El Diamante Koh-I-Noor


Es una de las piedras más famosas que existen y a su alrededor hay toda una leyenda. Se ha dicho que "aquel que posea el Koh-i-noor reinará en el mundo". No hay otra piedra con una historia tan fascinante como la del Koh-I-Noor. La historia de este gran diamante comienza en 1304 en manos del Rajá de Malwa. Eran tiempos en los que la posesión de tal gema era símbolo del poder de un imperio. Pero como era de esperar, la lucha por su posesión fue feroz.
Este diamante con tan sangrienta historia como es la que rodea al Koh-i-Noor fue codiciaco por poderosos emperadores escondido en el turbante de un sultán, una vez reclamado por los Talibán para Afghanistan.
Koh-I-Noor significa Montaña de Luz, cuando los mongoles invadieron la India dos siglos más tarde, se apoderaron de esta piedra que permaneció en poder de los sucesivos emperadores mongoles. Luego los hindúes la recuperaron pero por poco tiempo ya que durante la invasión de los ingleses a la India en 1849, la fantástica piedra pasó a manos británicas, las que aún hoy la poseen y lejos están de devolverla a sus antiguos dueños hindúes.
En 1738 después de la invasión con éxito de NUeva Delhi en la India el nuevo objetivo del Shah de Persia Nadir fue apropiarse de la gran piedra. La leyenda cuenta que Nadir sabiendo que el emperador hindú Mohamed escondía el diamante en su turbante, le prpuso un cambio de sus turbantes, antigua costumbre oriental como símbolo de hermandad, en la que haberse negado hubiera sido una ofensa. Cuando Nadir desenvolvió el turbante y encontró la piedra se la llevó a Persia donde permaneció hassta 1813.
Este diamante fue testigo de las disputas más cruentas de Persia hasta encontrar el camino de regreso a la India en 1813. Estaba en Lahore capital de Punhab, cuando este estado fue anexionado por el Imperio británico y en 1849 llegó a manos de la East India Co. de Inglaterra, como indemnización parcial por las guerras Sikh, siendo ofrecida en 1850 a la reina Victoria al conmemorar el doscientos cincuenta aniversario de la compañia.
Desde el siglo XIV asesinatos y traiciones han sido vinculados con el diamante. Ocho años más tarde, tras la captura del diamante por el Sha Nadir, éste fue asesinado. Uno de los generales llevó la gema a Kabul para la monarquía afgana. Pero la pintoresca historia no terminó ahí. La Koh-I-Noor llegó a Punjab, donde al sij gobernante Ranjit Singh, le gustó tanto que lo puso en la brida del caballo para poder admirarlo cuando cabalgaba.
Cuando Gran Bretaña se anexionó Punjab, el diamante había pasado a manos del príncipe Duleep Singh, de nueve años. Luego le fue obsequiado a la Reina Victoria de Gran Bretaña -la emperatriz de la India- que lo mostró en la exposición del Palacio de Cristal de Londres. Pero no hay acuerdo en que los hechos hayan ocurrido tan sencillamente como parece.
Se cuenta que la intención del pequeño monarca era sólo mostrar la bella piedra como señal de su poder, pero de ninguna manera regalarla.
La piedra pesaba 186 quilates y estaba rudimentariamente trabajada por lo que carecía de brillo. Cuando llega a manos de la Reina Victoria, ella decide retallarlo convirtiéndolo en una talla oval de 108.93 quilates.
Estuvo engarzada en la corona de la reina madre y en 1937 se trasladó a la Corona que se hizo para la Reina Isabel II.
El Koh-I-Noor tiene fama de hacer infeliz a los hombres y como la reina Victoria era supersticiosa puso una cláusula en su testamento para que nunca pasara al rey, solo a su esposa.
La joya puesta en la corona de la reina Madre -reclamada por India, Irán y Pakistán- ha sido maldita toda la vida. Un proverbio hindú advirtió una vez que "el que posea este diamante será dueño del mundo pero tambien conocerá sus desgracias. Sólo Dios o una mujer pueden usarlo con impunidad."
Esta sentencia hecha sobre el diamante le ha creado un aura maldita en torno a él. Y así sucedió con la reina Madre. La joya fue colocada en la corona que usó para la coronación de su esposo, el rey Jorge VI, en 1937. El monarca murió a los 56 años. Ella vivió hasta los 101. A su muerte, la corona con su brillante adorno fue sacada de una vitrina de cristal en la Torre de Londres y puesta sobre el ataúd de la reina Madre para su velatorio. No sólo parece inofensiva para las damas, sino que les asegura longevidad y mucho poder.

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