Dolor y Sufrimiento

El deseo incontrolado y el amor propio, nuestra obstinación por el yo, son los aliados que dan nacimiento al sufrimiento. La mente superficial, demasiado acostumbrada a tomar muchas cosas por supuestas, supone que la causa del sufrimiento siempre está afuera, que es principalmente el resultado de lo que otra gente hace o deja de hacer. Hasta a los dioses se los trata como culpables, considerándose uno mismo como la persona exenta de responsabilidad. Reflexionar sobre lo transitorio de los placeres sensoriales y objetos fenomenales, y examinar en profundidad la naturaleza de lo que uno cree ser el yo, en conjunto con sus objetivos y deseos, naturalmente hace que uno reflexione sobre la verdadera causa del
sufrimiento. Ya no se da por sentado que la causa está afuera.
Annie Besant explica cómo el dolor despierta a la mente inmadura haciéndole ver verdades importantes. Es el dolor lo que instruye al alma infantil sobre el darse cuenta de que las leyes de la naturaleza no pueden torcerse o dejarse a un lado para que se adecuen a nosotros. El sentirse
gratificados por los deseos personales y la satisfacción por los fines personales, sin tener en cuenta lo que les sucede a otros, inevitablemente da como resultado el sufrimiento. Después de aprender estas lecciones elementales que el dolor enseña, el buscador de sabiduría se da cuenta más profundamente de que el sufrimiento se vuelve sinónimo de sufriente. Cuando hay un yo personal que levanta barreras, dejando afuera el resto de la vida bajo la designación de "otros", la consecuencia es el sufrimiento.
Paradójicamente, el sufriente también es el que disfruta, el conocedor, el hacedor. En otras palabras, detrás de todas estas etiquetas hay un yo personal que es el "experimentador" (Usamos la palabra "experienciar" porque el sujeto, objeto y campo de experiencia es todo uno). La experiencia, ya sea ésta de sufrimiento o de gozo, o de lo que sea, está constituida de sufrimiento; es la fuente del sufrimiento.
Cuando hay un "conocedor" siempre cabe la posibilidad de que su conocimiento no sea reconocido, convirtiéndose a menudo en frustración y pesar. Cuando hay un "disfrutador", puede suceder que los objetos de satisfacción no estén disponibles o que objetos inalcanzables provoquen a la mente. El "hacedor", también, tarde o temprano, sufrirá porque sus acciones no soportan los frutos de sus insistentes anhelos. Un individuo así quizá ansíe salvar al mundo y descubra que el mundo se rehúsa a ser salvado por él. En todos estos casos el dolor yace bajo la superficie. El yo personal debe morir antes que el dolor pueda terminar, lo que significa que el
"experienciador"debe darse cuenta de que cada resultado que espera obtener lo busca en gran medida para satisfacerse a sí mismo.
Después de años de viajes cansadores, conferencias y charlas con gentes y muchos trabajo, a Krishnamurti le formularon la siguiente pregunta: "¿Cuál es el resultado de toda esta labor después de tantos años? Ni una sola persona ha pensado por una revolución total". Krishnamurti contestó suave y bondadosamente: "Yo siembro las semillas y partiré". Esto es todo lo que cualquiera puede hacer. Esta es una de las verdades básicas que enseña el Bhagavad Gita: solamente cuando la mente está pura, armoniosa y sin preocupaciones por alcanzar logros, puede hacer aflorar lo bueno y así liberarse del sufrimiento.
Cuando no hay un centro en la conciencia repleto de deseos y obstinación por el yo, el sufrimiento no se acerca. Otros pueden expresar desprecio, pueden criticar o difamar, pero la conciencia permanece firme y calma, al igual que una hoja de loto permanece impermeable ante las gotas de agua que caen sobre ella. Cuando no hay ninguna imagen en la mente que la identifique como el experienciador, sujeto al gozo y al dolor, al éxito y al fracaso, uno está siempre en paz consigo mismo y con los demás.
El "sufrimiento" nunca puede responder cabalmente al sufrimiento del mundo. Debido a que gran parte de su conciencia está ocupada por pensamientos egocéntricos, no tiene libertad para responder, desde la profundidad, con compasión. Todos sentimos un poco de lástima, simpatía y
preocupación, pero la respuesta no es ni profunda ni de todo corazón.
Solamente a medida que la autoimagen, la experiencia de ser esto o aquello se va disolviendo, el corazón puede abrirse total y libremente hacia el resto de toda vida. El relato alegórico del Buda indica de qué manera un hecho profundamente sentido puede despertar la conciencia y conducir a la iluminación.

0 comentarios:

Premios

Design by Blogger Templates