Dos clases de trabajo interior

Existen dos clases bien diferenciadas de trabajo interior: la de tipo horizontal o de profundización, y la de tipo ascensional o de elevación.
El trabajo de tipo horizontal tiene como objetivo conseguir un camino expedito para que la conciencia pueda conectarse con el centro, con el eje de alguno o de todos los niveles que están activos en una persona. Es el camino que conduce a la libertad interior, a la espontaneidad, al descubrimiento de la realidad del autentico «sí mismo». Es la sintonización con el eje del Yo-experiencia del que hablaremos en su lugar. Su expresión es la creatividad.
El trabajo de tipo ascensional, que también podríamos denominar evolutivo o de perfeccionamiento, tiene por objetivo conectar la mente consciente con niveles más elevados -sea a través de la vía mística o amor espiritual, sea por el camino del discernimiento o camino de la sabiduría, o, en fin, por el sendero de la belleza y de la armonía-, organizando toda la estructura de la vida personal alrededor y al servicio de estos valores superiores.
Para el primer tipo de trabajo todo el mundo está ya actualmente capacitado, puesto que toda la labor a realizar consiste en abrirse más a sí mismo, en aprender a estar atento cada vez desde más adentro; en una palabra: tomar conciencia de lo que uno actualmente, ya es, pero hasta el fondo. Requiere tan sólo una educación incesante de la mente que ha de aprender a mirar en esa dirección -sin perder su habitual contacto con todo lo exterior- a la que no está acostumbrado en absoluto. Dificultan desde luego esta labor varias formas de condicionamientos negativos que el hombre ha empezado a adquirir ya desde su infancia. Pero sustancialmente no ha de cambiar nada ni tampoco ha de adquirir nada. Únicamente ha de realizar un desplazamiento del foco mental consciente que en vez de apoyarse de modo habitual en un plano externo -el de las cosas concretas objetivas- o en un plano interno medio -sensaciones, sentimientos y reflexiones-, ha de llegar a estabilizarse en el punto central del nivel que sea. Salvando las debidas distancias, es la clase de realización que igualmente podrían conseguir un árbol o un gato, si además de la conciencia vegetativa o animal que viven, suponemos, plenamente, pudieran tener conciencia mental humana. Es una de esas formas de autorrealización que encontramos en ocasiones en gente muy sencilla -hombres del campo, pastores, marinos- quienes, por su prolongada soledad y continuo contacto con la naturaleza -la que les rodea y la suya propia-, llegan a desarrollar una intuición notable de su ser profundo y de las leyes naturales.
Es lo que podríamos decir, la perfección o realización del aspecto elemental del hombre, y va siempre acompañada de una grandeza o fortaleza de las cosas y de las personas. Hacia una forma u otra de este tipo de realización conducen las técnicas preconizadas por el psicoanálisis, el Hatha y Raja Yoga, el Zen y Krishnamurti.. Evidentemente, depende también de la calidad intrínseca de la persona que practica tales técnicas, el que esta realización horizontal tenga lugar en un nivel o en otro, y hasta el que, paralelamente a esta profundización en el caso de que la persona ya estuviera trabajando en un sentido espiritual, se produzca también eventualmente una fuerte resonancia espiritual.
Pero no hay que confundir esta realización de profundidad con la verdadera realización espiritual. Esta última requiere, como ya hemos dicho, que haya una afectiva toma de contacto y una integración mental con niveles superiores al de la mente concreta. Exige un ascenso, una traslación hacia arriba del foco mental. Y como los valores de los niveles superiores difieren de los propios de los niveles elementales, este ascenso y nueva estabilización de la mente produce la necesidad de transformar cualitativamente la escala de valores vigente hasta entonces y, consecuentemente, un cambio radical en el estilo de vida.
Como es lógico no existe contraposición entre las dos clases de trabajo interior. Antes al contrario, ambas se complementan de un modo perfecto, puesto que se corresponden con la apertura total de la mente. Hacia adentro y hacia arriba son, en efecto, las dos dimensiones que faltan a nuestra mente, que ha vivido hasta ahora prácticamente hipnotizada mirando tan sólo hacia fuera y abajo.

Antonio Blay - "La personalidad creadora"

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