Atención consciente
 
Podemos
 pensar que todo lo que la vida nos ofrece mañana es repetir lo que 
hicimos ayer y hoy. Pero si ponemos atención, nos daremos cuenta de que 
ningún día es igual a otro. Cada mañana nos trae una bendición 
escondida, una bendición que sólo sirve para este día, y que no puede 
ser ni guardada ni desaprovechada. Si no usamos ese milagro hoy, se 
perderá.
Este
 milagro está en los detalles de lo cotidiano; es necesario vivir 
sabiendo que cada instante tenemos la salida para el problema, la manera
 de concentrar lo que está faltando, la pista adecuada para la decisión 
que precisamos tomar para modificar todo nuestro futuro.
Pero ¿Cómo tener el coraje para eso?
 A mi entender, Dios habla con nosotros a través de señales. En un 
lenguaje individual, que requiere fe y disciplina para ser totalmente 
absorbido.
San
 Agustín, por ejemplo, fue convertido de esa manera. Durante años buscó 
en varias corrientes filosóficas una respuesta para el sentido de la 
vida hasta que cierta tarde, cuando se encontraba ene l jardín de su 
casa en Milán reflexionando sobre el fracaso de su búsqueda, escuchó una
 voz infantil en la calle que cantaba: “¡Ábrelo y lee!”.
A
 pesar de haber sido siempre gobernado por la lógica, decidió en un 
impulso abrir el primer libro a su alcance. Era la Biblia, y en ella 
leyó un fragmento de San Pablo con la respuesta que buscaba. A partir de
 allí la lógica de San Agustín abrió sitio para que la fe pudiese 
también participar, y él se transformó en uno de los mayores teólogos de
 la iglesia.
Los
 monjes del desierto afirmaban que es necesario dejar actuar la mano de 
los ángeles. Para eso, de vez en cuando hacía cosas absurdas, como 
hablar con las flores o reír sin razón. Los alquimistas siguen las 
“señales de Dios”, pistas que muchas veces no tienen sentido, pero 
terminan llevándonos a algún lugar.
Mi
 conclusión es que; existe un ejercicio de meditación que consiste en 
añadir (generalmente durante diez minutos diarios), un motivo para cada 
una de nuestras acciones. Un ejemplo: “Yo ahora leo el periódico porque 
quiero informarme. Yo pensé ahora en tal persona porque tal asunto que 
leí me llevó a esto. Yo camine hasta la puerta porque voy a salir de 
casa”. Y así sucesivamente. Buda llama a esto “Atención Consciente”.
Cuando
 nos vemos repitiendo la más común de las rutinas, nos damos cuenta de 
la riqueza que ronda nuestra vida. Comprendemos cada paso, cada actitud.
 Descubrimos cosas importantes y también pensamientos inútiles.
Al
 finalizar la semana (la disciplina es siempre fundamental) estamos más 
consciente de nuestras faltas y distracciones, pero también entenderemos
 que en ciertos momentos no había ningún motivo para actuar como 
actuamos y seguimos nuestro impulso, nuestra intuición; es ahí que 
empezamos a comprender este lenguaje silencioso que Dios usa para 
mostrarnos el camino acertado.
Lo pueden llamar intuición, señal, instinto, coincidencia, no importa el nombre. Lo que importa es que a través de la “Atención Consciente”
 nos damos cuenta de que estamos siendo guiados muchas veces hacia la 
decisión adecuada. Y esto nos hace tener más confianza en nosotros 
mismos y más fuertes.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)


 
          
          
          
        
    

 
 Entradas
Entradas
 
 


 
 
 
 
 
0 comentarios:
Publicar un comentario