, inesperada y brutal, causó en el médico una profunda conmoción, al verse impotente para evitarla. Un mes después, se le declaró un cáncer de testículo, del cual fue operado y tratado en forma convencional. A partir de esa experiencia, comenzó a sospechar que había una relación entre el choque psíquico vivido y el cáncer que lo había afectado.

Dos años después, al trabajar en una sala de internaciones de oncología femenina, este médico advirtió en las historias clínicas que muchas de las pacientes habían sufrido traumas semejantes. En las tomografías cerebrales observó imágenes curiosas, consideradas interferencias del aparato hasta ese momento. Se trataba de círculos concéntricos, similares a los que se forman cuando tiramos una piedra sobre la superficie serena de un lago. Surgían en distintas áreas del cerebro. Después de años de investigaciones, y después de haber estudiado millares de casos, el médico logró relacionar el tipo de trauma vivido con el área cerebral en la que se veían las imágenes y con el órgano donde el cáncer se instalaba. Así estableció, por primera vez y muy claramente, tres niveles de manifestación del cáncer: el psíquico, el cerebral y el orgánico. Esto representó un descubrimiento importante para la ciencia médica, que hasta hoy busca la causa del cáncer en la célula ó en el ADN.

La ciencia espiritual, por otro lado, siempre reconoció el origen kármico de las enfermedades. Y, según nos informa, el cáncer es la exteriorizació n de cargas psíquicas negativas generadas por el ser humano en vidas anteriores. Estas cargas corresponden a actos destructivos cometidos: la matanza de animales, la crueldad en las relaciones con los semejantes y el exterminio de otras formas de vida. Parte de esas cargas pueden disolverse en el transcurso de las encarnaciones subsiguientes ó también en los intervalos entre ellas. Pero la parte no resuelta crea la predisposició n al cáncer. Esta enfermedad es, por tanto, una oportunidad de purificación.

Basados en estas informaciones, podemos afirmar que los choques psíquicos sólo desencadenan la liberación del aglomerado kármico, raíz última del cáncer. Para comprender mejor esto podemos usar una analogía: cuando las compuertas de una represa se abren de repente, se produce el vaciamiento violento y potencialmente destructivo de sus aguas. Del mismo modo, intensos traumas son capaces de abrir las compuertas del plano psíquico y liberar su carga desorganizadora. Ese impacto afecta el cerebro sutil, luego el cerebro físico y por último el órgano. Sí, según la ciencia espiritual, además del cerebro físico existe uno sutil, compuesto de materia más fluida. Este, al recibir el impacto, crea los círculos concéntricos vistos en las tomografías.

El neurólogo al que nos referimos, relacionó diferentes cargas psíquicas con áreas cerebrales específicas y con órganos. Observó, por ejemplo, que algunos hombres que pasaron por conflictos relativos a la pérdida de hijos presentaban en sus tomografías imágenes de círculos concéntricos en la región occipital del cerebro y eran afectados de cáncer de testículo. Y que el mismo tipo de conflicto producía en las mujeres imágenes que aparecían también en la región occipital, manifestándose como cáncer de ovario.

No obstante, es esencial tener la actitud correcta ante todo lo que nos ocurre. No hay enfermedades ni situaciones casuales, nadie nos está imponiendo castigos. No existen víctimas. Nosotros mismos generamos lo que predispone a la manifestación de las enfermedades. Debemos reconocer las grandes oportunidades de transformació n que nos ofrecen. Para una verdadera cura, es necesario, en principio, aceptar la enfermedad sin resentimientos.

Cuando reconocemos la dinámica sutil que existe por detrás de la aparición de un cáncer, podemos colaborar en el equilibrio kármico. Los choques psíquicos, que conducen a la aparición de esta enfermedad, están en íntima relación con nuestras acciones pasadas y pueden darnos referencias sobre lo que nos corresponde trabajar. Debemos realizar acciones contrarias a las que la provocaron. Una actitud receptiva a la transformació n atrae circunstancias e instrumentos que ayudan en ese equilibrio y en el consecuente proceso de cura.

Entonces, pueden ocurrir hechos insólitos. Es interesante el caso de un ingeniero especialista y coleccionista de armas. A cierta altura, fue afectado por una leucemia, fatal en aquella época. En lugar de reaccionar en forma negativa ante el corto plazo de vida que le habían pronosticado, de sólo tres meses, tuvo una actitud inesperada. Reflexionó: "Ya que voy a morir, voy a donar mi vida para salvar vidas". En la ciudad donde residía, en la década del 70, había muchos atentados terroristas con bombas de tiempo en lugares públicos. Él se ofreció para desarmarlas. Después de haber desarmado decenas de bombas se dio cuenta de que el tiempo de vida previsto ¡ya se había cumplido hacía mucho! Había intuído la solución. Se curó y vivió algunas décadas más. Y, vale destacarlo, se deshizo de su colección de armas.

La sangre es símbolo de vida, es nuestro fluído vital. La leucemia, que es una de las formas de manifestacion del cáncer de sangre, suele surgir en quienes destruyeron vidas en encarnaciones pasadas. Pero ese pasado puede ser neutralizado por acciones contrarias a las que lo generaron. En el caso de este ingeniero, la donación incondicional de su propia vida para salvar la de los demás, pudo promover la cura en forma simple e inesperada.

Y aunque las acciones positivas puedan no ser suficientes para interrumpir la evolucíon de una enfermedad física, nuestra postura ante ella debe cambiar esencialmente, pues esto es decisivo para el verdadero proceso de cura interior.

Una enfermedad, cualquiera que sea, siempre implica una transformació n que debemos realizar. Esto está por detrás hasta de un simple resfrío.

CHOQUES PSÍQUICOS Y CÁNCER

CÁNCER DE ESTÓMAGO: Conflictos familiares intensos, estados de cólera imposibles de transmutar.

CÁNCER DE HÍGADO: Rencor profundo ante una injusticia; sentimientos fuertes de envidia y de celos; miedo a morir de hambre.

CÁNCER DE MAMA: Ruptura importante en la relación madre-hijo

CÁNCER DE PIEL: Conflictos por pérdida de la integridad física; sentimiento de haber sido ultrajado, difamado o insultado.

CÁNCER DE HUESO: Baja autoestima, sentimientos de inferioridad arraigados.

CÁNCER DE TIROIDES: Sentimientos de impotencia ante circunstancias adversas de la vida.

CÁNCER DE CUELLO DE ÚTERO: Graves conflictos de frustración sexual.

Fuente: Boletín SEÑALES de Figueira No. 7/05

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