Crecimiento y desarrollo humano en el aura

Para. cubrir el campo de la experiencia humana desde el nacimiento hasta la muerte y más allá de éste recurriré tanto a la tradición psicológica como a la metafísica. Si la metafísica no es del agrado del lector, le ruego que la tome como una metáfora.

Encarnación
El proceso de encarnación dura toda la vida. No es algo que suceda al nacer y concluya en ese momento. Es necesario recurrir a términos metafísicos para describirlo. La encarnación es el movimiento del alma orgánica por el cual se irradian continuamente en dirección descendente vibraciones o aspectos espirituales más elevados y tenues a través de los cuerpos aurales más delgados hasta llegar a los más densos y, en último término, al cuerpo físico. Estas energías sucesivas son utilizadas por el individuo, durante toda su vida, para crecer.
Cada fase importante de la vida se corresponde con nuevas y más altas vibraciones y con la activación de diferentes chakras. En cada fase, por tanto, la personalidad dispone de una energía y una conciencia nuevas para expandirse. Cada fase ofrece nuevas áreas de experiencia y aprendizaje.
Desde este punto de vista, la vida está llena de descubrimientos y retos estimulantes para el alma.
El proceso de encarnación está dirigido por el yo superior. Esta patita vital está contenida en la séptima capa del aura, el nivel del patrón cetérico. Se trata de un patrón que cambia constantemente a medida que el individuo realiza elecciones espontáneas en su proceso vital y de crecimiento. Al crecer, el individuo amplía su capacidad de sustentar niveles más altos de vibraciones/energías/conciencia hacia y a través de sus vehículos, sus cuerpos aurales y sus chakras. De este modo se beneficia de realidades cada vez más extensas a medida que avanza por el sendero de la vida. Con el progreso de cada individuo progresa toda la humanidad. En general, cada nueva generación es capaz de soportar 46 vibraciones más altas que la precedente, de manera que la humanidad toda se desplaza en su plano evolutivo hacia vibraciones más altas y realidades expandidas. Muchos textos religiosos, como la Cábala, el Bhagavad Gita o los Upanishads, mencionan este principio de la progresión de la raza humana.
El proceso de encarnación anterior a la concepción ha sido expuesto por Madame Blavatsky y, más recientemente, por Alice Bailey, Phoebe Bendit y Eva Pierrakos. Según esta última, el alma que se va a encarnar se reúne con sus guías espirituales para planificar la vida futura. En esta reunión, el alma y sus guías estudian las tareas que necesita la primera para lograr el crecimiento, el karma que debe encontrar para asociarse y los sistemas de creencias negativas que requiere para pasar por la experiencia. Este trabajo vital se conoce generalmente como la tarea personal.
Así, por ejemplo, una persona tal vez necesite desarrollar la capacidad de liderazgo. Al entrar en la vida material, esa persona se encontrará en situaciones en las que el liderazgo será una cuestión clave. Las circunstancias serán totalmente distintas para cada cual, pero la atención se centrará en el liderazgo. Un individuo puede haber nacido en el seno de una familia con una rica herencia de liderazgo (por ejemplo, una larga sucesión de directores de empresa o de líderes políticos), mientras que otro quizá haya nacido en una familia en la que no hay liderazgo y en la que se considera a los líderes como autoridades negativas que deben ser derrotadas o contra las que hay que rebelarse. La tarea de la persona consiste en aprender a aceptar la cuestión de forma equilibrada y cómoda.
Según Eva Pierrakos, la cantidad de asesoramiento que recibe un alma de sus guías en la determinación de las circunstancias de su vida futura depende de su madurez. Se eligen padres que aporten las experiencias ambiental y física necesarias. Estas elecciones determinan la mezcla de energías que fipalmente formará el vehículo físico en el que se encarnará el alma para realizar su tarea. Tales energías son muy precisas y equipan el alma con lo que necesita exactamente para dicha tarea. El alma se ocupa a la vez de una tarea personal de aprendizaje individual (como el liderazgo) y de una «tarea en el mundo» que implica un don para la vida en sociedad. El diseño es tan exclusivo que al cumplir la tarea personal se encuentra uno preparado para hacer lo propio con la tarea en el mundo. La tarea personal libera el alma dejando escapar las energías que se emplean para la tarea en el mundo.
En el ejemplo mencionado anteriormente sobre el liderazgo, el individuo tendrá que aprender esa cualidad o habilidad antes de asumir el papel de líder en el campo de trabajo que haya elegido. Tal vez se haya sentido intimidado por una larga sucesión de antepasados que fueron brillantes líderes o se haya enfrentado a su herencia con plena inspiración para avanzar en su propio liderazgo. Cada caso es distinto y muy personal, de acuerdo con la exclusividad del alma que haya emprendido el aprendizaje.
El plan vital contiene muchas realidades probables, lo que permite la libre elección entre numerosas opciones. Entretejida en este entramado vital está la acción de causa y efecto. Creamos nuestra propia realidad. Esta creación surge de muy distintas partes de nuestro ser. La creación no siempre es fácil de comprender desde un sencillo nivel de causa y efecto, aunque desde este punto de vista se puede entender gran parte de nuestra experiencia. Uno crea, literalmente, lo que desea. La conciencia, la inconsciencia, la superconciencia y la conciencia colectiva contienen los deseos individuales. Todas las fuerzas creativas se mezclan para crear experiencia en numerosos niveles de nuestro ser a medida que avanzamos por la vida. Para mí, lo que denominamos karma es causa y efecto a largo plazo, también desde muchos niveles distintos de nuestro ser. Por tanto, creamos desde la fuente personal y grupal y, naturalmente, hay grupos pequeños dentro de otros más grandes, todos ellos sumándose para producir el gran tejido de la experiencia vital creativa. Desde este punto de vista es fácil contemplar la riqueza vital con el espíritu maravillado de un niño.
Después de la «planificación», el alma entra en un proceso en el que pierde poco a poco la conciencia del mundo espiritual. En el momento de la concepción se crea una relación energética entre el alma y el óvulo fertilizado. En este instante se forma, además, una matriz etérea que protege al alma de cualquier influencia que no sea la de la madre. A medida que el cuerpo crece dentro del vientre materno el alma empieza a sentir lentamente su «arrastre» y se va conectando de forma consciente y paulatina con el cuerpo. En un momento determinado, el alma cobra súbita conciencia de esta conexión; se produce un poderoso destello de energía consciente que desciende hasta el cuerpo en formación. Entonces el alma vuelve a perder su conciencia, para despertar de nuevo, poco a poco, al mundo físico. Este poderoso destello de conciencia corresponde al momento en que el feto empieza a
dar señales de vida.

Manos que Curan
Barbara Brennan

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