El fracaso de la medicina moderna
A muchos lectores les llamará la atención el título de esta propuesta, dado que contradice todo lo que vemos y escuchamos en la propaganda oficial acerca de los logros de la ciencia médica y toda la tecnología puesta a su servicio; sin embargo un análisis lúcido y objetivo nos permite ver que todo esto es una burda manipulación para sostener el más grande fraude social de toda la historia y que ha conducido a la mayor parte de la humanidad a alejarse de las mínimas normas fisiológicas que permiten gozar de una buena calidad de vida.
Pongamos como ejemplo el cáncer. Se nos dice que gracias a los nuevos tratamientos la gente está viviendo más, lo cual es una gran mentira; hay que reconocer que se ha avanzado en cuanto a métodos de diagnóstico tempranos, ¡y ello nos conduce directamente a que la gente está viviendo más en relación al momento en que fue diagnosticada de cáncer! Podemos afirmar que está viviendo peor, más asustada, más dependiente del sistema y con menos posibilidades de disfrutar la vida cuando está enferma. El sistema se ha metido tanto en nuestras vidas que vivimos y pensamos como enfermos las 24 horas, cuando en realidad hay enfermedades, que independientemente de si se pueden curar o no, si son mortales o no, nos dejan un margen amplio para gozar y disfrutar si no nos hubieran infectado con una invalidante hipocondría social que se alimenta del miedo y pone el acento en un dramatismo exagerado.
Con el SIDA ha pasado lo mismo. En los inicios de esta enfermedad la gente moría como mosquitos y todo el mundo estaba aterrorizado ante la idea de contraer el virus VIH; con el tiempo se verificó que el AZT, nombre del medicamento entonces utilizado, era una droga que terminaría matando a cualquiera y no solo a los enfermos de SIDA. Hoy día se pregonan otros tratamientos como más eficaces y por suerte la sobrevida de estos pacientes es muy larga en muchos casos; lo que se nos escapa es que en realidad se vive más y mejor con SIDA porque los medicamentos que se administran no son tan tóxicos como antes. El SIDA es un triste ejemplo de cómo muchos tratamientos tan sólo han empeorado la situación de la gente; en este sentido, recomiendo la lectura del libro “Repensar el Sida” editado por la Asociación de Medicinas Complementarias de España.
EE. UU. es el país que más gasta en medicina y sin embargo los resultados no son muy alentadores; en el año 1950 estaba en el octavo puesto en relación a las expectativas de vida y en el año noventa había caído a un humilde decimoctavo por detrás de países como Japón, España, Grecia, Canadá o Inglaterra; menciono estos países porque vale la pena comparar que mientras que EE. UU. gastaba en 1990 el 12% de su presupuesto en salud, Canadá e Inglaterra lo hacían en torno al 6%. En el caso de Japón gastaba menos de la mitad y la expectativa de vida era de cuatro años más en los hombres y tres en las mujeres; vale la pena destacar que los japoneses no reniegan de la tecnología pero están cercanos a un sistema de vida más tradicional.
Está claro que después de la Segunda Guerra Mundial, los médicos americanos perdieron el control de la medicina en manos de los empresarios que la transformaron en un negocio pensado para obtener utilidades en lugar de avocarse de lleno a la noble misión de salvar vidas; lamentablemente, y a pesar de que EE. UU. nos sirve como ejemplo por lo grosero de la evidencia, este problema se generaliza en el mundo entero, aún en los países más pobres donde sus magros presupuestos se despilfarran en sostener un sistema que, en el mejor de los casos, no es más efectivo que los métodos de salud de la medicina tradicional.
Autor del libro “La Nueva Nutrición”
Pongamos como ejemplo el cáncer. Se nos dice que gracias a los nuevos tratamientos la gente está viviendo más, lo cual es una gran mentira; hay que reconocer que se ha avanzado en cuanto a métodos de diagnóstico tempranos, ¡y ello nos conduce directamente a que la gente está viviendo más en relación al momento en que fue diagnosticada de cáncer! Podemos afirmar que está viviendo peor, más asustada, más dependiente del sistema y con menos posibilidades de disfrutar la vida cuando está enferma. El sistema se ha metido tanto en nuestras vidas que vivimos y pensamos como enfermos las 24 horas, cuando en realidad hay enfermedades, que independientemente de si se pueden curar o no, si son mortales o no, nos dejan un margen amplio para gozar y disfrutar si no nos hubieran infectado con una invalidante hipocondría social que se alimenta del miedo y pone el acento en un dramatismo exagerado.
Con el SIDA ha pasado lo mismo. En los inicios de esta enfermedad la gente moría como mosquitos y todo el mundo estaba aterrorizado ante la idea de contraer el virus VIH; con el tiempo se verificó que el AZT, nombre del medicamento entonces utilizado, era una droga que terminaría matando a cualquiera y no solo a los enfermos de SIDA. Hoy día se pregonan otros tratamientos como más eficaces y por suerte la sobrevida de estos pacientes es muy larga en muchos casos; lo que se nos escapa es que en realidad se vive más y mejor con SIDA porque los medicamentos que se administran no son tan tóxicos como antes. El SIDA es un triste ejemplo de cómo muchos tratamientos tan sólo han empeorado la situación de la gente; en este sentido, recomiendo la lectura del libro “Repensar el Sida” editado por la Asociación de Medicinas Complementarias de España.
EE. UU. es el país que más gasta en medicina y sin embargo los resultados no son muy alentadores; en el año 1950 estaba en el octavo puesto en relación a las expectativas de vida y en el año noventa había caído a un humilde decimoctavo por detrás de países como Japón, España, Grecia, Canadá o Inglaterra; menciono estos países porque vale la pena comparar que mientras que EE. UU. gastaba en 1990 el 12% de su presupuesto en salud, Canadá e Inglaterra lo hacían en torno al 6%. En el caso de Japón gastaba menos de la mitad y la expectativa de vida era de cuatro años más en los hombres y tres en las mujeres; vale la pena destacar que los japoneses no reniegan de la tecnología pero están cercanos a un sistema de vida más tradicional.
Está claro que después de la Segunda Guerra Mundial, los médicos americanos perdieron el control de la medicina en manos de los empresarios que la transformaron en un negocio pensado para obtener utilidades en lugar de avocarse de lleno a la noble misión de salvar vidas; lamentablemente, y a pesar de que EE. UU. nos sirve como ejemplo por lo grosero de la evidencia, este problema se generaliza en el mundo entero, aún en los países más pobres donde sus magros presupuestos se despilfarran en sostener un sistema que, en el mejor de los casos, no es más efectivo que los métodos de salud de la medicina tradicional.
Si lo que usted desea en mantenerse sano y fuerte, permanezca todo loDr. Michala Colgan
alejado que pueda del sistema médico
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