Aspectos de la compasión
Para que la disciplina sea efectiva y sana precisa ser metódica y focalizada. Requiere discreción tanto en la medida de la compasión como en cuanto a hacia quién es dirigida. Es reconocer cuándo la compasión debe ser expresada y cuándo retenida o limitada. Disciplina en la compasión es saber que ser auténticamente compasivo exige a veces retener la compasión, porque ésta no es una expresión de las necesidades de quien otorga sino una respuesta a las del receptor.
¿Soy más compasivo con extraños que con los más cercanos a mi? Si es así, ¿por qué?
¿Soy más compasivo con extraños que con los más cercanos a mi? Si es así, ¿por qué?
¿Proviene la compasión de la culpa?
Mi compasión por los demás compromete mis propias necesidades?
¿Estoy ayudando a los demás a expensas de ayudarme a mí mismo?
Quizás lo cierto sea lo contrario: ¿mi compasión por mi familia y por quienes están cerca de mí eclipsa las necesidades de los demás?
¿Es mi compasión impulsiva y descuidada?
¿Evalúo su medida necesaria para una determinada situación?
¿Es proporcional a las necesidades del receptor?
Examina la compasión en la compasión; la expresión de compasión y su intensidad. La verdadera compasión es ilimitada. No es una extensión de tus necesidades ni se define según tu perspectiva limitada. La compasión por el otro se logra adoptando una actitud desinteresada, elevándole por sobre ti mismo y colocándole en la posición y experiencia de la otra persona.
¿Mi compasión es persistente y consistente?
¿Es digna de confianza o fantasiosa?
¿Prevalece sobre otras fuerzas de mi vida?
¿Soy capaz de ser compasivo aun cuando estoy atareado con otras actividades, o sólo cuando me resulta cómodo?
¿Estoy dispuesto a pararme y pelear por otro?
Si la compasión no ha de ser condescendiente y pretenciosa, debe incluir humildad. Es reconocer que mi habilidad para ser compasivo y dar no me hace mejor que el receptor; es el reconocimiento y la apreciación de que al crear a alguien que precisa compasión, Dios me concedió el regalo de poder brindar compasión. Pues entonces, no hay lugar para la altanería en la compasión.
¿Me siento superior por ser compasivo?
¿Miro como inferiores a quienes precisan de mi compasión?
¿Soy humilde y agradezco a Dios por brindarme la habilidad de sentir compasión por otros?
Para que la compasión se concrete plenamente, requiere vinculación. Exige la creación de un canal entre el dador y el receptor; una reciprocidad que se extiende más allá del momento de necesidad; un vínculo que se perpetúa viviente. Ese es el resultado más gratificante de la auténtica compasión.
¿Te unes a aquel a quien brindas compasión, o te mantienes aparte?
¿La interacción logra algo más que el simple acto de simpatía?
Examina la dignidad de tu compasión. Para que la compasión sea completa (y mejore los otros aspectos de la misma) debe reconocer y apreciar la soberanía individual. Debe favorecer la autoestima y cultivar la dignidad humana — tanto la propia como la de aquel que se beneficia con tu compasión.
¿Se expresa mi compasión de una manera digna?
¿Manifiesto y enfatizo la majestuosidad en mi compasión?
¿Despierto dignidad en los demás?
Jabad Lubavitch
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