El poder de las preguntas positivas

Por Laura Foletto

He tratado algunas veces el tema de la forma en que manejamos nuestro diálogo interno y, por supuesto, el que tenemos con los demás.

Es usual que el mismo sea mantenido desde parámetros negativos, tipo “No pude; no soy creativo; no tengo tiempo o dinero, etc.”. Usamos negaciones y/o proposiciones que cierran en lugar de abrir posibilidades, como “Siempre el mismo estúpido; toda mi vida ha sido una lucha difícil para conseguir lo que quiero; nunca se me va a dar mi deseo”.

Quiero enfatizar la enorme importancia de reformular estos conceptos. La palabra es el segundo nivel de creación (pensamiento/palabra/acto) y, si la utilizamos mal, se nos hace muy complicado remontar la fase de construir cualquier cosa.

Entonces, escúchate hablar contigo mismo y con otros. Escribe tus dichos negativos o cerrados y reformúlalos hacia otros positivos y abiertos… y úsalos!! De lo contrario, seguirás en lo mismo. Todo lo que aprendas tiene que estar al servicio de tu acción. Transcribo a continuación algo que recibí (no sé de quién). ¡Buena semana!

¿Cuál es la pregunta que te haces cuando te encuentras ante un problema o una situación difícil? Tu cerebro es más poderoso que una sofisticada computadora a tu servicio. Él responde con precisión a la forma cómo te hablas a ti mismo y a las preguntas que te haces.

Si te preguntas:

- "¿Por qué soy siempre tan estúpido?", de inmediato tu mente te dará los argumentos que serán una respuesta satisfactoria.

- "¿Por qué tengo tan mala suerte?", entonces tu mente te recordará todas las razones para sentirte desafortunado. O te enfocará en los aspectos difíciles y desagradables de tu vida.

Si en cambio te preguntas:

- "¿Qué hice mal?" o "¿Cómo hago para no repetir este error?", tu mente te ayudará a encontrar una salida constructiva. Los científicos e investigadores del comportamiento han determinado que las personas que logran mejores resultados se hacen ciertas preguntas ante las situaciones difíciles. Te puedes hacer preguntas que te debiliten o preguntas que te fortalezcan.

Si ante un problema eliges alguna o varias de las siguientes preguntas, crearás confusión y emociones dolorosas.

Ejemplos de preguntas que debilitan:

- "¿Por que a mí?
- "¿Por qué soy tengo tan mala suerte?"
- "¿Por qué a mí todo me sale mal?"
- "¿Por qué le caeré mal a la gente?"
- "¿Por qué a mí nadie me quiere o me comprende?"
- "¿Por qué a mí me cuesta tanto aprender?"
- "¿Cuánto me durará mi mala suerte?"
- "¿Por qué a mí nunca me tienen en cuenta?"
- "¿Por qué no me valoran?" o "¿Por qué a nadie le importa lo mío?"

Todas éstas son preguntas que te inducen a generalizar o exagerar lo difícil y sobre todo a desconocer o menospreciar tus cualidades y recursos. Además notarás cómo las respuestas a estas preguntas te dificultarán la resolución de cualquier problema y, por encima de todo, generarán en ti autocompasión, aislamiento, culpa y resentimiento. Lo peor de todo es que te sentirás sin poder ante esa adversidad específica.

Si en cambio eliges hacerte preguntas empoderadas o asertivas, tu mente se enfocará en lo que depende de ti, te ayudará a definir tu problema y tus recursos de una manera más constructiva. Estas preguntas te ayudarán a sentirte más fuerte y optimista, con más control en tus resultados.

Ejemplos de preguntas con poder:

- "¿Cómo puedo salir fortalecido de este problema?"
- "¿Qué hice mal?" o "¿Qué error cometí?"
- "¿Cómo puedo acercarme a esta persona tan complicada?"
- "¿Cómo puedo ganar el apoyo hasta de los más renuentes?"
- "¿En qué áreas tengo que prepararme mejor?"
- "¿Qué lección me deja este problema?"
- "¿Cómo hago para no repetir el mismo error?"
- "¿Qué cualidades o recursos tengo que me ayudarán a encontrar una salida?"
- "¿Qué tiene de positivo esta situación?"

Te invito a observar el poder de tus preguntas, a estar más conciente de tu propio lenguaje interior y a disfrutar de las diferencias.

1 comentarios:

annabel dijo...

Claro, las personas que cometen/cometemos errores y los asumimos somos quienes crecemos.
Los semi-perfectos se estancan
y los continúos frustrados no salen de la vorágine, mejor dicho de su ciclo destructivo.

¡Cómo me gusta este blog!

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