La medicina no es una profesión sino un sacerdocio

Por el Dr. Serge Raynaud de la Ferrière: -



Si Ud. sabe estas cosas, Ud. es bienaventurado,
siempre y cuando las practique.

La Medicina no es una profesión, sino un sacerdocio... Es una auténtica misión aquella de consagrarse a curar a sus semejantes, noble deber que reclama coraje y abnegación... Aliviar a su prójimo es una bella cosa cuando se trata de entregarse a la Humanidad y no de practicar un negocio cualquiera.

Es cierto que se necesitaría una Comisión de Socorro, un género de Misión que tomaría a su cargo a todos aquellos que quisieran dedicarse a la salud pública. Las curas serian gratuitas, sin pago de los enfermos a los médicos, ya que poderosos organismos o el mismo gobierno, vendría en ayuda de esos curadores y un servicio subvendría los medios de existencia de los médicos, convertidos en verdaderos Apóstoles de la Edad nueva.

Uno no se lanza intrépidamente en el arte de curar, si no siente la necesidad de salvar al género humano; se necesita un alma de misionero para estar dispuesto a sacrificar su tiempo y sus energías para venir en ayuda de aquellos que sufren. La enfermedad no espera momentos bien definidos, es preciso estar a la disposición del Genio Salvador, día y noche, ya que las fuerzas destructivas están al acecho de un cuerpo sin resistencia.

Sería pura pretensión creer que el conocimiento inteligencial solo, podría cambiar cualquier cosa en la naturaleza o en el orden establecido por el Creador. Es preciso ponerse de acuerdo con las Leyes Supremas, es decir, con la Conciencia Cósmica, en relación con las Ondas Sublimes, en “buena relación" con Dios.

El aforismo XLVIII de Arbatel dice a este respecto: “Que nadie, pues, pretenda atribuirse a sí mismo la gloria de la posesión del conocimiento, ya que no es ni la voluntad, ni el esfuerzo humano lo que permiten adquirirla, sino sólo la misericordia de Dios o algún otro destino espiritual”.

La Magia de la India anuncia: “Tú debes facilitar el nacimiento de tu alma a lo eterno, pero es el Eterno quien debe desarrollar su fuerza y su belleza, no por el deseo de crecimiento, ya que en ese caso tú te abres en la lujuria de la pureza y en el otro tú te endureces por la poderosa pasión de la estatura personal”.

“Por muy grande que sea el abismo entre el hombre de bien y el pecador, es aún más grande aquel que existe entre el hombre de bien y el hombre que alcanza el Conocimiento; y es inconmensurable entre el hombre de bien y aquel que se encuentra en el umbral de la Divinidad” (de la “Luz en el Sendero” párrafo 8 y 20).

Dicho de otra manera, sería un error creer que solo el conocimiento, la técnica y la ciencia, son los factores indispensables para evolucionar favorablemente. Cierto, es necesario el estudio, pero este debe ser tomado con un cierto espíritu; toda ignorancia es antinatural y la ignorancia es una prueba que es preciso vencer con la oración.

Como lo señala Juan en su Evangelio (cap. XIV vers. 12), Jesús dijo claramente a sus discípulos, a Felipe en particular, que con el estado espiritual necesario, no existe ningún obstáculo a las realizaciones más difíciles: “En verdad, en verdad, yo os digo: aquel que cree en mí, hará también las obras que yo hago y aún las hará más grandes...”

¿Y acaso Filón no dijo?: “Cuando las fuerzas humanas nos faltan, sale, como un relámpago: el socorro de Dios”.

