Las relaciones como práctica espiritual


La humanidad está bajo una gran presión evolutiva porque es nuestra única oportunidad de sobrevivir como raza. Esto afecta a cada aspecto de tu vida, y en particular a las relaciones Íntimas. Las relaciones nunca habían sido tan problemáticas y conflictivas como ahora. Como tal vez hayas percibido, su finalidad no es hacerte feliz o satisfacerte. Si sigues intentando alcanzar la salvación a través de una relación, te sentirás desilusionado una y otra vez. Pero si aceptas que la finalidad de las relaciones es hacerte consciente en lugar de hacerte feliz, entonces te ofrecerán salvación, y te habrás alineado con la conciencia superior que quiere nacer en el mundo. Para quienes se aferren a los viejos patrones, cada vez habrá más dolor, violencia, confusión y locura.
Cuestión: Supongo que hacen falta dos para convertir una relación en una práctica espiritual, tal como sugieres. Por ejemplo, mi compañero sigue mostrándose controlador y celoso. Se lo he indicado muchas veces, pero es incapaz de verlo.
¿Cuántas personas se requieren para hacer de tu vida una práctica espiritual? No te preocupes si tu pareja no quiere cooperar, la cordura —la conciencia— sólo puede llegar al mundo a través de ti.No tienes que esperar a que el mundo se vuelva cuerdo, o a que otra persona se vuelva consciente, para iluminarte. Podrías esperar eternamente. No os acuséis mutuamente de ser inconscientes. En el momento en que empiezas a discutir, te has identificado con una posición mental, y junto con esa posición estás defendiendo tu sentido de identidad. Entonces el ego se pone al mando. Estás siendo inconsciente. En ocasiones, puede ser apropiado que señales a tu pareja ciertos aspectos de su comportamiento. Si estás muy alerta, muy presente, podrás hacerlo sin que el ego se inmiscuya, sin culpar, acusar ni decir al otro que está equivocado.
Cuando tu compañero o compañera se comporte inconscientemente, renuncia a juzgarle. El juicio sólo sirve para confundir el comportamiento inconsciente de la otra persona con su identidad real o para proyectar tu propia inconsciencia en la otra persona y confundir tu proyección con su identidad. Esta renuncia a juzgar no implica que no reconozcas la disfunción y la inconsciencia cuando las veas. Significa “ser el conocimiento” en lugar de “ser la reacción” y el juez. Entonces te liberarás totalmente de la necesidad de reaccionar, o reaccionarás conservando el conocimiento, el espacio en el que la reacción puede ser observada y se le permite ser. En lugar de luchar en la oscuridad, pones luz. En lugar de reaccionar a la ilusión, eres capaz de verla y de traspasarla. La actitud consciente —ser el conocimiento y el registro de los estados— crea un espacio claro de presencia amorosa que permite a todas las personas y cosas ser como son. No hay mayor catalizador de la transformación. Si haces de esto tu práctica, tu pareja no podrá seguir a tu lado y continuar siendo inconsciente.
Si los dos llegáis al acuerdo de que la relación va a ser vuestra práctica espiritual, tanto mejor. Entonces podréis expresar vuestros pensamientos, sentimientos o reacciones en cuanto se produzcan, de modo que no crearéis un desfase temporal que pudiera agriar una emoción no reconocida ni expresada. Aprende a expresar lo que sientes sin culpar. Aprende a escuchar a tu pareja de manera abierta, sin ponerte a la defensiva. Dale espacio para expresarse. Mantente presente. Acusar, defenderse, atacar, todos los patrones diseñados para fortalecer o proteger el ego, o para satisfacer sus necesidades, están de más. Es vital dar espacio a los demás y también dártelo a ti mismo. El amor no puede florecer sin espacio. Cuando hayas resuelto los dos factores que destruyen las relaciones, es decir, cuando hayas transmutado el cuerpo-dolor y dejes de identificarte con la mente y las posiciones mentales —y siempre que tu pareja haya hecho lo mismo—, experimentarás la dicha del florecer de una relación. En lugar de reflejaros mutuamente el dolor y la inconsciencia, en lugar de satisfacer vuestras mutuas necesidades egocéntricas, os reflejaréis el amor que sentís en vuestro interior, el amor que acompaña a la toma de conciencia de vuestra unidad con todo lo que es. Ese es el amor que no tiene opuesto.
Cuando me amé de verdad

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstanciayo estaba en el lugar correctoen la hora correcta y en el momento exacto.

Y entonces pude relajarme.

Hoy sé que eso tiene nombre... Auto-estima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades.

Hoy sé que eso es... Autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver que todo lo que acontece, contribuye a mi crecimiento.

Hoy sé que eso se llama... Madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a percibir como es ofensivo tratar de forzar alguna situación o persona solo para realizar aquello que deseo aún sabiendo que no es el momento o la persona no está preparada... inclusive yo mismo.

Hoy sé que el nombre de eso es... Respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable ... Personas, situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. De inicio mi razón llamó esa actitud egoísmo.

Hoy sé que se llama... Amor Propio.

Cuando me amé de verdad, dejé de temer tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los Mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto lo que me gusta cuando quiero y a mi propio ritmo.

Hoy sé que eso es... Simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y con eso erré mucho menos veces.

Hoy descubrí la... Humildad.

Cuando me amé de verdad. desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme con el Futuro. Ahorame mantengo en el presente que es donde la vida acontece.

Hoy vivo un día a la vez.

Y eso se llama... Plenitud.

Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede atormentar me y decepcionarme.

Pero cuando yo la coloco al servicio de mí corazón ella tiene una gran y valiosa aliada.

Todo eso es.... ¡SABER VIVIR!

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