Sobre la reencarnación


Memorial akashico o memorial universal de la naturaleza o libro de la vida. Akasha es una palabra sánscrita que significa sustancia etérea fundamental del universo.
Se supone que todo el universo está compuesto por éter, es decir, energías gaseosas que poseen propiedades vibratorias electromagnéticas distintas. Todo lo que nosotros hacemos, vemos, pensamos, decimos, todo lo que en nosotros provoca una reacción, es decir, todo lo que nosotros somos emite o crea cargas energéticas. Estas cargas se llaman vibraciones. Así pues, cada pensamiento, sonido, luz, movimiento o acción produce una vibración que es recogida por esos éteres electromagnéticos. Son como una placa magnética que atrae todas las vibraciones. En realidad, todo es vibraciones electromagnéticas.
El memoria akashico es, pues, una especie de archivo panorámico de todo lo que se ha pensado, sentido o hecho en el mundo. Y toda persona psíquicamente receptiva, puede conectar con esas vibraciones y ver el pasado desde el ámbito cósmico. Por eso un buen médium puede decirte lo que han sido tus vidas anteriores, así como también en cada uno de nosotros está la facultad de ver esa memoria. Sólo hay que cultivarla, para lo cual primero tenemos que sintonizar mejor con nosotros mismos. Si nuestros poderes espirituales y mentales están lo bastante desarrollados, podemos hacerlo.
No es más fantástico que las ondas sonoras o lumínicas. Sólo que estas son ondas del pensamiento. La ciencia sabe que existen porque no hay energía que muera. Por lo tanto, si posees la suficiente sensibilidad como para situarte en la correcta longitud de onda del pensamiento que se acopla con las ondas vibratorias akáshicas, podrás ver muchas cosas que han sucedido y, si adviertes el dolor que has padecido en el pasado y el que puedes haber causado a otro, ello actúa de proceso educativo.
De alguna manera Platon, Pitagoras, Jesus, Buda y Moises eran personas con una espiritualidad hiperdesarrollada, que comprendieron que su misión era propagar sus conocimientos. Por eso tiene tanto valor la Biblia. Es un almacén de conocimientos. Y lo mejor del caso en que en sus escritos todos coinciden. Apenas existen discrepancias entre ellos.
No todos usan la palabra reencarnación. Pero todos hablan extensamente de la relación existente entre el alma eterna del hombre y la Divinidad. Todos hablan de las leyes universales de la moral. No siempre utilizan las palabras karma o reencarnación, pero el significado es el mismo.
Hablan de una especie de velo del olvido que existe en la mente, para que no estemos constantemente traumatizados por lo que pueda haber ocurrido antes. Todos dicen que la vida actual es la importante y sólo de vez en cuando salta la chispa de esa sensación de conocer un lugar en el que no habías puesto los pies o a una persona a la que ves por primera vez. Cuando algo te resulta familiar sin saber por qué.
Para la gente como Pitagoras, Platón y demás, todas las desgracias de este mundo, como la enfermedad, las deformaciones, las injusticias, tenían su explicación, por cuanto que cada reencarnación era el premio o castigo de una encarnación anterior y, a medida que el alma iba perfeccionandose, recibía como premio el derecho a elegir entre más posibilidades de reencarnación, cada una de las cuales tenía, desde luego, la finalidad de que esa persona pudiera realizar su karma individual. Un alma realmente superior, por ejemplo optaría por realizar su karma eligiendo un cuerpo vital abnegado, pero cada identidad tiene su propia canalización. Y al parecer, cuanto más vieja y meritoria es un alma, más cosas recuerda de sus anteriores encarnaciones.
Aún así, un alma puede optar por avanzar o retroceder. Si prefiere retroceder acaba perdiendo su condición humana y cayendo en la categoría animal en la que ya no tendría posibilidad de elección ni de regeneración moral. Eso es lo que se consideraba el infierno. Si renuncias a la evolución espiritual, al cabo de un tiempo pierdes la oportunidad, y eso es el infierno. O sea, todo lo contrario de Dios, que representa la inmortalidad del alma y el logro de expiación moral. En este contexto, expiación significa identificación con el Creador o la Creacíón Original. Los dos somos creadores y desgraciadamente también destructores. Pero esta identificación con lo creado tiene fuerza redentora.
Nada ocurre porque sí. Todos los sufrimientos físicos, todos los goces, todo el dolor y la dicha están gobernados por las leyes kármicas de la justicia. Por eso la vida tiene sentido.

Tomado del libro "Lo que se de mí", Shirley Maclane

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