El Deuteronomio anuncia también como primera Ley: “Tú amarás lo Eterno, tu Dios, de toda tu Alma, de todo tu corazón y de toda tu fuerza” (VI-5) (ver también Deut: X-12). El Nuevo Testamento repite esta orden de Israel (Mateo XXII-37; Marcos XII-30; Lucas X-27) que podemos por otra parte encontrar en las Escrituras de diferentes culturas (Vedas, Corán etc.)
No se trata, evidentemente, de una simple “creencia” sino de una moral elevada capaz de colocar al ser en contacto con los Planos Superiores. Ser “hombre de bien” es una cualidad individual que no se adquiere con la ayuda del conocimiento y es por eso que los Místicos han negado a menudo la instrucción y el estudio. Los maestros, los libros y las escuelas podrán ser desterrados el día en que el hombre llegue a separarse completamente de la Sociedad y alcanzar a identificarse a otras esferas, en las cuales el Saber se adquiere por una Realización supra-normal. El vehículo que sirve de “ligadura” para traer a la inteligencia una visión de las ideas que se encuentran en la gran reserva cósmica, no es un atributo cerebral o una función del espíritu “razonado”, sino una cualidad que es debida al estado especial en el cual el ser ha podido colocarse.

No se trata naturalmente del fenómeno de la bi-corporeidad, esa facultad de desdoblamiento, aunque se sabe que una cubierta fluídica (el cuerpo astral), puede desatarse del cuerpo físico conservando todas sus facultades sensitivas, visuales, etc. Algunas experiencias científicas han probado inclusive que ese “doble” puede ser herido en el astral. Según la teoría de los ocultistas en general, el “doble” puede materializarse en un lugar, mientras que la cubierta física queda a la vista de testigos, en el lugar de la experiencia. Ese fenómeno de bi-corporeidad es empleado muy a menudo por los brujos negros y el Padre Trilles ha contado los detalles en ocasión de su viaje al África. Cuando el cuerpo astral sale del cuerpo físico, puede contemplar y viajar más allá de su cubierta material; existe así mismo, el desdoblamiento inconsciente (a menudo durante el sueño natural o provocado). Se llama generalmente “emanación” del cuerpo astral, al fenómeno no deseado y “proyección” del doble, cuando el fenómeno es voluntario. Se llama “fantasma” a la aparición fluídica del doble vaporoso de una persona, que se puede exteriorizar, mientras que la envoltura carnal queda en estado secundario (semi-despierto). El fantasma es siempre el cuerpo ágil, la envoltura etérica de una persona viviente (en un muerto el término a emplear es el de “aparecido”). Las narraciones hagiográficas están llenas de historias de fantasmas en todos los países (los chinos los llaman “Kouei”).

El cuerpo astral se llama también Carro sutil, Arqueo, Mumia, Enormon, Od Vital, Periespíritu.
Ese Espíritu Vital es la fuerza dinámica, el poder psíquico, la electricidad animal, el influjo nervioso o la fuerza néurica, resplandeciente. Es el electro-dinamismo o aún el fluido fisiológico que la teología occidental llama aerosoma. Ese cuerpo aéreo (etérico) es mejor conocido bajo la terminología de Alma.

Los principios religiosos admiten generalmente que el ser humano está compuesto de tres cuerpos: el somaticón (cuerpo físico), el psiquicón (cuerpo psíquico) y el pneumaticón (cuerpo espiritual).

El psiquicón (comprendido como Alma por San Pablo) es la materia plástica que une el cuerpo material al cuerpo espiritual; el Alma es, en efecto, la emanación de la envoltura carnal, es la parte sutil (aero) del cuerpo grosero (soma). Para el hombre de Ciencia es la porción gaseosa que se escapa del cuerpo del hombre que acaba de morir. Así, colocando un cadáver sobre una báscula, podrá notarse una disminución de peso después que el moribundo ha dado el último suspiro; de ese modo, “entregar el alma” es una expresión muy justa; es la materia plástica que regresa al elemento universal. Según las teorías espiritualistas, el aerosoma (el alma) sirve de trampolín al Espíritu para su regreso a lo Divino (más o menos rápidamente, según el estado de conciencia de ese cuerpo astral). De ahí la expresión “alma en pena” para las almas incapaces de reunirse inmediatamente a la Conciencia Universal. El Alma muere también (la “segunda muerte”) después de haber dejado el cuerpo físico y de haber cumplido su misión de transportar al Espíritu en las Esferas Superiores.

