El niño hiperactivo

por Dra. Elba Garber


Aporte psicológico Dentro de los múltiples aportes a la comprensión psicológica del niño hiperactivo, también llamado hiperquinético, se encuentra la esclarecedora investigación realizada por la psicoanalista Dra. Esther Bick. Esta investigadora estudió, con bastante profundidad, la conducta del lactante y la relación con la posterior evolución de éste en la edad de la niñez.

Como antecedente, existe en estos niños, a partir de los 45 días de edad, la irrupción del llamado eczema del lactante, segunda piel de Esther Bick, o piel de asno, que está constituida por una costra eczematosa que cubre la piel de la cara, hombros, manos, piernas y que a veces se extiende al tronco. Dicha costra segrega una serocidad de temperatura tibia, que obra de colchón entre el mundo exterior (costra) y el interior (piel).
Según la Dra. Bick existe otro antecedente común en estos niños: madres conectadas con ellas mismas (narcisistas), con características infantiles y con una gran dificultad de hacerse cargo de un rol de adulto, como el de madre, ante la llegada de un bebé. Estas madres entran en un grado alto de desconexión afectiva después del parto (¿psicosis puerperal?) y ponen distancia con la urgente y vital necesidad del bebé de que es el contacto afectivo de ser tocado y acariciado. Esta necesidad, es decir la relación "de piel a piel" es anterior a la palabra.
Según la autora ése es un momento crucial, pues el bebé puede optar por vivir sobreviviendo, o sea, creando ante la ausencia de un contacto afectivo una segunda piel a manera de brazos que lo protegen, con el calor de la serocidad que le da afecto; o morir por inanición afectiva.
Para Esther Bick, este subterfugio defensivo sustituye el calor de los brazos maternos para los niños que optaron por la sobrevida. Así transcurren, como ella dice, por la vida casi en letargo; son niños buenos y pacíficos, a los que es preciso sujetarles los brazos y las piernas para que no se rasquen y se lastimen por el problema dermatológico. Pasan su primer año de vida comiendo y durmiendo.

Por el tiempo de esa investigación, los alópatas ya sabían y aconsejaban a las madres no colocar pomadas con corticoides y "no cortar el eczema porque se iba a producir una afección respiratoria más importante, asma, etc...". Ya se observaban en estos momentos las primeras consecuencias de la supresión de síntomas, como por ejemplo localizaciones más importantes en órganos más profundos.
En el primer año el niño, que aún no ha llegado a la etapa de deambulación, es más dependiente de la madre. La autora señala que a partir del primer año, en el que comienza la deambulación y con ella la independencia, el eczema mejora. La lesión dermatológica se resuelve espontáneamente y entonces comienza un trastorno caracterológico relacionado con la emotividad del niño: el movimiento exagerado.
Estos niños llegan a moverse mucho, a caminar aceleradamente, no pueden estar quietos y hasta se golpean con las paredes, como buscando el límite, a modo de los brazos ampliados que no tuvieron; las paredes actúan como frontera de la misma forma que antes lo hicieron el eczema, la costra, estar fajados o atados. Estos hechos se constituyen en el reemplazo de la falta de una madre presente que los contenga y le dé orden y límites a su aparato psíquico.
En posteriores trabajos acerca de este mismo tema, la autora muestra que en el tratamiento de niños hiperactivos es muy importante la inclusión de la madre para poder crear dramáticamente algún vínculo de contacto de piel, para tratar de mejorar la situación de origen, e intentar comprender que el lenguaje del niño no transita por lo verbal sino por lo actuado. Se podría observar pues que habría relación y coincidencia entre los momentos de desconexión de la madre y el aumento de la movilidad en la criatura.
Basándome en estos aportes teóricos y terapéuticos, y al evaluar a estos niños cuando llegaban a mi consulta, observé que las madres los traían mostrándome lo que les sucedía con estas personas: sus hijos.
Estos seres chiquitos se movían mucho, eran muy inquietos y molestaban. Reclamaban de ellas atención al final del día, cuando las mismas regresaban cansadas del trabajo. Siempre insatisfechos, no se contentaban con lo que las personas que formalmente reemplazaban a la madre les daban. Eran gritones, estaban enojados, no aceptaban límites; esos niños y esas madres repetían en la consulta el mismo modelo que había dado origen a la sintomatología:

Una madre niña, asombrada y desconectada emocionalmente de lo que le pasa a ese hijo que la reclama.
Un niño pequeño, solo, expuesto (por necesidades biológicas) a vivir en un mundo desconocido, sin límites, que va internalizando a través del ensayo y error (golpes frecuentes, exagerando la cantidad de respuestas con "no": no hagas esto, no hagas aquello).
Ambos coinciden en la dificultad para el encuentro afectivo, pues funcionan emocionalmente a modo de mundos paralelos, contactando sólo en lo formal (superficie).
Aporte homeopático
Dentro del capítulo de los niños hiperactivos, encontramos en la materia médica distintos remedios cuyo núcleo mental coincide con cierta comprensión psicológica del origen de la problemática de la hiperactividad en los niños. Con sorpresa, al hacer el diagnóstico del remedio que mejora notablemente a estos niños, se puede leer en su núcleo mental:

CHAMOMILLA:
Niños susceptibles, ariscos, de mal humor, caprichosos, siempre descontentos, nunca satisfechos.
Impaciente, se calma y tranquiliza cuando es llevado en brazos o paseado en carruaje.
Convulsiones o aumentos de la movilidad cuando la madre ha sufrido cólera o vejación; se podría entender que este problema pone a la madre a más distancia que nunca del niño. Intolerancia al dolor; lo desespera y lo enloquece. Se mueve de un lugar a otro (como si esto lo sumiera en una situación de abandono y desprotección mayor que la que ha sufrido).
Lo interesante es que también en la materia médica se puede hallar que este remedio calma el dolor calambroideo que padece la madre a nivel del útero, cada vez que el niño tome el pecho, "como si esto en lugar de ser placentero fuera algo rechazable".

Resumen

La problemática del niño hiperactivo ha sido cuidadosamente estudiada tanto por la psicología como por la homeopatía. Quienes hemos tenido la oportunidad de conocer y practicar ambas disciplinas hemos notado la estrecha coincidencia entre ambas.
Este trabajo, entonces, intenta mostrar no sólo los puntos de contacto entre el abordaje psicoanalítico y el homeopático, sino también evidenciar cómo pueden iluminarse mutuamente y colaborar tanto en la teoría como en la práctica.


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