El agua y la sed

Por cada ser humano existe un sentido de vida a desentrañar y expresar.

Y es la responsabilidad de cada uno dar con él.

Es algo que nadie puede hacer por ti.

Y mientras no lo haces te sobrevuela aquello que se conoce como angustia existencial, una sensación de vacío o de “sin sentido”.

Una extraña sed difícil de saciar.

No la calman las cosas materiales que incorporamos y de las cuales nos rodeamos hasta el agobio, no la satisfacen las sucesivas relaciones que iniciamos y dejamos, no la atenúan las experiencias extremas que a veces consumimos una detrás de otra en el intento de “sentir”, “vibrar” o percibirnos “vivos”.

Decía Frankl que la mejor prueba de la existencia y la necesidad del agua es la sed.

Del mismo modo podríamos afirmar que la prueba de que es necesario descifrar y consagrar el sentido de cada vida es esa sensación de vacío y descontento que se instala cuando no lo hacemos.

Para esto es esencial la voluntad de sentido.

Aquello que nos induce a comprometernos, y aún sacrificarnos, para servir a nuestros seres queridos (sean o no parte de nuestra familia), a crear obras (de cualquier tipo) por las que sentimos inclinación y a adentrarnos en las áreas vitales de nuestro interés.

Cuando hacemos esto se activan las áreas de confianza innata que existen en nosotros.

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