Tengo conciencia de mi conciencia?

Yolanda Silva Solano.



Esta pareciera ser una pregunta absurda, pues se supone que todos los hombres tenemos conciencia, sin embargo no es tan así, cuando comenzamos a distinguir las muchas clases de conciencia que existen y coexisten en la mente humana.
La conciencia, es definida en general como el conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo y de su entorno. En términos religiosos, es la facultad de decidir según la percepción del bien y del mal. Como fenómeno psíquico, la conciencia es objeto de estudio de la psicología y la psiquiatría. Como concepto moral, se manifiesta en la ética, y es también un campo de la filosofía.
El Libro de Urantia nos dice que “la conciencia, no es una voz divina que habla al alma humana, sino que ella es, la suma del contenido moral y ético de las costumbres de una determinada etapa de la existencia, simplemente representa el ideal de reacción, concebido por la humanidad ante un determinado conjunto de circunstancias”
La conciencia del bien y del mal, sobre todo en las costumbres y en la moral, es absolutamente cambiante porque es subjetiva, depende del entorno, por eso “la conciencia sin la enseñanza de la experiencia y sin la asistencia de la razón, no ha sido nunca una guía segura e infalible para la conducta humana”
“La conciencia esclarecida del hombre civilizado, no se preocupa tanto por la creencia intelectual específica, o por un modo particular de vida, sino del como por descubrir la verdad del vivir, la técnica buena y justa de reaccionar a las situaciones recurrentes de la existencia mortal. La conciencia moral, es tan sólo un nombre aplicado al reconocimiento y conocimiento humano, de aquellos valores éticos que el deber demanda, que el hombre obedezca en el control y guía de su conducta diaria”
La conciencia espiritual va mucho más lejos de la moralidad, pues tener conciencia espiritual significa estar consciente de lo que hacemos, no por temor o por seguir las costumbres, sino porque ella es la consecuencia de la guía de nuestro espíritu pues “cada día que vive un verdadero creyente, le resulta más fácil hacer lo que es recto”
Desgraciadamente la conciencia es fácilmente manipulada por las costumbres y las opiniones ajenas y entonces se transforma en una conciencia dormida, que de bien poco nos sirve, ni para conocernos a nosotros mismos, ni para distinguir lo bueno de lo malo, transformándose así más bien en una conciencia colectiva, más que en una conciencia individual como debiera ser.
Para el ser humano, no es fácil el proceso de darse cuenta y aceptar, que no tiene conciencia. Saber que existen procesos internos que controlan nuestros actos, que tenemos muchos pensamientos y sentimientos automáticos, cuyo grado de conciencia es mínimo, porque están en nuestro inconsciente, no es algo fácil de reconocer.
De esta falta de conciencia, nace la falta de auto conocimiento, reemplazado por el colectivismo, la falta de reflexión, el egocentrismo y la ausencia de valores fundamentales, teniendo como resultado, el vacío existencial y la falta de sentido de vida, pues “el progreso exige el desarrollo de la individualidad, en cambio la mediocridad busca la perpetuación en la estandarización.”
Si queremos evolucionar espiritualmente, debemos prestar especial atención a nuestra autoconciencia, que es “la que se produce entre Dios y el hombre. Padre e hijo, creador y criatura. En la autoconciencia humana, existen comprensiones latentes e inherentes de la realidad universal:

1.-La búsqueda de conocimiento: la lógica de la ciencia.

2.-La búsqueda de los valores morales: el sentido del deber

3.-La búsqueda de los valores espirituales: la experiencia religiosa

4.-La búsqueda de los valores de la personalidad, la habilidad de reconocer la realidad de Dios como Personalidad y la comprensión paralela de nuestra relación fraternal, con las demás personalidades.”

Esta autoconciencia, sólo es posible tenerla, cuando reconocemos como conciencia, nuestra chispa divina y la guía de nuestro espíritu, porque “el hombre no podría amar en forma altruista y espiritual, si no viviera en él, un amante divino. El hombre no podría comprender verdaderamente la unidad del universo, si no viviera en su mente un intérprete. No podría estimar los valores morales y reconocer los significados espirituales, si no viviera en su mente un evaluador.”

La conciencia superior y espiritual, es mucho más, que el poder percatarse de la realidad de las cosas materiales; es la voz de Dios que nos habla en lo más profundo de nuestro espíritu, es la luz del espíritu divino que habla al hombre del bien y del mal, y que es la que le permite conocer la realidad del espíritu, así como la realidad humana.

La conciencia divina, es única, es perfecta y es inmutable, no se ajusta a las creencias o ideas de determinado individuo, esa conciencia nos habla a todos por igual, en relación a la perfección que debemos alcanzar. Y es en el silencio interior logrado mediante la meditación, y viviendo el momento presente en forma consciente, que logramos escuchar con más claridad la voz de la conciencia, que es la voz de nuestro Ajustador.

“La presencia del Ajustador en el hombre, revela la unidad esencial del universo, pues el hombre aun cuando es el tipo más bajo de la personalidad universal, contiene dentro de sí mismo un verdadero fragmento de la realidad más elevada y eterna como es el Padre Universal”

“El mundo está lleno de almas perdidas, no perdidas en el sentido teológico, sino perdidas en el sentido direccional, almas que vagan confusas entre los dogmas y cultos de una era filosófica frustrada. Demasiados pocos han aprendido cómo reemplazar la autoridad religiosa, por una filosofía de vida”



La religión del espíritu, nos permite hacernos conscientes de nuestra conciencia y de nuestra comunión con Dios, porque ella “es una forma de vida y una técnica de pensamiento” que favorece no sólo al individuo, sino que con su avance espiritual, está también participando y ayudando a la conciencia cósmica, pues “el progreso en el universo, se caracteriza por la creciente libertad de la personalidad, que se relaciona con el logro progresivo de niveles cada vez más altos de auto comprensión y de consecuente moderación voluntaria. El alcanzar la perfección de la moderación espiritual, equivale a la consumación de la libertad universal y de la libertad personal”



“El alcanzar la perfección de la moderación espiritual” ¡qué frase! Los extremos nunca son buenos en ningún ámbito, mucho menos en el plano espiritual, “toda virtud, si se la lleva a los extremos, puede convertirse en vicio” La conciencia de uno mismo, nos permite evitar caer en la rutina o en el misticismo exagerado, porque “la excitación no aumenta la energía, más bien agota los poderes, tanto de la mente como del cuerpo”



En cambio, el justo medio de la meditación y la adoración, junto a“la autoconciencia espiritual, es capaz de descubrir la belleza de la verdad, su calidad espiritual y no sólo la calidad filosófica de sus conceptos, sino en forma certera la respuesta del Espíritu de la Verdad siempre presente. La felicidad resulta del reconocimiento de la verdad, porque ella, puede ser vivida como una experiencia”



Desconfiemos de todos esos arrebatos pasajeros de evolución y concretémonos a vivir con plenitud lo que creemos comprender, pues en la medida que nuestro corazón esté limpio de rencores y propicio a hacer el bien, material y espiritual a todos nuestros hermanos, estaremos capacitados para llamarnos en verdad hijos de Dios y tendremos nuestra conciencia tranquila, porque “no veo como puedo regocijarme en la paternidad de Dios, si rechazo la fraternidad del hombre.”



LO ÚNICO IMPORTANTE ES APRENDER Y LUEGO PONER EN PRÁCTICA LO APRENDIDO”





Basado en las enseñanzas del Libro de Urantia.



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