Es obligatorio envejecer?

“Envejecer” produce el mismo temor que “morir”, porque en alguna forma a medida que nos vemos envejecer sentimos que nos acercamos a la muerte.
Estudiando los procesos neurofisiológicos y anatómicos del desarrollo de la vida, solemos aceptar la existencia de un proceso evolutivo, con un comienzo, una serie de etapas de cambio y un ineludible proceso involutivo, que culmina para nuestra filosofía occidental, en la muerte.
Para otras filosofías y/o religiones, se trata solo de pasar de un estado a otro, un cambio mas, del cual salimos por reencarnación, renacimiento, para volver a la vida.

Así, envejecer pasa a ser sinónimo de enfermedad, porque el proceso evolutivo va señalando cambios que se parecen a enfermedades, ya que estamos lejos de poder apreciar los simples cambios naturales que compartimos con los reinos animal y vegetal.
El envejecimiento representa diversos pasos de aprendizaje para familiarizar al individuo con una realidad que todavía no conoce y por lo tanto no puede aceptar sin discutir , cuestionar, resistir.
A diferencia de la enfermedad que puede constituir una señal de que hemos errado el camino, y nos informa como hacer para volver a la buena senda, el envejecimiento en sí es una obligación impuesta por el simple hecho de haber nacido.
Lo único que nos queda por hacer, es tratar de decidir cómo vamos a envejecer.
Tampoco podemos luchar contra la vejez, pues lo único que logramos es aumentar la resistencia que nos opone.

Cuando se habla de la lucha contra la vejez a partir de tratamientos exóticos, drogas milagrosas, cirugías espectaculares, no suele hablarse de los casos en que la lucha ha sido fatal para el individuo, que el objetivo no se concretó, que la realidad se hace mas cruel ante lo inexorable del avance hacia la vejez.
Empleamos tanto esfuerzo en luchar contra, que no podemos percibir la magia de haber pasado por todas las etapas y llegar a la culminación de una vida útil, productiva, serena, joven.
Thorwald Dethlefsen, autor de “La enfermedad como camino”, “Vida y destino humano” , menciona reiteradamente que la supresión de un síntoma obliga a manifestar el “ser enfermo” en otro nivel, y el desplazamiento hace que el nuevo síntoma deba ser tratado por otro/s especialistas.
Con el envejecimiento, esto no funciona, no hay síntomas para suprimir ni a donde desplazarlos ni quien pueda hacerse cargo de ellos, mas que nosotros mismos.

El proceso de envejecer tiene que ver con el deterioro de los componentes celulares y el agotamiento de su capacidad funcional, sobre todo del tejido conectivo, sostén responsable de la estructura general del cuerpo.
Las sustancias no asimilables, los detritus de todo tipo, van formando agrupaciones de tejido graso que conforman los llamados recargos grasos morbosos, presentes en casi todos los tejidos y órganos.
Esto que es normal en condiciones ordinarias, asume importancia porque permite vislumbrar anticipadamente, el proceso que va a seguir el cuerpo en cada uno de sus aspectos a lo largo de la vida, a partir de un momento único, tan especial como el del nacimiento, en que decide empezar a envejecer.

En este breve enfoque de un tema tan importante para cada uno, seleccioné el aspecto de los recargos porque , si prestamos atención a lo que vamos a leer a continuación, son los motivos por los que consultamos al médico en busca de ayuda.

Los recargos se agrupan en tres grandes categorías, dentro de las cuales hay infinitas variantes, y son:
1. recargo graso general: es lo que llamamos habitualmente obesidad. Muchas personas obesas pueden tener buen temperamento y buena salud, siempre que no excedan cierto límite que no comprometa la circulación e inervación de los órganos. Cuando el acúmulo graso se acompaña de intoxicación artrítica, que obstaculiza el funcionamiento, aparece la enfermedad: deterioro de la piel y celular subcutáneo, depósitos ateroescleróticos en las arterias, dificultades venosas, edemas linfáticos, disfunciones hormonales y sexuales. Todo esto va agotando la energía vital, y en poco tiempo el individuo muestra señales evidentes de envejecimiento, no acorde a la edad cronológica pero si representativa de la edad biológica. La grasa reemplaza tejidos jóvenes, dinámicos, apresurando el desgaste total, y representando inconvenientes y hasta peligros para la salud.
2. Recargos parciales: los recargos se establecen en zonas amplias, como por ejemplo:
- Recargo delantero: papada, bolsas en los párpados inferiores, mejillas fláccidas, gran recargo mamario y torácico, vientre abultado y caído.
- Recargo posterior: abultamiento de cuello y nuca, sobrecarga dorsal, nalgas voluminosas,
- Recargos laterales: suelen ser continuación de los anteriores y posteriores, comunicándolos.
3 Recargos localizados: son los de manifestación mas frecuente y aunque no afectan el estado general del paciente, deben ser reconocidos como manifestaciones de mal funcionamiento orgánico, sobre todo digestivo y metabólico.
4 Recargo del vientre: suele acompañar estados catarrales de las vías digestivas, alteraciones hepáticas, renales, ováricas. Es frecuente que el aumento de grasa debajo del diafragma, produzca estados congestivos y catarrales en las bases pulmonares.
5 Recargo del tórax: produce descargas catarrales bronquíticas o pulmonares, a través de las ´vías respiratorias.
6 Recargo del cuello: se acompaña de dolor y congestión de cabeza, trastorno de la vista, catarro nasal y de garganta, dolor de oídos.
7 Recargos secos: no contienen grasa, sino que son manifestaciones distróficas con alteraciones químicas y endocrinas, que afectan especialmente la tiroides y la suprarrenal. En estos acúmulos se observan productos de degeneración granulosa, degeneración hialina, queratinización, transformación amiloide, etc.