La Doctrina Esotérica acepta la idea de que ciertos Grandes Iniciados pueden reencarnar según sus deseos en las épocas y los cuerpos que ellos escojan; habrán amalgamado entonces su cuerpo astral con su cuerpo físico. Esa es la razón de los “milagros” que se operan en los lugares donde han sido depuestos sus cuerpos difuntos, siendo la envoltura carnal impregnada del Alma.

La muerte voluntaria, que es a menudo el privilegio de los Bôddhisattvas, es llamada: “Adhi-Mutti Kalakiriya”. Ellos no tienen que regresar a los diversos estados (diez y ocho estadios según los Budistas) y pueden, pues, acumular las fuerzas kármicas (destino, según la Ley de Causa a Efecto). Escogen el momento y la manera de dejar el cuerpo físico y pueden pasar de un cuerpo a otro inmediatamente. Esta posibilidad de reencarnar inmediatamente es empleada a fin de venir en ayuda de su prójimo con mayor facilidad.

El Nyorai que es un título honorífico para un Buddha en el Japón, se distingue por ser una encarnación deseada para ayudar a la humanidad; es venerado cuando muere bajo el título de Hotoké. Es así que Hotei es adorado de esa manera; es uno de los dioses de la fortuna; caracteriza el contentamiento en el sentido de “chinkin-kishin” (divina exaltación por la tranquilidad espiritual) que sería el equivalente del “ananda” hindú.

Esta teoría de la re-encarnación ha sido siempre muy discutida; no obstante no debemos ver ahí el dogma de una doctrina oriental solamente. En las otras culturas, ya sea de la antigua América, en África o en Oceanía, encontramos los mismos principios sobre la cuestión de vidas sucesivas.

En Mateo (XVII - de 2 a 13) aprendemos que Jeshú confirma la enseñanza de la reencarnación y sus discípulos responden: “unos dicen que tú eres Juan, los otros Elías y otros aún pretenden que tú serías uno de los antiguos profetas resucitados” (Mateo XVI, 13 y 14; Lucas IX, 8). Es innecesario por otra parte hacer comentarios sobre el pasaje de los discípulos preguntando al Maestro: “Es porque pecó que este hombre nació ciego”. Lo cual evidentemente admite haber pecado, pues, en una vida anterior. Mucho más elocuente es el tercer capítulo de Juan (del versículo primero al duodécimo).

El Zohar enseña que las almas deben regresar sucesivamente para perfeccionarse hasta el día en que ellas alcancen el grado de sabiduría necesaria para fundirse con Dios.

El Talmud dice igualmente que el Alma de Abel pasó por el cuerpo de Set y después por el de Moisés.

La Santa Qabbalah trata largamente los “renacimientos”, que son una bendición que permite a los hombres purificarse sobre esta tierra por sus pruebas.

Los Padres de la Iglesia Católica han profesado por mucho tiempo la teoría de la reencarnación: Orígenes, Clemente de Alejandría, San Agustín en las cartas a Anastasio, San Jerónimo y Rufino atestiguan que la doctrina de sucesivas encarnaciones era enseñada como verdad tradicional. San Gregorio de Nysse y muchos otros aún, se han unido a esta misma idea que era reconocida unánimente por todo el Cristianismo hasta el siglo VI. Condenada después, la teoría de la reencarnación es rechazada por el Concilio de Braga (bajo el Papa Juan).

Esta fue igualmente la época en la cual la verdadera iniciación crística fue finalizada. Los Colegios Iniciáticos habían cerrado sus puertas desde mucho tiempo atrás, pero un cierto esoterismo había penetrado en las enseñanzas que a partir de ese momento tomaron otro aspecto. La misma Biblia aun no había soportado todas las modificaciones y era interpretada todavía bastante correctamente por algunos verdaderos buscadores. Sabemos que fue Jerónimo quien a los 30 años se instaló en Belén donde fundó un Monasterio en el cual comenzó a traducir los textos que constituyen la Biblia. El había querido aprender el hebreo para poder leer los libros originales, pero en la incapacidad de poder hacerlo, efectuó la traducción del griego en latín y constituyó la “Vulgata”.

