Qué es un Arquetipo
Antes de ir a ninguna otra parte es necesario que tengamos claro
lo que
entendemos por Arquetipo. Un arquetipo es un patrón de
comportamiento,
una energía con sus propias luces y sombras, un personaje que nos
constituye.
Los
arquetipos o imágenes primordiales son la base originaria de todas nuestras
experiencias
y, al igual que los instintos, son una parte esencial
que
requiere ser expresada. los arquetipos representan todo el
potencial
existente en la psique humana,
una fuente de conocimiento inagotable.
Todos los seres humanos nacemos con la tendencia innata –o
arquetípica-
a desarrollar una sombra, compuesta
por características personales que han sido rechazadas y
reprimidas y que no
registramos como propias, pese a
percibirlas con gran claridad en el mundo externo.
Mencionar a la sombra suele generar rechazo y temor, ya que
creemos que
está poblada únicamente por
aspectos negativos, que nos hacen sentir malos y culpables.
Sin embargo, además de contener lo que hemos rechazado, reprimido
o proyectado
, incluye talentos y dones de diversa índole que aún no hemos
desarrollado a nivel consciente.
La sombra no es algo patológico, ni algo que deba ser remediado;
es una parte integral de la naturaleza humana.
Referirnos a la sombra como nuestro lado oscuro no es un término
peyorativo,
sino que alude a que no está
iluminada por la luz de la conciencia.
Nos encontramos con la sombra todos los días: cuando nos
enfurecemos porque
alguien nos decepciona, cuando
rechazamos a una persona que ni siquiera conocemos,
o idealizamos a otra.
Nuestras reacciones emocionales y los juicios que formulamos de
manera automática e inmediata reflejan
aspectos inconscientes propios, y si logramos reconocerlos,
tenemos la oportunidad de conocernos más plenamente.
Para conocernos, o más bien, re-conocernos, necesitamos tomar
conciencia
que todo lo que admiramos o rechazamos en los demás
existe en nuestro interior.
Ello se debe a la proyección: el mecanismo de defensa
inconsciente mediante el cual les atribuimos
características propias a otros. Al proyectar, depositamos un
aspecto
interno en alguna persona o situación
externa, y luego reaccionamos frente a ésta de manera positiva o
negativa, con atracción o con rechazo.
La proyección puede ser empleada de dos formas diferentes.
La primera consiste en culpar a otra persona por nuestras faltas.
El otro tipo de proyección ocurre cuando les adjudicamos a otros
seres
nuestras actitudes y tendencias
inconscientes. Esto ocurre en todo vínculo, pero podemos verlo con
mayor
claridad en la relación de pareja.
La técnica más útil y reveladora para descubrir a la sombra es
observar
nuestras reacciones hacia las personas,
objetos y acontecimientos del mundo exterior.
La reactividad indica que nos hemos divorciado de una
característica propia
que deberíamos reincorporar; en
cada caso, la intensidad de la reacción refleja el grado en que
ese material
“externo” existe a nivel interno.
Toda vez que sentimos una emoción intensa, es necesario
identificar el aspecto
personal que se ha activado; ésta
no es una tarea fácil, ya que las emociones intensas no se
caracterizan precisamente
por inducirnos a la reflexión y la auto-indagación.
No obstante, ver qué o a quiénes despreciamos o idealizamos
permite descubrir
facetas personales que de otra forma no registraríamos.
Los aspectos que consideramos “negativos” cumplen una función
dentro
de nuestra estructura psíquica.
Tendemos a entablar una batalla con nuestras cualidades
proyectadas
cada vez que las encontramos, o creemos
haberlo hecho, en alguna persona.
Sin embargo, gran parte de lo que nos parece negativo es algo que
en su momento sirvió para protegernos.
Una alternativa más sabia consiste en hacer la tarea de amigarnos
con las características que rechazamos y
comprender su sentido profundo.
Habitualmente, la rigidez encubre un exceso de vulnerabilidad, la
soberbia
se asienta sobre una base de timidez y
la avidez tiene sus raíces en el temor a la escasez.
Las críticas, que a veces se deben a la envidia, sirven para
compensar sentimientos
de inferioridad inconscientes,
intentando generarlos en otro/s.
Las cualidades repudiadas se transforman por medio
de su inclusión y aceptación.
En lugar de rechazar lo que consideramos negativo necesitamos
explorar su significado y su potencial.
Si dejamos de reprimir nuestra ira, podremos conectarnos con el
enojo
saludable, que nos ayuda a expresar lo
que sentimos, poner límites y lograr acuerdos.
El perfeccionismo contiene la capacidad para desplegar excelencia
en
lo que hacemos; el egoísmo puede
enseñarnos a satisfacer nuestros deseos y necesidades,
y el anhelo por el poder puede convertirse en liderazgo y
servicio.
Los aspectos positivos de la sombra son virtudes y talentos que
forman parte de nuestro potencial.
Admirar o envidiar a otros por sus aptitudes y talentos es una
señal de que están
espejando cualidades propias inexploradas.
Muchas veces no se trata de lo que alguien hace, sino la forma
en que lo hace, como atreverse a expresar sus
ideas con firmeza y valentía. La actividad concreta no es importante,
ya que puedo apreciar a un gran ajedrecista
por su disciplina y dedicación y desarrollar esas características
sin
que ello implique dedicarme a jugar al ajedrez.
Curiosamente, a veces resulta más difícil aceptar la sombra
positiva
que la negativa; nos cuesta más percibir
nuestra nobleza y ternura que nuestra indiferencia o crueldad
debido
a que nos hacen sentir expuestos y vulnerables.
La integración de la sombra es un requisito indispensable para la
transformación personal. Descubrir a nivel
interno las características que nos hacen reaccionar a nivel
externo modifica nuestra actitud.
Con frecuencia, y como “por arte de magia”, también suele
producirse
una modificación en la otra persona, y de
pronto, nos damos cuenta de que no era tan irritante, desagradable
o maravillosa como suponíamos.
Aún cuando esto no ocurra, habremos eliminado o, al menos,
disminuido nuestra reactividad.
La sombra nos muestra una perspectiva diferente a la del ego.
Negarnos a aceptarla nos mantiene empequeñecidos
y empobrecidos, conectados únicamente con un
fragmento de nuestra totalidad.
Por otra parte, cuando continuamos proyectándola, obligamos a
otros
a hacerse cargo de la oscuridad o de la luz
que en realidad nos pertenecen.
Una persona integrada es capaz de sostener sus cualidades
positivas
y negativas, liberando así a los demás de
la carga de sus proyecciones.
Cuando reconocemos a la sombra, surge la posibilidad de
desarrollar
la autoaceptación, la compasión y el amor
para con nosotros mismos; elementos indispensables para la
evolución personal y,
eventualmente, para la transformación colectiva.
Es tarea de cada uno descubrir la propia sombra e iluminarla con
la luz de la conciencia,
y éste es un proceso que dura toda la vida.
Independientemente de las distancias recorridas, en el camino
espiritual nos
encontramos siempre al comienzo...
Alicia Schmoller.
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