Si revisamos lo expuesto, cuando aparecen uno o mas de las manifestaciones mencionadas, sentimos que algo no anda bien, nos cansamos mas rápidamente, el ánimo y el entusiasmo decaen, nos sentimos envejecer y salimos desaforados a buscar la fuente de la vida eterna.
Aquí es donde entra el cómo envejecer, mas que el porqué o para qué, preguntas que cada uno debe contestar como pueda.
El cómo sería sencillo si aplicáramos mínimas normas de higiene, prevención, cuidado de la salud física, psíquica, mental, espiritual.
El problema es lo difícil que resulta aplicar siquiera algunas de esas mínimas normas en el torbellino de la vida diaria.

Sin embargo, aún a riesgo de provocar sonrisas irónicas o comentarios poco amistosos, haré una simple enumeración de algunos “consejos prácticos” para vivir menos estresado y retardar lo mas posible, en las mejores condiciones, el inevitable envejecimiento:

- cuidar la alimentación en forma equilibrada, nada de dietas mágicas, soluciones rápidas, drogas con diversas contraindicaciones y dudosos resultados,
- realizar actividades físicas normales , adecuadas a la edad y estado de entrenamiento, evitando desgastes por exceso tanto en cantidad como en calidad de la actividad elegida,
- buscar momentos de reposo entre las diversas actividades laborales, de estudio, profesionales, domésticas, deportivas, ya que un a pausa adecuada, en un medio tranquilo, alegre, bien dispuesto, puede multiplicar el rendimiento en forma geométrica.
- Dedicar espacio a la reflexión sobre los problemas y el modo mas adecuado de resolverlos, para evitar reproches por ineptitud, descuido, falta de atención.
- Valorar la vida, el amor, el trabajo, las emociones, los sentimientos, mas allá de tener un vientre abultado, rollitos o catarros emocionales.
- No desperdiciar el tiempo tratando de mantenernos jóvenes sino vivir como jóvenes, llenos de expectativas, proyectos, ilusiones. ¿Quién sabe cuanto tiempo tenemos por delante, tengamos la edad que sea?.
- No gastar dinero ni energía en promesas de eterna juventud exterior, porque si eso pudiera ser verdadero, porque andamos tantos viejos por el mundo!
- Aprovechar ese esfuerzo en ayudar a alguien, mejorar nuestra relación con la vida, querer y querernos felices, seamos como seamos y tengamos la edad que supimos conseguir.
- Procurar recordar que cada etapa de la vida tiene su encanto y su sufrimiento, su premio y su pena, y ambos polos hacen la vida, cuando desaparece uno también lo hace el otro, y quedamos en la dulce nada.
Los recargos que mencioné se van sí como por arte de magia cumpliendo varios de los ítems mencionados. Sólo tiene que intentarlo para ver los resultados.

En una nota referente a la vida, mencione a una jóven tía de 85 años, que decía: “Que lástima que me tenga que morir con lo bien que me siento” .
Una frase tan simple como salida de lo mas profundo de las entrañas, simbolizando el miedo mas común a todos, el miedo a la muerte. Sin embargo, no fue dicha con pena sino solo con una suave nostalgia por lo que ya fue y una espera calma de lo que tiene que llegar.
Creo que esa debería ser una de nuestras aspiraciones: llegar a viejos enteros, sin dejar pedazos de vida y salud en enfermedades sin fin, tratamientos cada vez mas traumáticos, para terminar en una sala de terapia tratando de respirar unos minutos mas.
Cada vez hay mas personas longevas, y si observamos su filosofía de vida, vemos que responden a principios sencillos, higiénicos, fáciles de cumplir.
No importa si fumamos o no, si hacemos gimnasia o no, si comemos esto o lo otro, si ponemos el acento en nuestra actitud general.
Una vida alegre, optimista, productiva, solidaria, aumenta el nivel inmunológico contra muchas enfermedades.

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