Los capítulos originales de la Biblia escritos en hebreo, elaborados por una civilización completamente diferente de la nuestra, datan de 6.000 años. Están compuestos sobre “rejas” que se estudian con la ayuda de “claves”. Esta indicación es mencionada numerosas veces (y no hace más que respetar una Ley esotérica valedera para todas las Escrituras Santas: Bardo-Thodol de los Tibetanos, Popol-Vuh de los Mayas, Corán, Zohar, etc.)

El mismo Gran Maestro Esenio sigue el camino de la enseñanza de todos los otros Instructores, Buddhas, Avatares, que lo han precedido. En efecto anunció: “No vengo para abolir la Ley (exotérica o esotérica) sino a cumplirla”. El Cristo viene a hacer respetar, fortificar y enseñar la gran Lección Iniciática.

El Nuevo Testamento hace alusión en numerosas ocasiones a esta enseñanza secreta. Bajo un lenguaje simbólico es necesario entender la verdadera significación, la síntesis del esoterismo religioso. La primera epístola de Pablo a los Corintios, (capítulo III versículos 1 y 2), ya indica que este alimento espiritual no puede ser soportado por cualquiera. A los Efesios (III-3-4 y 5) es dicho que el conocimiento proviene de otro dominio y no del intelecto y que los Iniciados reciben la enseñanza de los misterios. Ese estudio esotérico se obtiene en los Santuarios, pero es conveniente preparar a los alumnos a la entrada de ese Templo de Sabiduría; así la Epístola a los Hebreos (IX-8) indica la purificación necesaria y que nada puede subsistir del antiguo modo de vivir y ver las cosas.

Y, el mismo Jeshú el Cristo, hace saber a sus Discípulos que muchas cosas quedan aún a serles enseñadas, pero que para esto es necesario que se preparen mejor para atender: “Tengo aún muchas cosas a deciros, pero vosotros no podéis soportarlas ahora” (Juan XVI-12).

Entre sus mismos discípulos son pocos los que han podido tomar todo el alcance iniciático de su enseñanza. El Gran Avatâr Crístico, para preparar a sus hermanos próximos a la Maestría, los sometía a pruebas, pero por desgracia, aunque discípulos, ellos no veían en el Maestro sino un personaje selecto del cual convenía seguir el ejemplo y perdían el verdadero sentido de su enseñanza. Algunos entre ellos, conservaron sus mismos hábitos y siguiéndolo, quedaron con las concepciones de su primera educación.

Simón Kephas, convertido en Pedro, Apóstol de Cristo, como Santiago, por otra parte, continuó las prácticas mosaicas y se adhirió todavía a la comunidad judía. Ambos se mantuvieron estrictamente ortodoxos hasta el fin: fieles observadores de la Torah. Pedro compuso las liturgias para los oficios judíos; algunos pretenden inclusive que él es el autor de la oración del Sabbat, recitada aún en nuestros días: “Nichmat... soplo de todo ser”.

El Apóstol Pablo, judío de Tarso (en Cilicia), que fue, desde luego, alumno de Gamaliel en Jerusalem, se mantuvo como un perfecto israelita aun después de su conversión al Cristianismo; por ejemplo, impuso inclusive a su Discípulo Timoteo (que era hijo de madre judía pero de padre griego) el rito de la circuncisión. (Actos de los Apóstoles: Cap. XVI, vers. 3). Por otra parte, él se sometió en el Templo a la purificación ritual (Loc cit XXI-26).

En fin, sin que nuestro relato sea cuestión de profesar una doctrina cualquiera de teogamia (unión entre la divinidad y los hombres), parece ser indispensable, sin embargo, recurrir a un método de síntesis para coordinar todas las posibilidades de un mejoramiento en la salud del género humano. La Teología, esa tentativa de los hombres de atribuir a Dios una personalidad, cualidades y características, no se encuentra desprovista de sentido. La ciencia más exacta se basa en ocasiones sobre principios abstractos para establecer sus conceptos y el estudio del hombre en su totalidad no puede excluir nada que pueda traer una luz sobre la conducta de la Vida.

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